Max Zamory: es judío, alemán, escapó de la guerra cuando tenía diez años y llegó a Moisés Ville en Santa Fe

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“Siempre volví a Moisés Ville. Aquí quiero morir”, asegura Max Zamory en el jardín de su casa de este pueblo santafesino aún signado por la inmigración judía. Tiene 94 y humor de sobra como para contestar “49″ y sonreír con picardía. Es el padre de Hilda Zamory, responsable de turismo de este enclave del centro de Santa Fe que se formó en 1889 con la llegada de 136 familias de colonos judíos ortodoxos. Pueblo que a mediados del siglo pasado recibió una nueva oleada de inmigrantes, justo antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, entre los que está Max, uno de los pocos sobrevivientes de aquella oleada, junto con su hermana Dorothea. Entonces con la voz suave y el sol en la frente se presta a dar pistas de su historia.

Una de las pocas fotos que conserva Max Zamory de su infancia en Alemania.
Una de las pocas fotos que conserva Max Zamory de su infancia en Alemania.Paula Teller

“Vine desde Eylau, Alemania, con mis padres y cinco hermanos, cuando tenía diez años”, relata Max y aclara que acá le dicen Máximo. “Claro que me acuerdo de mi vida allá. ¡Lo que nos divertíamos! ¿Qué no hacíamos con mis hermanos?”, exclama escapándole al drama y para evitar hablar de aquella persecución que se agigantaba en la Alemania de los años 30 por el solo hecho de ser judío. “Disparamos para acá porque se armaba la guerra. Vivíamos con un tío soltero que se quedó allá para internar a una tía en un asilo. Vendió su casa de cinco pisos con establo, caballos y vacas, pero la metieron justo en un campo de concentración”, relata sobre lo que quedaba atrás cuando encararon la travesía de 26 días – “nada más”, desliza con ironía– para desembarcar en este lado del océano Atlántico. “Dejamos mi pueblo y llegamos a Berlín, donde estuvimos una semana. De ahí, a Hamburgo para embarcarnos en el Monte Pascoal. Me acuerdo todo… Aunque éramos chicos y no teníamos ni idea de lo que era una guerra. Solo sabíamos que veníamos a la Argentina”, recuerda sobre aquella experiencia de 1938 que compartía con otros 25 colonos judíos.

El Teatro Kadima es uno de los emblemas de Moisés Ville.
El Teatro Kadima es uno de los emblemas de Moisés Ville.Paula Teller

“Allá teníamos una casa linda, auto y de todo. Acá llegábamos sin nada. Nos mandaron a trabajar al campo, que quedaba a 40 kilómetros de acá. Nos dieron 75 hectáreas con vacas lecheras para ordeñar y poder seguir viviendo. Mi papá se esforzó mucho con el arado y el tractor. Pasamos una miseria bárbara: subía el agua y al salir de la cama estaba todo inundado. Sufrimos bastante, pero gracias a Dios salimos adelante, no nos faltó nada y estamos felices”, cuenta.


Max Zamory junto a su esposa, Teresa Alvarez.
Max Zamory junto a su esposa, Teresa Alvarez.Paula Teller

“Estuvimos diez años en aquel campo y después nos mudaron a otro, de 152 hectáreas, donde sembrábamos alfalfa, trigo, lino y cebada. Allí estuvimos 17 años más. Después mis padres se enfermaron, vendimos el campo y nos vinimos al pueblo. Aquí había viejos colonos. Nos agrupamos y siempre mantuvimos nuestras tradiciones y nuestra cultura. Nos reuníamos mucho en el Teatro Kadima. Moisés Ville era muy próspero”, exclama sobre la primera colonia agrícola judía organizada de nuestro país, sede del primer cementerio de la colectividad, y cuna de grandes profesores de hebreo.

Detalles de la vida cotidiana de Moisés Ville en el Museo Histórico, Comunal y de la Colonización Judía Rabino Aaron Halevi Goldman.
Detalles de la vida cotidiana de Moisés Ville en el Museo Histórico, Comunal y de la Colonización Judía Rabino Aaron Halevi Goldman.Paula Teller

“Viví en Israel y en Norteamérica, pero siempre quise volver a Moisés Ville”, enfatiza Max. “Estuve tres años en Israel. Me pagaron el pasaje para que fuera. Fui voluntario de la Guerra de los Seis Días. Me metí en frontera de Siria. Las balas me pasaban por arriba de la cabeza. Gracias a Dios no me pasó nada. Podría haberme quedado allá, pero quise volver a Moisés Ville. Lo mismo con Norteamérica: me aburrí y volví”, cuenta al exponer sus fotos con ropa del ejército y una medalla que representa la sangre, la bandera y la tierra.

El cementerio judío de Moisés Ville es el primero de la colectividad en nuestro país y data de 1891.
El cementerio judío de Moisés Ville es el primero de la colectividad en nuestro país y data de 1891.Paula Teller

¿Volvió a Alemania? “Nunca. Había un hombre de la Embajada que me quería prestar dinero para pagar el viaje y que se lo devuelva cuando pudiera, pero esas cosas yo no las hago. No sabía si iba a poder pagarlo”, asegura con énfasis y cuenta que lo único que le recibió tras dejar su país fueron 1.000 dólares, y que muchos alemanes sí reciben “un dinero de Alemania, pero nosotros no porque nuestro pueblo –hoy se llama Ilawa– quedó en Polonia y ahí no pagan”.

