Me lleva el tren

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Se los dije. Es la frase más característica del sangrón que todo lo sabe: se los dije. Da coraje oírla porque te la avientan para restregarte en la cara tus errores, olvidos, omisiones, estupideces: te lo dije. Odio usarla. Pero ni modo: se los dije.

Meses después de puesta en servicio la Línea 12 del Metro aparecieron las primeras averías. Se hicieron correr versiones equívocas. Hace casi un año, 14 de marzo de 2014, el Bucareli titulado “El misterio del Orange Express” daba a conocer la causa real: un cambio de caballo a la mitad del río: fácil cambalache de vagones cuando ya estaban tendidos los rieles y agregaba: “…si alguien decide comprar vagones distintos, con características diferentes a las que sirvieron de base a los rieles, debe explicar por qué lo hizo”. Nadie explicó nada y los involucrados confundían tratando de ganar tiempo.

El martes de esta semana un periódico nacional publica: “Un estudio realizado por los firma TUV Rheinland, peritos en seguridad de sistemas ferroviarios, contratada por la Secretaría de Obras, concluyó que los convoyes se deben cambiar… Aunque se hagan los ajustes recomendados por la firma Systra… los trenes no cumplen con el diseño de la línea… los trenes son incompatibles con los rieles… no tienen una configuración adecuada para la línea, indicó Guido Wallraff, gerente de proyecto de la Compañía, en el informe firmado por él y fechado el 8 de enero”.


El cambiazo se dio en el momento en que, según el mismo periódico: “Los 30 trenes FE10 fueron arrendados por el Sistema de Transporte Colectivo a la empresa CAF por un contrato de 18 mil millones de pesos a pagar en 15 años”. Elemental, mi querido Watson.

De esta clase de negocios era, aunque mucho más pequeño, el del tranvía que iba a destazar el Centro Histórico de la ciudad de México, la recuperación más trascendente y acertada en la capital desde la Revolución. Me opuse: over my dead body. El gran dibujante Carreño sintetizó la íntima satisfacción: un sujeto parecido a mí detiene con sus manos el tranvía listo para violar las calles de mayor riqueza cultural, histórica y legendaria del continente americano. Lo evitamos a tiempo. Los impulsores de la idea ya tenían otra en sus calculadoras.

Y es que el negocio de los trenes es inagotable. De pronto nos dimos cuenta que no es posible sobrevivir sin ferrocarriles veloces. Desde que Adelita era viajera frecuente de trenes militares no habíamos padecido tan alta fiebre ferrocarrilera. Suena bien eso de viajar aprisa y cómodos. Pero no todos están de acuerdo y tal vez resulte sano escuchar voces de alerta y cautela.

Reproduzco lo publicado por otro periódico el martes pasado:

“Los trenes de alta velocidad México-Querétaro, México-Toluca y Yucatán-Quintana Roo no deberían ser proyectos prioritarios para el país ante la difícil situación económica interna y externa que se enfrentará en 2015 y sería mejor cancelarlos”, sostuvo el director del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, Luis Foncerrada.

Durante la presentación de un informe de Naciones Unidas sobre las perspectivas de la economía mundial para este año, el especialista dijo que el aporte de los trenes de pasajeros al comercio y a la actividad económica es muy limitado, por lo cual en la mayoría de los casos tienen que ser subsidiados.

Aseguró que “tales proyectos no son rentables en ningún lugar del mundo, salvo en China”, donde se justifican por el volumen de población que transportan. El negocio es construirlos, no transportar gente.

El jueves el secretario de Hacienda anunció que se pospone hasta nueva fecha la publicación de las bases definitivas de la licitación del tren México-Querétaro. Es deseable que la medida se prolongue hasta la muerte discreta del proyecto. Se canceló de paso el de Quintana Roo.

Hay trenes de superficie, elevados, subterráneos, submarinos y aéreos como el de Berlín en la Guerra Fría.

Conservo la foto tomada a las 12 del día 19 de junio de 1967 en la esquina de las avenidas Chapultepec y Bucareli, frente a la ya desaparecida cantina La Rambla, de la que por única vez nos mantuvimos fuera. Acerco el micrófono al pico neumático con el que don Alfonso Corona del Rosal, regente del Distrito Federal, perfora el pavimento y digo: “En este momento se divide la historia de los transportes urbanos en nuestro país”. Ha comenzado la construcción del Metro en la ciudad de México. Imagen de televisión que tiene el sepia de la nostalgia.

Los ferrocarriles, incluso los subterráneos, han avanzado mucho. Pero en ese entonces la técnica rudimentaria todavía obligaba a los contratistas a usar ruedas adecuadas a los rieles.

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