Memoria y Tolerancia

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Con este primer artículo, deseamos informar -desde sus inicios- a nuestros estimados lectores, sobre un maravilloso sueño aparentemente imposible, que no todos conocen y que con grandes esfuerzos, desvelos y entusiasmo a través de ya varios años, se encuentra en su etapa final de construcción. Uno de los más importantes museos en su género a nivel internacional y didáctico. Un loable proyecto que mayormente cristalizará con la ayuda de varias personas de nuestra comunidad, que avalaron a dos entusiastas promotoras, cuyo claro entendimiento de la importancia cultural y humana que contenía, llegarán incluso a transformar y enriquecer el paisaje del Centro Histórico de la capital de la República Mexicana.

El destino jugó un papel importante en esta historia, dos personas soñaban lo mismo pero nunca se habían visto. Una de ellas, Sharon Zaga, tomó su decisión desde muy joven, al regresar de la marcha de la vida decidió que en México debería de existir un museo y se dedicó en cuerpo y alma al estudio del Holocausto; empezó a dar conferencias en su casa al que quisiera escucharla y a pesar de su juventud se le tomaba muy en serio. Además logró juntar un pequeño grupo de personas importantes que la quisieron ayudar en su proyecto.

Por otro lado Mily Cohen, decidió consagrar su vida al estudio del Holocausto y otros genocidios; el día que escuchó a una sobreviviente dar una conferencia en su escuela, las palabras de Dunia Wasserstrom le llegaron a lo más profundo de su alma y entendió que no podía permanecer indiferente a lo que escuchaba: “Tengo miedo de morir, no por la muerte en sí sino porque mi historia y la de toda mi familia se va a ir conmigo, pero lo que más me consterna no es eso, es el hecho de que ningún joven me ha podido prometer que contará mi historia”. En ese preciso momento en el silencio del auditorio Mily le hizo la promesa a Dunia, se dedicaría a difundir la historia de todos aquellos que habían sufrido lo indecible. Diez años después, se fue a la marcha de la vida y al regresar decidió que en México debería existir un Museo.


Al enterarse que Sharon quería hacer lo mismo se dedicó a buscarla. El encuentro podría parecer como un presagio por la forma y el lugar: Mily se enteró que Sharon estaba dando una conferencia en su casa y fue a oírla. Al terminar la conferencia todos pasaron a uno de los cuartos en donde había hecho un pequeño museo del Holocausto. Cuando la gente se fue quedaron sólo ellas dos en el cuarto. Mily se presentó y le contó porqué la estaba buscando. Sus ojos se iluminaron al reconocer la pasión que había en cada una de ellas, después de cuatro horas de plática se dieron la mano y pactaron una promesa: en México habría un museo de la Memoria y la Tolerancia, era el año 1998. El pacto se dio en un pequeñísimo museo en el cuarto de la casa de Sharon. Cuando se iban a imaginar que iban a lograr un museo de 7,000 m2 en el corazón de la ciudad de México, junto con un grupo de jóvenes igual que ellas.

Inmediatamente después del pacto se pusieron a trabajar, dieron conferencias, empezaron a buscar a los sobrevivientes para aprender de ellos, porque entendieron el valor de tenerlos cerca y que se puede aprender mucho más de ellos que de cualquier libro. Con el tiempo la relación se fue haciendo más y más estrecha, poco a poco los lazos, entre los sobrevivientes y ellas, se fortalecían y los corazones se abrían. A través de este acercamiento fue como Simón Kleiman, sobreviviente del Holocausto y presidente de la Unión de Sobrevivientes, empezó a ser parte de la vida de Sharon y Mily. Las llamadas eran diarias y los cafés interminables. Sanborns fue testigo de largas e intensas pláticas, en donde nunca faltaba la emotividad. Don Simón tenía el don de transmitir con el alma y ellas el don de escuchar con el corazón. La marca que Simón dejó en ellas se aprecia en cada rincón del museo Memoria y Tolerancia. Él junto a su inseparable amigo y también sobreviviente Salvador Gilbert dedicaron su vida a la difusión del Holocausto, su fortaleza son y serán siempre ejemplo a seguir.

A través del acercamiento con los sobrevivientes descubrieron que algunos de ellos pasaban por una situación difícil económicamente, lo cual se les hizo inadmisible, sobre todo después de lo que ya habían padecido durante el Holocausto. Pidieron ayuda a instituciones comunitarias y aunque la respuesta era positiva, ellas percibían la sorpresa en los rostros, en casi todos se podía leer “que lindo propósito pero están muy niñas para esto”. Su percepción no se equivocó, ya que uno de ellos muy honestamente y con buenas intenciones les comentó: “me parece maravillosa su idea pero si quieren triunfar y que las tomen en serio busquen a alguien mayor y con buen nombre para que sea su representante y fundador. Al salir de esa cita meditaron sobre esa posibilidad y apostando todo decidieron que podían solas. Así fue como a partir de 1999, Memoria y Tolerancia, quedó constituida formalmente.

