Miradas innovadoras: un legado cultural

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De cosmógrafos, escritores y pioneros de la física de partículas… La migración del periodo de entreguerras influye de manera decisiva en el panorama intelectual y creador en nuestro país De astrónomos y matemáticos a conservadores de la tradición literaria, pasando por la física de partículas.

De repente, en los cafés de la que en las primeras décadas del siglo XX era la muy joven colonia Condesa de la capital mexicana, se empezaron a escuchar conversaciones en alemán. No eran los primeros, ni serían los últimos, pero la presencia que tuvieron en nuestra vida cultural dejó un legado de larga permanencia y contribuyó en la modernización que nuestro país experimentó en la centuria pasada.

Eran creadores: artistas, músicos, científicos, y continuaban una larga historia de viajeros los cuales se avecindaron en México, el cual se remontaba siglos atrás y que incluía a Heinrich Martin, mejor conocido como Enrico Martínez, aquel cosmógrafo nacido en Hamburgo y que soñó, intentó, construir, en el siglo XVII, el desagüe que protegiera de las inundaciones a la capital de la Nueva España. De lengua alemana era también el religioso jesuita Eusebius Franz Kühn, que también vivió en el siglo XVII y fue conocido en el mundo de habla hispana como el padre  Eusebio Francisco Kino, cartógrafo, astrónomo, evangelizador y explorador del noroeste de lo que hoy es México.


Fueron y han sido muchos, y los vientos que los trajeron a estas tierras soplaban diferente: no venían a poner negocios ni a construir puentes comerciales. Entre la fascinación, la búsqueda del conocimiento y la presión de la dura realidad, se habituaron a este país.

“Las migraciones estrictamente culturales tienen lugar en distintas épocas y tienen diversos motivos”, explica a Crónica Héctor Orestes Aguilar, escritor, germanista y diplomático cultural.  “Son artistas, académicos, investigadores que vinieron a México por distintas razones, una de ellas fue la fascinación por un país que en materia cultural ofrece un acervo tan vasto y tan diverso como el nuestro, pero es cierto que muchos de ellos pudieron emigrar hacia otros países y sin embargo se quedaron acá”.

Lo cierto es que entre estos intelectuales de lengua alemana no hubo un motivo único para echar raíces en México. “Incluso, podemos pensar en razones que se antojarían poco importantes, como el clima: a lo largo de los siglos XIX y XX, México tuvo una cantidad de días de sol que no tuvo Alemania, y eso es una razón real; Egon Erwin Kisch (1885-1948), escritor bohemio en lengua alemana, va a referirse a México como “país solar”, y él es un personaje esencial para comprender este tipo de migraciones”.

Aparecieron, si no de manera masiva, sí fueron abundantes. De la noche a la mañana,  los habitantes de la colonia Condesa y las  zonas aledañas empezaron a escuchar, en sus calles y cafés, conversaciones en alemán, que se sumaron a los vecinos judíos y mexicanos de origen judío que hablaban en yiddish”.

Según Orestes, la presencia de estos alemanes fue, inicialmente, un impacto importante en la Condesa en el periodo de entreguerras: “¿Por qué vinieron a esta colonia? Vinieron a este barrio porque les recordaba muchísimo a los barrios de Berlín, a algunos barrios de Viena o Praga, y la arquitectura déco mexicana, muy derivativa del art nouveau y el déco centroeuropeo, les daba un entorno atractivo, cosmopolita, con el que se sentían familiarizados. Claro que también algunos prefirieron establecerse en otras colonias “modernas”, como la Juárez o la Roma, o en el centro de la ciudad”.

 

LOS VIENTOS DE LA POLÍTICA SOPLARON HACIA MÉXICO

Esta migración de entreguerras es la que quizá sea, aún un siglo después, la más visible, estima Héctor Orestes, “la que más nos permite atisbar de mejor manera el fenómeno de la migración alemana en nuestro país, y será importante porque lo forman grandes figuras, porque aporta elementos relevantes a la cultura mexicana”.

Muchos de ellos vinieron empujados por la efervescencia política. “Muchos de ellos eran militantes de izquierda, y no pocos eran judíos”, detalla Orestes Aguilar. “Eran intelectuales perseguidos políticamente, o bien de manera explícita o bien presionados por una corriente de antisemitismo que ya era fuerte aún antes de la llegada de Hitler al poder. Esas coincidencias entre el origen étnico-religioso y la posición política y una profesión vinculada a la producción cultural –intelectuales, académicos, investigadores—constituyeron el perfil de esta migración; además, prácticamente todos eran liberales de izquierda y el conjunto explica que buscaran asilo en otros países. Uno de ellos fue México”.

Así se construyó esa parte de la historia de los exiliados en nuestro país: “Muchos venían de Alemania, otros de Austria, incluso llegan algunos austrohúngaros y gente de Praga, de Bohemia, todos de lengua alemana. Este conjunto multinacional contribuyó de manera muy importante a la cultura mexicana hasta mediados del siglo XX”.

