Mi sionismo y yo, capítulo 2

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Escribe Jorge Luis Estrella:

Uno es todo el pasado acumulado en uno, toda historia, prehistoria, ancestral levadura, toda la inteligencia de la sangre heredada, uno es el agua actual yendo al mar que convoca pero también es el río desde que se hizo río.

Como siempre, uno no da importancia a las distintas cosas que va pensando, haciendo, diciendo. Realmente no son importantes, pues la vida continua y por lo general no se bien cuál es el mecanismo. En Israel se acostumbra plantar árboles, se denomina forestación. Incluso se festeja el año nuevo de los árboles. Cuando mi hija era pequeña, acompañé a los niños del jardín de infantes a plantar árboles en el bosque Canadá, camino a Jerusalém. Durante dos o tres años viajamos algunas veces a ver crecer “nuestro árbol” , es decir, el que plantamos nosotros. Al final no lo fuimos más, el bosque creció tanto que ya no ubicamos el árbol preciso. Aproximadamente son treinta los años que me acompaña la agradable sensación de haber plantado un árbol.


Estimo que en el año 1955 o 1956, (entonces guerra del Sinaí) dije que me iría a Israel. Según los recuerdos de lo que me contaron, cuando estudié que un presidente argentino tiene que ser católico, apostólico y romano (ya me avisaron que se cambió la ley, ya no me interesa ser Presidente) dije: ¡Yo quiero ser Presidente! y eso solo podía ser en Israel.

Mis padres nacidos en Europa, emigraron a la Argentina en el marco de la colonización judía y se instalaron en la Colonia Avigdor.

Allí se conocieron, allí se casaron, allí tuvieron sus hijos. Como muchos otros, la mayoría en realidad, no murieron allí, murieron en la Capital Federal. El nuestro era un hogar judío y como explicar que es un hogar judío si mis padres precisamente no responden al estereotipo tan conocido .Eso creo yo, espero alguno emita su opinión.

No comíamos cerdo porque la religión no lo permite, yo mismo llegué a conocer familias, o más bien restos de familias, que muchos miembros murieron por culpa de la trichinella (triquinosis) y resultaba natural para mi identificar normas religiosas como normas higiénicas, como lavarse las manos antes de comer. Hoy como cerdo y me sigo lavando las manos.

En realidad, mi madre era la religiosa de la familia y la que más o menos se preocupaba de tener la casa Kasher, con la separación de utensilios para comidas lácteas y comidas basadas en carnes.

La mortadela, exquisita, sólo la comía con mi padre en el almacén y no la llevábamos en casa. Ya adulto, teniendo mi propia casa, no compraba jamón en las épocas que recibía la visita de mi madre. Tampoco solía fumar en su presencia los sábados. Yo lo denomino respeto, alguno dirá que soy cínico.

En la pared del salón que daba al oriente había un cuadro con un bordado que decía mizraj (oriente) y eso representaba la dirección de Jerusalém, símbolo del pueblo judío, ya más de dos mil años. También teníamos escuela hebrea y allí estudiábamos hebreo y cuentos de la historia, costumbres, tradiciones. Me recuerdo de la Mora Eva Lindt, no tanto por el hebreo, sino por su belleza. También aprendí observando la puerta de su habitación en el hotel de Tante Ana que a los muchachos les gustaba visitar a las chicas.

La prohibición impuesta por los británicos para emigrar a Israel, la necesidad de los certificados, estimo yo, fue en definitiva el factor que llevó a mis padres y mis abuelos a la Argentina. Mi abuelo paterno fue soldado del derrotado ejército alemán en la primera guerra mundial y murió unos meses antes de mi nacimiento. Heredé su nombre. El otro abuelo murió cuando yo tenía aproximadamente 10 años de edad, lo recuerdo como un hombre religioso, solía ponerse los tfilim. De todas, maneras mis recuerdos de él pasan por hermosos momentos que no son religiosos: cuando me cantaba, cuando lo acompañaba a recoger la miel, ya que era apicultor y cuando jugábamos al 21 y siempre ganando o perdiendo, yo me recibía alguna moneda.

La escuela primaria era mixta, varones y mujeres, judíos y cristianos. En mis recuerdos, todos los eventos compartíamos, salvo por supuesto, la sinagoga en las fiestas judías. No había iglesia en Avigdor y cada mes venía un cura del pueblo vecino a efectuar su misa. Los judíos teníamos obligación de presenciar la misa, pero estábamos liberados de arrodillarnos. Todos compartíamos el “la paz sea contigo”, en la que todos se saludan sobre el final de la misa.

Acerca de Julio Ioseph May

Julio Ioseph May (Yossi) nació en Entre Ríos, Argentina. Es Contador Público de la Universidad de Buenos Aires. Desde 1973 viviò  en el Estado de Israel y a partir de febrero 2014 reside en Barranquilla, Colombia. En vistas a la tercera edad comenzó a practicar su sueño de escribir que lo acompañó desde chico.Participa activamente en variados grupos literarios del internet. Comparte publicaciones de cinco antologías: De Paz y De Guerrasy Lazos Umbilicales publicadas en Israel en 2007, "primer antología" de Muestrario de Palabras (2007) y Libro del Haiku, Ediciones Artesanales Santoamor (2008) ambas en Buenos Aires. Pensamiento Antologico Universal, La poesia purifica la vida humana, Congreso Universal de Poesia Hispanoamericana, publicada en Mexico 2010. La revista virtual Palabras al Sol publicaba regularmentecuentos y poemas de su autoría. Su preferencia es la narración.

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