Decidieron parar todos sus proyectos de difusión y se dieron a la tarea de hacer un fondo de ayuda para sobrevivientes. Isidoro Zaga el papá de Sharon fue un gran apoyo para ellas y juntos empezaron a trabajar para juntar el fondo. En ese tiempo otras jóvenes se habían acercado con la misma inquietud, y aun sin nada concreto creyeron en el sueño. Muchas llegaron y muchas se fueron… pocas se quedaron. Se podría decir que no cualquiera daba crédito al sueño.

Empezaron el fondo, tocaron de puerta en puerta explicando el problema, aun sin conocerlas la gente las empezó a ayudar, no tenían estructura, ni oficina, ni personal, todo lo que tenían era el enorme deseo de ayudar. Sima Mochon llegó al grupo y puso la primera estructura, y así como ella empezaron a llegar y cada una aportaba lo que sabía hacer con el corazón en la mano. El fondo fue creciendo y después de seis meses dieron el primer cheque. La alegría y emoción las inundaron al ver la cara de los sobrevivientes. Uno de ellos comento: “esta ayuda me da tranquilidad pero no se compara con la felicidad que siento al saber que todavía hay gente buena en el mundo”.

El fondo empezó a funcionar y fue creciendo gracias a las maravillosas y nobles personas que con su ayuda lo hicieron posible. El sentimiento de ayuda no se quedó en los sobrevivientes, sintieron que tenían un enorme compromiso con el país que las vio nacer y crecer. Así fue que surgió el fondo de Ayuda a México. Empezaron de la nada, sus casas se convirtieron en bodegas y empezaron una enorme labor; nuevamente la aceptación no se hizo esperar y sus casas se llenaron de colchas, juguetes, ropa etc. Cada diciembre iban a un lugar de la República para entregar ayuda. Llegaron a repartir más de 15 mil prendas en una sola semana. El éxito fue tal que pronto empezaron a crecer, empezaron con un comedor en la Álvaro Obregón, un orfanato en Toluca y con el Hospital La Raza. A estos lugares se les daba preferencia y se trataba de cubrir sus necesidades. Hoy por hoy el grupo de “Ayuda a México” lleva 8 años entregando dinero, medicinas, útiles, ropa, colchas y otras necesidades.

Con el tiempo, el vínculo que las unía a los sobrevivientes se fue fortaleciendo y así fue como surgió la idea de satisfacer una necesidad de ellos y un deseo del grupo: dejar un legado para las futuras generaciones. Como respuesta a este anhelo Memoria y Tolerancia se abocó a la tarea de publicar un libro testimonial y un documental que dan cuenta de los testimonios de 79 sobrevivientes que llegaron a México.

Después de un largo y arduo camino, en el que los sobrevivientes abrieron su corazón y sus heridas para dejar fiel testimonio de lo que vivieron durante el Holocausto, y el equipo de trabajo se esforzó para recopilar y respetar la voz de cada testimonio, salió a la luz el libro “El Rostro de la Verdad” y el documental “Desafío al olvido”.

Nuevamente el sueño se hizo realidad gracias al apoyo de doce personas que entendieron la trascendencia de este proyecto e hicieron posible su realización. El libro y el documental se presentaron el 24 de octubre del 2002 con la presencia de más de ochenta sobrevivientes. La emoción del evento se sentía en cada rincón, fue un evento sin precedentes en donde más de mil personas escucharon casi sin respiro el documental y lloraron junto con los sobrevivientes. Fue una noche mágica, jóvenes y adultos por igual se unían al proyecto, tanto económica como moralmente.

Gracias a nuestro primer donador se logró presentar la propuesta del museo en el terreno de Condesa para poder recaudar fondos esa noche, la cual rebasó todas las expectativas previstas. Los días siguientes al evento siguieron siendo mágicos, los teléfonos no paraban de sonar y más y más gente se iba uniendo a Memoria y Tolerancia. Conforme pasaban los meses y se ponían a trabajar el proyecto del museo se fue enriqueciendo; tanto se enriqueció que se vieron en un grave aprieto: el museo ya no cabía en su terreno de Condesa.

Empezaron a buscar otras opciones. La preocupación iba en aumento, pero como dice el dicho “no hay mal que por bien no venga” y después de mucho trabajo, ofrecieron la posibilidad de coprar un terreno nada más y nada menos que en la Av. Juárez. No daban crédito a sus oídos, podría estar el museo en el corazón de la Ciudad de México.

Todo el grupo de Memoria y Tolerancia así como los sobrevivientes festejaron emocionados la gran noticia. El proceso duró unos meses y después de varias juntas, papeleos y pláticas se hizo la adquisición del terreno en Av. Juárez el día 9 de Enero del 2004. El grupo de arquitectos, que hasta hoy ha dado su labor de forma voluntaria, se abocó a hacer un nuevo proyecto para el nuevo terreno, con el tiempo se fueron dando cuenta que los limitantes del terreno eran bastantes para lograr el museo que se quería. El destino volvió a jugar un papel importante y los llevó a otro terreno. El nuevo terreno se encontraba a 20 metros del pasado y estaba justo enfrente al Hemiciclo a Juárez, no podía ser mejor, sobre todo debido a que no tenía las limitantes del otro terreno. Con la venta del terreno se adquirió el nuevo y último terreno en donde, finalmente, se abrirá el Museo.

Continuará…

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