Monforte, Ribadavia y Tui: ecos de Sefarad

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Arvoles yoran por luvyas / i muntanyas por ayres / ansi yoran los mis ojos / por ti, kerida amante». La amante de esta canción popular, compuesta en ladino en 1492, no es otra que Sefarad, España, y su autor, que terminó aquellos versos diciendo: «¿Qué va a ser de mí? En tierras extranjeras me voy a morir», fue uno de los cientos de miles de judíos peninsulares expulsados por los Reyes Católicos aquel mismo año.

Aquella expulsión –al igual que la de los moriscos, 120 años más tarde– supuso un terrible drama humano que rompió familias, obligó a abandonar la Península a entre 160.000 y 200.000 personas –unas 25.000 perdieron la vida por el camino– y les hizo malvender casi todas sus pertenencias.

Las víctimas principales de aquella tragedia fueron los hebreos hispanos –unos años después los portugueses sufrirían idéntico destino– pero Sefarad también acabó perdiendo un incalculable patrimonio cultural, intelectual y humano, después de 13 siglos ininterrumpidos de presencia judía en la Península.


La mayor parte del legado sefardí desapareció por acción del fanatismo, la intolerancia y el paso de los siglos, pero, por suerte, todavía es posible rastrear algunas de las huellas dejadas por nuestros compatriotas hebreos en las antiguas aljamas de muchas ciudades y pueblos de nuestra geografía, vestigios valiosísimos que intenta difundir y preservar la Red de Juderías (ver anexo).

En Galicia, el número de hebreos fue muy inferior al de otras comunidades judías, como las del sur peninsular, pero también dejaron una profunda huella en algunas poblaciones, como sucedió, por ejemplo, en TuiMonforte de Lemos o Ribadavia.

REFUGIO SEFARDÍ

El reino de Galicia se mostró siempre más tolerante con los practicantes de la fe hebrea que otros territorios del centro y el sur de la Península. A diferencia de otros lugares, allí no se les obligó a segregarse en guetos, ni tampoco hubo matanzas ni persecuciones a finales del siglo XIV, como sí ocurrió en otros puntos de los reinos peninsulares. Este carácter más abierto sin duda atrajo hasta tierras gallegas a muchos judíos, que soñaban con un lugar tranquilo y seguro donde vivir.

Por desgracia, llegado el año de 1492 los judíos gallegos no se libraron de la expulsión –o se vieron obligados a convertirse a la fe cristiana para poder seguir en su querida Sefarad– y el legado hebreo se fue desdibujando con el paso de los siglos, aunque basta prestar un poco de atención para adivinar los ecos de aquel pasado…

MONFORTE DE LEMOS, LEGADO HEBREO

Nuestra primera parada nos conduce hasta la capital de la Ribeira Sacra. La localidad lucense surgió en el monte San Vicente, y hasta allí hay que dirigirse para iniciar la ruta tras sus huellas hebreas.

Torre del Homenaje y Parador Nacional | © Javier García Blanco

El conjunto monumental del monte tiene su origen en el siglo XI, cuando los condes de Lemos llegaron a un acuerdo con los monjes benedictinos asentados en los terrenos colindantes para que cedieran parte de los mismos a cambio de ciertos beneficios.

Surgió así una importante fortaleza que dio cobijo a importantes ferias y mercados que activaron la economía de la región. De aquel pasado próspero se conservan hoy la Torre del Homenaje, un fragmento de la muralla, el monasterio benedictino de San Vicente do Pino –hoy convertido en confortable Parador Nacional–, y restos del edificio del antiguo palacio de los condes de Lemos, que aún conserva el escudo de la familia.

Sin duda atraídos por la pujante actividad comercial, los judíos monfortinos se establecieron en los alrededores de las puertas de la muralla, cerca de la fortaleza. A diferencia de otros lugares, los hebreros de Monforte no vivían segregados, sino que estaban mezclados con el resto de la población, distribuidos en varias zonas. Por esta razón, los historiadores señalan que más que de una judería, habría que hablar aquí de una “zona de ámbito judío”.

Vista de la Porta Nova, en Monforte | © Javier García Blanco

El primer punto de esta zona es la Porta Nova, uno de los accesos de época medieval, cuya estampa nos permite imaginar el trasiego y el bullicio en esta parte de la ciudad en la segunda mitad del siglo XV. Nada más traspasar esta puerta nos adentramos en la rúa Falagueira, que antiguamente constituía el eje principal de esta zona de presencia judía y llegaba hasta la Puerta de la Alcazaba o de Pescaderías.