 

LAS HUMANIDADES Y LAS CIENCIAS

Aunque esta migración de lengua alemana tuvo brillantes exponentes de las disciplinas humanísticas, también llegaron a México científicos de gran talla, “que hacen aportaciones que me parecen cruciales para el desarrollo de la ciencia mexicana. Son los menos, van a hacer cosas que en nuestro país no se hacían, fueron verdaderos ejemplos”.

¿Qué clase de personajes son estos emigrantes? Orestes Aguilar menciona al historiador de arte Paul Westheim (Eschwege, Alemania, 1886-Berlín, 1963),  que vino a México con su esposa, Mariana Frenk (Hamburgo, 1898-Ciudad de México, 2004).

“Westheim era un personajazo de la república de Weimar, experto en arte contemporáneo, y empieza, entre otras cosas, a conocer los objetos arqueológicos de origen prehispánico y a él le debemos que la historia del arte en México comience a considerar estos objetos, particularmente la cerámica y los objetos ornamentales ya no como vestigios arqueológicos puros y duros sino también como objetos de arte, porque codificó una crítica de arte moderna en la que se incluye a este mundo del arte prehispánico, que aportó esta mirada fresca, novedosa, a la que aportaron también investigadores mexicanos”.

Mariana Frenk, la esposa de Westheim, caminó por los senderos de la expresión literaria: “En paralelo a la obra de su marido, ella se convirtió en una gran conocedora de literatura mexicana y de las traiciones. Se volverá una traductora –de otro orden- del universo estético prehispánico de los objetos de la antigüedad prehispánica a un lenguaje accesible. Se convirtió en una conocedora de la literatura mexicana, de las tradiciones populares y fue –y esto no es cosa menor—la primera traductora de Juan Rulfo”.

Para Orestes, al mirar la herencia de la migración alemana intelectual, el matrimonio Westheim-Frenk “difícilmente podría encontrar un caso tan espectacular como el de esta pareja que desde sus distintas disciplinas marcan una huella en la cultura mexicana, un antes y un después”.

El investigador llama la atención sobre el legado de esta pareja, porque su huella en México se extendió: “Dejó una descendencia que ha seguido dando frutos a la cultura mexicana: incluso, Mariana Frenk comenzó a publicar en español cuando ya era muy anciana, y entre su familia, ya mexicanos por convicción y pasión, están personajes como Margit Frenk, estudiosa de nuestra lengua. Otro caso es Julio Frenk (Ciudad de México, 1953-), científico, médico, Secretario de Salud y hasta autor de una obra de divulgación para chicos. Y la herencia sigue: en la cuarta generación, por ejemplo, está la enorme actriz Mariana Hartasánchez  Frenk (Ciudad de México, 1976), biznieta de Mariana, y que hace un tipo de teatro, muy cercano, en ocasiones, al cabaret berlinés, es decir, la cuarta generación regresa a sus orígenes y el círculo se cierra. Me parece una historia profundamente emotiva”.

LA RECOMENDADA DE EINSTEIN

Hay otros personajes que, acaso, el paso del tiempo haya ocultado en nuestra historia cultural: “Existió una química, vienesa de origen judío y se convirtió en una de las grandes eminencias del Instituto Politécnico Nacional. Me refiero a Marietta Blau”.

Héctor Orestes Aguilar evoca a Blau: “Era una típica personaje vienesa del cambio del siglo XIX al XX; forma parte de ese exilio estimulado por la política del gobierno de Lázaro Cárdenas, que da una gran acogida a los exiliados políticos que huyen del nazismo. Ella consigue una carta de recomendación de Albert Einstein, y llega a México después de haber trabajado en campos como la radioactividad, la física y las matemáticas; se convierte en investigadora del IPN, y es increíble que, durante mucho tiempo, al ver los archivos fotográficos de instituciones como la ESIME del Politécnico, ella era la única mujer entre medio centenar de varones, la única profesora de tiempo completo”.

“Son casos ejemplares; me parece que el de Marietta Blau es particularmente ejemplar”, asegura Orestes. “Era extraordinaria investigadora, una precursora de la ciencia moderna y con una gran inteligencia. Además era judía y era mujer. Estuvo postulada, tres veces, al Premio Nobel de Física. Es una refugiada de la que México tiene que estar orgulloso, porque la apertura, la política de asilo que tuvimos, le abrió las puertas a alguien como ella, aunque en 1960 regresó a Viena. Todavía espera ser biografiada”.

Acaso sean historias que se recuerdan poco, admite el investigador, y en ellas hay que rescatar a Erwin Egon Kisch, “que quizá sea el primer periodista europeo moderno que se mete al México profundo y descubre, para los lectores contemporáneos, un mundo que allí estaba y que no daba nota periodística: los trabajos de Kisch van a revelarle a Fernando Benítez el mundo indígena que iba a ser el impulso que llevó al periodista mexicano, que ya era un gran conocedor de nuestra historia, a escribir su serie Los indios de México. Verdaderamente, el legado de todos ellos, resulta ahora imprescindible”.

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