En la antesala de un nuevo periodo de la Asamblea General de la ONU en Nueva York y de los ataques petroleros a Arabia Saudita que han sacudido los vectores de la política internacional, Mérida, Yucatán, atrae los reflectores de este mundo convulso, incierto y embrollado al abrigar una nueva edición de la Cumbre de los Premios Nobel de Paz con la participación de 30 galardonados.
Las amenazas a la paz y seguridad internacionales son muchas: la guerra económica, comercial y tecnológica entre Estados Unidos y China, la salida de Washington del Tratado de Armas Nucleares de Rango Medio con Rusia, las fisuras de la relación euroatlántica, las tensiones recientes entre Japón y Corea del Sur.
De igual forma, la ola rearmamentista mundial, el terrorismo, la proliferación nuclear de Corea del Norte y otros estados, junto con el abandono de la Casa Blanca del programa nuclear de Irán, éste último, un tratado pactado bajo el liderazgo del expresidente Barack Obama y materializado tras una década de espinosas negociaciones con la Unión Europea.
Es bajo la fórmula Trump-Johnson y la alianza angloamericana que hoy se busca deconstruir el orden liberal internacional basado en un portafolio de principios democráticos y valores compartidos que se construyeron después del fin de la Segunda Guerra Mundial.
A este mundo volátil y complejo se le deben sumar las contrariedades que arroja la desaceleración del crecimiento económico mundial que tiene como brújula el proteccionismo comercial. De concretarse un brexit duro y sin acuerdo, Reino Unido pagará una onerosa factura política, económica y social al tiempo que Alemania -el motor europeo-se enfila hacia una recesión.
El ambiente internacional es de extremo delicado y cada vez se le resta más cabida a la necesaria cooperación internacional, que hoy luce más desangelada que nunca, desde el fin de la Guerra Fría.
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