En la Falagueira aún puede verse un edificio de sillares bien trabajados que, según algunos documentos, podrían pertenecer a la antigua sinagoga, que se habría levantado aquí. Unos metros más adelante, en el último tramo de la calle, se conserva la Casa de los Gaibor, la familia judía más importante de Monforte –más tarde conversos–, que destacó por su actividad comercial y por ocupar cargos de importancia en el Ayuntamiento.

Junto a la Puerta de Pescaderías se encontraba la plaza del mismo nombre, en la que vivieron algunas familias hebreas y otro tanto sucedía en la cercana rúa de Zapaterías y en la de los Ferreiros (hoy plaza de España), cuya parte alta estuvo ocupada en época medieval por artesanos hebreos.

Fachada del Colegio da Nosa Señora da Antiga (o Colegio de la Compañía) | © Javier García Blanco

La ruta judía de Monforte termina aquí, pero merece la pena caminar unos minutos más para terminar nuestro recorrido en el Colexio da Nosa Señora da Antiga, un soberbio edificio de estilo herreriano –basta ver su fachada para comprender porqué le llaman “El Escorial gallego”– en cuyo interior no faltan algunas referencias al mundo hebrero. Además de un bellísimo claustro y una interesante pinacoteca –con pinturas de El Greco y varias tablas de Andrea del Sarto–, cuenta con una iglesia en cuyo retablo hay tallada una escena de la circuncisión del Niño Jesús, un rito judío símbolo del pacto entre Dios y Abraham.

Vista desde el claustro del Colegio de la Compañía de Monforte | © Javier García Blanco

RIBADAVIA: ENTRE EL MIÑO Y EL AVIA

Atravesada por las aguas del Avia, el río que le da nombre, Ribadavia se convirtió en un núcleo de población importante en el siglo XI, gracias a la decisión del rey García I de establecer aquí la capital del reino de Galicia entre 1065 y 1071. Un siglo más tarde, otro monarca, Fernando II, concedió a la villa el Foro Real, atrayendo así a un buen número de comerciantes, entre ellos no pocos judíos.

Este trato de favor de la monarquía hacia la localidad favoreció también el desarrollo del cultivo del vino de Ribeiro, a cuya producción y comercio se dedicarían también muchos hebreos locales, que exportaban sus vinos a otros reinos peninsulares y europeos, en especial a Inglaterra, Irlanda, Flandes o Alemania.

Plaza Mayor de Ribadavia | © Javier García Blanco

Aunque la presencia de judíos en Ribadavia se remonta a los primeros años del municipio, la primera fuente documental que se conserva y en la que se les menciona es las Crónicas de Froissart, de finales del siglo XIV. En sus páginas, que relatan la Guerra de los Cien años, se menciona la invasión de Galicia en 1386 por parte del duque de Lancaster, y se explica cómo las tropas inglesas se enfrentaron en Rivadavia a cristianos y judíos, que luchaban juntos para defender la localidad.

Froissart cuenta que había entonces 1.500 hebreos, pero los historiadores están convencidos de que esa cifra es una exageración. En el siglo siguiente, antes de la expulsión, en la villa del Ribeiro vivían entre 13 y 4 familias (en 1464 y 1482, respectivamente), tal y como se desprende de la documentación conservada.

DEL CASTILLO A LA XUDERÍA

El castillo de los Condes de Ribadavia | © Javier García Blanco

Iniciamos nuestra visita al legado sefardí de la localidad en el castillo de los condes de Ribadavia, un recinto que data de la segunda mitad del siglo XIV y que se convirtió en símbolo del poder de los Sarmiento. Los judíos ribadavienses contemplaban a diario la fortaleza de sus señores, pues la judería estaba muy cerca de allí.

En el siglo XVII, los condes decidieron abandonar el frío castillo y se trasladaron a un pazo –mucho más cómodo y práctico– ubicado en la actual plaza Mayor, enmarcada por casas de piedra y bellos soportales. El edificio señorial acoge hoy distintas dependencias municipales, como la Oficina de Turismo y el Centro de Información Xudía. Este pequeño museo ofrece al visitante una didáctica explicación de la historia de los judíos en Galicia, los oficios que desempeñaban, su expulsión y la persecución que sufrieron los judaizantes por parte del Santo Oficio.

