México: De la “crisis” hacia una verdadera agenda de competitividad

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En México como en el mundo, detrás del telón del fenómeno económico actual hay un escenario que pocos desean observar: la profunda reconfiguración geopolítica, opacada por retóricas bizantinas, formularios poco profundos y discursos descriptivos sobre la “crisis económica”, que realmente lo que hacen, es disfrazar el manejo de gobiernos que aplican con conveniencia irresponsable la filosofía del libre mercado e insisten en el abatimiento de las regulaciones gubernamentales.

En ese contexto, México se encuentra inmerso en una inexorable dependencia de maniobras económicas, provocada por su arquitectura política que no le ha permitido tomar su propio rumbo ni destino, al menos económicamente hablando.

La crisis económica, tiene antecedentes políticos y cuando de soluciones se trata, es necesario administrar con causas y no con fenómenos. Se acentúa la era de degradación del espacio público y del quehacer político. Priva la virtud del servicio, como la más eficaz forma de rentabilidad política, demostrada por países asiáticos, y predomina la mentalidad facciosa; la privatización de intereses donde el gobierno alienado, se enriquece haciendo del mercado su vendimia.


Las filosofías económicas ni las geometrías políticas son ampliamente vulnerables a los procesos de decadencia que avizora el fenómeno de la corrupción económica financiera.

En estos tiempos electorales, la clase política se inspira en la “agenda de la crisis”, para crear pomposos programas de supuestos beneficios sociales, que vistos desde la rigurosa óptica de la eficacia económica, estas medidas de corto plazo se inspiran más en cosmética y marketing político que la verdadera reflexión como la gran oportunidad de dimensionar una nueva era económica para México. Y ello lo observamos, porque el tener una política de austeridad no debería ser un antídoto para resolver una crisis, como tampoco lo es el impulso o congelamiento de tarifas o servicios industriales. El mercado necesita generación para crecer, no control ni reducción.

Sumado a ello, las transiciones electorales provocan un espejismo crónico al pensar que la elección de cargos públicos, corresponde a optar por la arquitectura económica, política y social de un país.

Ese acto, es realmente en mayor medida, la selección personal de un sujeto cuyos productos vendibles son, su carisma, su ser, su psicología social y sus actos de comunicación, vamos el “ser” mismo. El supermercado ofertado por el “ser de la persona” y no el “querer ser de una nación”.

Este tipo de elecciones corresponde más, a la necesidad de identificar nuestro “querer ser” en el “ser” de un personaje temporalmente idealizado para concluir satanizado después de un corto y severo plazo, resultado de la ficción mental de los electores de fabricar ese “querer ser” en el mundo de las irrealidades.

La clase política está distraída, administrando tiempos para la creación de franquicias electorales que sirvan de apalancamiento a líderes políticos que sin cargos públicos desean permanecer vigentes, en la gestación de agendas privadas trasladas al ámbito de la urgencia nacional dejando de lado la imperiosa necesidad de comunicarse y enrolarse en la nueva geopolítica mundial.

La reconfiguración de la geopolítica del mundo: nuevos factores reales de poder.

México necesita entender que debe cambiar su performance de relación y acercarse a los nuevos centros de poder de forma decisiva. Los problemas crecen cuando se retrasa el reconocimiento de su existencia, y cuando el dolor o la resistencia mental gobiernan a la realidad. La geometría económica actual, no permite las dictaduras de un solo imperio económico. China y Rusia, construyen agendas antagónicas apalancadas en el mundo africano y árabe. El mundo judeo-americano no tiene bases ya tan sólidas con el occidente europeo.

Financieramente el mundo está dependiendo ya de China, para muestra, el problema de liquidez de Estados Unidos, no radica en que los estadounidenses gastaron de más, sino que los chinos ahorraron demasiado, acumulando excedentes de ahorro para prestarlos a Estados Unidos a tasas bajas y financiar el consumo estadounidense.

China ha invertido del 2000 al 2008 más de un billón de dólares, de sus ganancias sobre las exportaciones manufactureras, en bonos gubernamentales y deuda hipotecaria en Estados Unidos, lo que redujo las tasas de interés y ayudó a alimentar el frenesí del consumo americano creando la famosa burbuja inmobiliaria como fórmula para paliar el déficit interno de Estados Unidos, aunado al financiamiento de una economía en guerra.

Ante tal dependencia financiera y con la enorme oportunidad de insertarse en la nueva geopolítica mundial, México requiere de un decisivo acercamiento con China. Sin titubeos ni cortapisas. Ese será el camino más corto de acercamiento con Estados Unidos. China, es el puente de acercamiento entre México y Estados Unidos.

El status quo político de México no le permite avanzar hacia la creación de su propio destino económico, la macroeconomía sirve a fenómenos económicos del mercado norteamericano y el mercado interno no está apalancado en un verdadero programa de desarrollo.

El panorama que parece desolador, nos permite, más que ser expertos en diagnósticos y neófitos para dar soluciones, la oportunidad de aportar algunas estrategias con “efecto prisma”, acciones que atacando una causa responderán a solucionar diversos efectos socio-económicos de nuestro país.

Deslocalización industrial y creación de clústeres industriales.

Para la expansión del desarrollo económico en todas las latitudes del país, México requiere de una estrategia fiscal y económica que incentive por decreto de creación de clústeres industriales en zonas federales y regiones especializadas del país, con la finalidad de trasladar industrias al campo, dotar a una región de especialización económica e industrial creando en consecuencia microeconomías generadoras de empleos acentuando las cadenas de valor.

El desarrollo decisivo de del sector terciario de la economía mexicana.

México debe posicionarse con una marca industrial y en la logística se encuentra la respuesta. El gobierno debe impulsar como nunca la atracción de inversión extranjera directa y el concesionamiento a empresas y apalancar el movimiento logístico asiático con la creación de zonas industriales de alto valor industrial, haciendo que los bienes manufacturados en Asia pasen por México para incorporarles valor con mano de obra mexicana, aprovechar el aparato de comercio exterior en materia de tratados que México tiene.

El impulso a la creación de un programa nacional de verticales de exportación para el fomento a las cadenas productivas del sector minero y energetico.

Articular las cadenas productivas de exportación e impulsar el sector minero para posicionar a México fuertemente ante la demanda china y asiática de este sector. El sector alimenticio de México puede ser un factor para responder a las demandas alimenticias de Asia. Apalancar el desarrollo del campo mexicano con la atracción de desarrolladores agrícolas de Asia y China para hacer de materias primas productos que fomente la exportación nacional.

La producción educativa empresarial.

La mejor forma de generar empleo, es produciendo lo que el mercado necesita. Los Estados deben atraer empresas extranjeras y nacionales y crear el sistema de incentivos de desarrollo educativo, donde el gobierno construya la infraestructura pública escolar, y las empresas administren la educación especializada.

La creación de una verdadero pograma nacional y estatal de atracción de inversión extranjera directa.

El engranaje legal de México requiere de un verdadero sistema de atracción de inversión extranjera que fomente la atracción de transferencia de tecnología, capitales permanentes que financien el mercado interno, y la capacitación laboral.

En la medida en que el sistema político deje de responder a medidas de corto plazo, donde exista una independencia económica respecto de los movimientos políticos, México avanzará.

Esta es la gran oportunidad, para que la clase política reinvente el aparato político y constitucional de México, separando el juego político de una agenda transexenal económica que permita construir el tan ansiado activo del que hoy carecemos, un verdadero proyecto de país con una agenda de nación competitiva relacionada con los nuevos centros del poder mundial.

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