PARA QUE TE ACUERDES DE DIOS
Un día, un hombre que tenía muchos apartamentos en renta subió a ver uno de ellos.
Pero en el momento que cerró la puerta, ¡se dio cuenta de que ya no era posible abrirla para poder salir!
El hombre estaba atorado y, para colmo, ¡su celular se había quedado sin batería!
¡Qué desesperación! Nadie sabía que estaba ahí y no tenía cómo avisar. ¿Qué hizo?
Se asomó por la ventana y empezó a aventar unas monedas que traía en su bolsillo, para que la gente volteara hacia arriba.
Pero, ¿qué sucedió? La gente pasaba, se emocionaba, tomaba la moneda y, feliz, se la quedaba, la guardaba y se iba.
Y así uno tras otro, ¡y nadie volteaba para arriba!
Y el hombre pensaba: “¡No puede ser! ¡Que alguien voltee a ver quién está aventando las moneditas!”, hasta que a este hombre (al que le urgía que voltearan) se le ocurrió tomar unas piedritas que se encontró, ¡y comenzó a lanzarlas!
¡Y ahí sí! Toda la gente volteaba a ver quién estaba aventando las piedritas.
Muchas veces, así somos con Dios: nos manda cosas lindas esperando que volteemos hacia Él, que le agradezcamos y lo reconozcamos.
Pero, ¿qué hacemos? ¡Tomamos lo lindo y lo disfrutamos, y ya!
Entonces, cuando Él ve que no volteamos, a veces tiene que mandarnos esas “piedritas”, ¡ya que ahí es cuando “siempre” volteamos y le pedimos su ayuda!
¡No hay que esperar a que nos caigan “piedritas” para reconocer a Dios y agradecerle!
Hay que aprender a agradecerle por “todo”, por cada cosa que damos por sentado tener (salud, poder entrar al baño, caminar, respirar, comer), ya que son esas moneditas que todos los días nos va aventando para que miremos al Cielo y le digamos: “Gracias, Dios”.
Saludos
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