Centro de Información Xudía de Ribadavia | © Javier García Blanco

Nada más salir del Centro, a mano derecha, arranca la rúa Merelles Caula, antiguamente llamada rúa da Xudería, pues aquí comenzaba la parte de la villa ocupada por los hebreos ribadavienses. La calle, estrecha y de suelo empedrado, serpentea en dirección a la plaza de la Magdalena. Precisamente, algunos autores sitúan en este lugar la sinagoga, aunque otros estudiosos creen que estaba un poco antes, justo en el cruce de las calles Merelles Caula y San Martiño.

En la plaza de la Magdalena hoy podemos contemplar la iglesia del mismo nombre (construida en el siglo XVIII), y en la cercana plaza de Buxán, que también formó parte del antiguo barrio judío, merece la pena acercarse hasta un pequeño mirador que ofrece hermosas vistas de la ribera del Avia.

Rúa de Merelles Caula | © Javier García Blanco

Seguimos ahora por la rúa de la Porta Nova de Abaixo, para muchos una de las más bonitas de toda la judería. Una de las casas que aquí se levantan muestra con orgullo un azulejo que evidencia el pasado judío de la vivienda, al igual que el edificio del número 27, donde destaca una estrella de David.

Herminia Rodríguez, repostera de pastas judías en Ribadavia | © Javier García Blanco
Herminia Rodríguez, repostera de pastas judías en Ribadavia | © Javier García Blanco

Al final de la calle desembocamos en la Porta Nova, una de las puertas de la muralla que franqueaba el paso a la Ribadavia medieval, y que todavía conserva su estampa almenada. Justo en este lugar, intramuros, arranca la rúa Porta Nova de Arriba, que se adentraba también en la judería.  Subiendo por ella llegamos a la Travesía Porta Nova donde, durante décadas, abrió sus puertas cada día la Tafona de Herminia, un obrador artesanal especializado en dulces hebreos, regentado con manos hábiles y cariñosas por Herminia Rodríguez.

Aunque la tahona cerró sus puertas en la primavera de este año, Herminia, una jovencita de 83 años, sigue encendiendo a diario el horno de piedra para que no se estropee, con la esperanza de que alguien continúe con su legado y siga elaborando pastas como los kupferlin, las masiñas de mapoulas o los kamischbroit.

En los años 40 del siglo pasado, en plena 2ª Guerra Mundial, fueron otras tres mujeres, las hermanas Touza –Lola, Julia y Amparo–, quienes sellaron un estrecho vínculo con los judíos, en este caso de otros puntos de toda Europa. Las Touza trabajaban en un pequeño puesto de la estación del ferrocarril de Ribadavia, donde a menudo recibían a huidos de la persecución nazi, que se identificaban con un santo y seña, como en las novelas y películas de espías.

Las hermanas ocultaban en su casa a los fugados y, aprovechando la noche, les ayudaban a cruzar la raia, la frontera con Portugal, desde donde embarcaban a lugares seguros. Hoy, en la plaza Mayor, una de las casas muestra una placa que recuerda la meritoria labor de estas mujeres, que ayudaron a salvar la vida de más de 500 personas.

También sufrieron la persecución los judíos de Ribadavia que, tras la expulsión de 1492, decidieron simular su conversión al cristianismo y seguir practicando en secreto la religión de sus antepasados. Estos criptojudíos solían reunirse en hogares particulares, que transformaban en improvisadas sinagogas, para celebrar sus ritos.

Iglesia de San Domingos | © Javier García Blanco

Se conservan documentos que hacen referencia a algunos de ellos, como Felipe Álvarez, boticario y funcionario de confianza del Ayuntamiento, que fue investigado y procesado por el Santo Oficio a principios del siglo XVII. Álvarez, que había actuado de rabino para sus vecinos, fue condenado a muerte, aunque pudo salvar la vida pagando 11.000 reales. Su lápida y la de su mujer se conservan hoy en la iglesia de San Domingos, muy cerca del castillo de los Sarmiento, donde se les enterró tras haberse convertido a la fe de Cristo.

Precisamente, en la calle de San Martiño, muy cerca de la judería, todavía puede verse hoy una casa que acogió a la Santa Inquisición, y en cuya fachada pueden verse los blasones de familias relacionadas con la siniestra institución, que tanto temor infundió durante siglos.

Casa de la Inquisición | © Javier García Blanco

TUI, CIUDAD DE FRONTERA

Con su casco histórico acariciado por el Miño, que aquí ejerce también como frontera natural con Portugal, Tui conserva todavía hoy la imponente estampa de una ciudad que, en la Edad Media, fue residencia de reyes y sede de obispos, algo que sin duda ayudó a dar forma a su espectacular conjunto histórico, el segundo más grande e importante de Galicia, sólo por detrás del de Santiago de Compostela.