Max Zamory conserva medallas luego de su participación como voluntario en la Guerra de los Seis Días.
Max Zamory conserva medallas luego de su participación como voluntario en la Guerra de los Seis Días.Paula Teller

Su historia es similar a la de Helene Elkan y Bernardo Seiferheld, que también huyeron del Holocausto y eran los padres de Arminio Seiferheld, que tiene 79 años. Con ceremonial, este señor que es guardián de la memoria colectiva en Moisés Ville, se pone la kipá y toca tres tonos en el shofar, un instrumento de viento que parece un cuerno. “El primero es el más lastimero”, aclara antes de erguir el pecho para entonar el siguiente. También nos conmueve con una canción popular, Al Kol Ele, que suena en su armónica. Y sin prisa pero sin pausa, relata la tragedia que escuchó al crecer.

Arminio Seiferheld tiene 79 años y transmite las tradiciones y ritos judíos a las nuevas generaciones de Moisés Ville.
Arminio Seiferheld tiene 79 años y transmite las tradiciones y ritos judíos a las nuevas generaciones de Moisés Ville.Paula Teller

“Mis abuelos maternos vinieron en barco en 1939, con dos hijas solteras –una era mi madre, de 30 años– y otra casada. Como todos, fueron al Hotel de Inmigrantes, en Buenos Aires. Los subieron a un tren y llegaron a la estación de Las Palmeras, a unos kilómetros de acá, y a caballo los llevaron a casa una casa abandonada que aún hoy está en el campo. Estaba repleta de malezas y una de mis tías, que en Alemania diseñaba sombreros, tuvo una crisis de nervios. Entonces mi abuela, que era una señora de 60 años, la miró firme y le dijo: ‘No te hagas la tonta y apechugá. En Alemania no estarías con vida. Acá estás libre, además de viva’”, rememora Arminio en relación a lo que figura en las cartas de la época mientras charlamos en el living de su casa de Moisés Ville, el pueblo que entre 1938 y 1940 recibió 13 familias judías.

Arminio Seiferheld toca una canción popular judía en la armónica.
Arminio Seiferheld toca una canción popular judía en la armónica.Paula Teller

Entonces cuenta cómo es que nació en este pueblo judío de Santa Fe. “Mi padre llegó a Moisés Ville sólo, a los 21 años, en 1938. Logro salir de Alemania como hijo adoptivo de una familia que tenía tres nenas. Su madre, que había quedado viuda, no tenía la visa y quedó allá. Ni bien llegó, lo llevaron a trabajar al tambo. Después empezó a desempeñarse como carpintero, cosa que hacía en su pueblito, cerca de Frankfurt. Entonces se enfermó de pulmonía y lo llevaron al hospital donde escuchó a una mujer hablar en alemán. Ahí nació el romance. Es que mi madre, que como dijimos era soltera, oficiaba de dama de compañía de una vecina que estaba internada porque se había quemado el cuerpo”, cuenta Arminio. Y sigue: “Mi padre recibió una sola carta de su mamá y no supo nada más. Dos dos sobrevivientes dicen que en septiembre de 1942, en el pueblito de mi papá, 56 judíos fueron sacados de su casa, cargados en camiones y llevados a los campos de exterminio nazis. Y ahí fue a parar mi abuela paterna que no conocí, que desapareció un mes después de que yo naciera, que se llamaba Sarah y era viuda de Abraham”, señala Arminio y aclara: “Ah, de los 56, ninguno regresó”.

Datos útiles

Museo Histórico, Comunal y de la Colonización Judía Rabino Aaron Halevi Goldman. Funciona en conjunto con la Oficina de Turismo del pueblo, que está muy bien representada por Hilda Zamory. Vale la pena visitarlo para tomar dimensión del sufrimiento de este pueblo. Son cinco salas que repasan desde los orígenes hasta los avances tecnológicos. Lunes a viernes de 7 a 13 horas. Hay alcancía para dejar donaciones. Además, por $1.000 se puede hacer un recorrido guiado por Moisés Ville que incluye el museo, cementerio, teatro y sinagogas. 25 de Mayo 188. T: +54 9 (3409) 240665. IG: @museodemoisesville y @comunademoisesville

En Moisés Ville la sinagoga Brener tiene un precioso tabernáculo tallado a cuchillo y una lámpara araña –con pequeñas imágenes de la comedia y el drama– que fue comprada en un remate de Teatro Colón.
En Moisés Ville la sinagoga Brener tiene un precioso tabernáculo tallado a cuchillo y una lámpara araña –con pequeñas imágenes de la comedia y el drama– que fue comprada en un remate de Teatro Colón.Paula Teller

Bar Le Schanto. La clave es ir después de la siesta para ver cómo se reúnen los locales a jugar a las cartas –se divierten con La Loba– o al dominó, mientras apuestan el café. Durante el mediodía sirven minutas, y más tarde hay sándwiches. Abre desde las 9 hasta las 15 horas y por la tarde, de 17 a 21 horas. San Martín y Moreno, Moisés Ville.

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