Fecha aciaga. El viernes 18 de septiembre de 2009, a las 5:14 de la tarde, la gente se disponía a regresar a casa en distintos medios de transporte. Luis Felipe Fernández Castillo iba armado y se encontraba en el andén del Metro Balderas, realizando pintas en el lugar.
Un policía fuera de servicio quiso detenerlo, pero Fernández sacó su pistola y lo mató a sangre fría. Un pasajero en el Metro salió totalmente desarmado del vagón en el que se encontraba, y en un acto excepcional de altruismo, se lanzó hacia el pistolero para tratar de quitarle el arma. El asesino Fernández descargó su revólver en su persona. El forcejeo y la ejecución fueron captados por las cámaras fijas en el andén de la estación.
Esos son los datos, verificables en los videos que se divulgaron en distintos medios y redes sociales ese día. Esteban Cervantes Barrera, de oficio soldador, y el policía bancario e industrial, Víctor Manuel Miranda Martínez, murieron al tratar de impedir que Fernández siguiera disparando contra la gente durante el horario de mayor aforo en la de por sí frenética ciudad de México en día viernes. Ocho más resultaron heridos.
La estación Balderas del Sistema de Transporte Colectivo – Metro es el cruce de dos líneas sumamente concurridas. La color rosa, construida durante la administración de Alfonso Corona del Rosal, y la que parte de Indios Verdes hasta Ciudad Universitaria y viceversa.
Un cinturón de boxeo póstumo, para el héroe
Poco se sabe de Esteban. Sólo que en su juventud fue boxeador amateur que dejó de pelear a los 22 años para ayudar en el mantenimiento de su familia. Que su viuda e hijos recibieron de manos de José Sulaimán, eterno presidente del Consejo Mundial de Boxeo un cinturón. Que tenía cincuenta y ocho años cumplidos a la hora de su artero asesinato. Que la administración del Metro se ha negado a poner su nombre en uno de los vagones de la Línea 12. Que falleció tratando de evitar una masacre. Que llegó a Valle de Chalco del estado de Michoacán, hacía más de dos décadas. Que sus restos mortales reposan en el panteón San Lorenzo Tezonco de la delegación Iztapalapa en el Distrito Federal. Que la Asamblea del Distrito Federal le otorgó la medalla al mérito ciudadano en 2010. Que la misma ALDF aprobó que se pusiera su nombre a una calle de esta ciudad (pregunta obligada: ¿ya existe, o fue un ‘sentido compromiso’ asumido sólo para salir del paso y de dientes para afuera?). Que su familia prefirió velarlo en una sencilla ceremonia privada. Que su viuda, sus hijos y sus nietos deben añorarlo. Que el gobierno prefiere aparentar que con un pago y buenas intenciones se detiene el efecto corrosivo del tiempo, que completa la labor de olvido voluntario a la que estamos ya acostumbrados desde siempre en México.
¿No se merecen personas como el policía Miranda Martínez y Barrera, un Memorial en el lugar de los hechos? Es una pregunta que involucra el tipo de ciudad que queremos ser en el futuro: que exalte los actos fuera de serie de la ciudadanía, para que sirvan de ejemplo y puedan ser rescatados de las fauces del olvido.
Qué rápido se nos olvidan las cosas. Qué poca memoria institucional para honrar a las víctimas de la violencia que murieron defendiendo a los demás. Barrera intentó, a mano limpia y sin éxito, desarmar al desquiciado Fernández quien hoy purga condena de 151 años por el doble homicidio y lesiones a terceros.
Hasta el momento en el lugar no hay ninguna placa alusiva, o señal de que ahí ocurrió algo más allá de lo normal.
El video de las cámaras del Metro no deja lugar a dudas del heroico comportamiento de don Esteban. Lo muestra temerario, junto a la oleada de usuarios despavoridos: abalanzándose numerosas veces sobre su agresor, antes de caer fulminado por varios disparos a quemarropa.
Joel Ortega, el veterano –y hasta hoy impune- ex jefe policíaco durante el operativo New’s Divine, inauguró hace poco un mural intitulado ‘Los Pueblos no tienen Memoria’. Es hora de probarle a él y a otros funcionarios insensibles, que eso no es cierto.
La historia de Esteban Barrera encapsula el éxodo de millones de mexicanos de provincia a la capital; el hacinamiento en el transporte público, y la falta de protocolos seguridad. Un desigual e injusto mundo darwiniano donde sobrevive el más fuerte, y el conformismo e indiferencia ante las desgracias son nuestra principal seña de identidad.
En tres semanas más se cumple el cuarto aniversario de su sacrificio. Que no pase desapercibido, como otras efemérides que estamos obligados, por elemental humanidad, a recordar.
Como en el caso de tragedias colectivas que pudieron evitarse (el anteproyecto de Memorial New´s Divine, actualmente en curso de ser finalizado viene a la mente aquí en la Ciudad de México), tenemos el deber de conferirle una especie de inmortalidad a los actos individuales: aislados, de valentía sin condiciones como el que costó la vida a Esteban Barrera y Víctor Manuel Miranda.
Esteban Barrera salió del anonimato urbano por preocuparse de la seguridad de sus desconocidos semejantes. Amerita algo más que un asterisco o pie de página del texto cotidiano que escribimos en esta ciudad violenta y no pocas veces inhóspita. Materia para el periodismo amarillista, y la nota roja extraída de las entrañas del subterráneo en el ajeno y familiar DF. Crisol y verdugo de las mejores causas; botín de gandallas y oportunistas. Malebolge o Sótano de Babel, pero también: reflejo ocasional y ejemplo de lo mejor de nosotr@s mismos.
La ciudad transfigurada en Moloch; escenografía de la película Metrópolis (dir. Fritz Lang, 1927)
México, 2009. Sucesos como el del 18 de septiembre, donde dos hombres pagaron el precio más alto por defender a otros seres humanos, atajan al desaliento. Sí vale la pena pensar y actuar para el prójimo, como lo hizo sin duda don Esteban Barrera.
Coraje y valor civil, enfrentado a la agresión patológica
¿Cuándo colocan su nombre a alguno de los carros del Metro, como se comprometió ya a hacerlo el GDF? ¿Será otra promesa incumplida de nuestros legisladores locales y Miguel Ángel Mancera? Para no perder la costumbre, la presión social será fundamental para que algo perdurable se coloque ahí: en el sitio exacto donde murió un héroe civil en Balderas, en honor a su proeza.
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