Hubo judíos en la localidad al menos desde el siglo XI, aunque hasta una centuria más tarde no se estableció una comunidad de carácter permanente, tal y como atestigua la existencia por aquellas fechas de un cementerio, una carnicería y una sinagoga para la población hebrea.

Vista nocturna de la catedral de Tui | © Javier García Blanco

Al igual que en el caso de Ribadavia y Monforte, muchos judíos peninsulares acudieron hasta Tui atraídos por su importancia comercial, pero también, y en especial a raíz de las persecuciones y matanzas de finales del siglo XIV, por el trato más benévolo y tolerante de la población y autoridades del reino de Galicia hacia los hebreos.

HUELLAS JUDÍAS

Para descubrir la presencia sefardí en la ciudad pontevedresa no hace falta alejarse del centro histórico. Según los últimos estudios, el núcleo original de la aljama tudense se encontraba en el entorno de la calle de las Monjas –antiguamente calle Oliveira–, en la calle Ordoñez –donde se levantó la sinagoga, de la que todavía se conserva el patio–; y en la calle obispo Castañón –antes calle de Canicouba–. Toda esta zona y la calle Tide –donde hoy se levanta un pequeño hotel de aspecto señorial llamado Torre do Xudeu (Torre del Judío)–, habría acogido a la mayor parte de los hebreos locales.

En el entorno de la calle de las Monjas se encuentra el Túnel de las Encerradas, un pasaje que antaño perteneció al sistema defensivo de la ciudadela de la catedral, dando acceso al barrio de la Oliveira (de ámbito judío), y que hoy forma parte del convento de las monjas clarisas.

Precisamente, en el convento encontramos una huella –en este caso indirecta– de los judíos locales: todavía hoy, las religiosas del conjunto monástico elaboran y venden pastas tradicionales, como los deliciosos y célebres “peces de almendra”, que tienen un origen judío, pues era una receta típica entre los conversos.

Calle de Tui en la que se encuentra la Casa de Salomón | © Javier García Blanco

A un paso del convento se levantan otros dos de los hitos judíos de Tui: el primero de ellos es la llamada Casa de Salomón (en la calle obispo Castañón), un edificio del siglo XV que perteneció al mercader Salomón Çaadia, y cuya tipología constructiva –con patio interior– es típica del centro y sur peninsular, de donde seguramente procedía el comerciante. El segundo punto de interés es también una vivienda, en este caso la Casa dos Capeláns. Antigua casa-taller, en su fachada todavía pueden verse dos ménsulas en las que aparecen representados Moisés y Aarón, quienes condujeron al pueblo de Israel hasta la tierra prometida.

Claustro de la catedral de Tui | © Javier García Blanco

La catedral de Tui, con sus formas rotundas y aspecto de fortaleza, es el monumento más importante de la ciudad. Y también aquí, aunque pueda sorprender, encontramos huellas del pasado judío de la ciudad. En su hermoso claustro gótico, el visitante puede descubrir una menorá (el candelabro de siete brazos) tallada en uno de los sillares de la esquina oriental. La presencia de este símbolo es un testimonio de la buena convivencia que, durante siglos, hubo entre cristianos y judíos de la ciudad, pues demuestra que un sefardita participó con su aportación en la construcción del templo.

PRUEBAS DE LA PERSECUCIÓN

Al otro lado de la plaza de la catedral, en el Museo Diocesano, descubrimos otro testimonio sobre los tudenses de fe hebrea. Y, en este caso, se trata de un vestigio mucho menos amable. En el museo, entre otras muchas piezas de gran valor, se encuentra una notable colección de cinco sambenitos, los únicos que se conservan en toda Europa.

Sambenitos en el Museo Diocesano de Tui | © Javier García Blanco

Estos lienzos pintados enumeran una lista de catorce personas, acusadas de «herejes judaizantes», que fueron “penitenciadas” en 1617. Los sambenitos eran expuestos por la Inquisición en los muros de iglesias y catedrales para hacer escarnio de los herejes y sus familias durante generaciones. En el caso de Tui, los sambenitos colgaron hasta 1763.

Ubicación de la antigua Cárcel Capitular | © Javier García Blanco

La última huella de la presencia judía en Tui tiene que ver también con la represión y persecución. En la antigua rúa Entrefornos, a espaldas de la catedral, justo en el arranque de una cuesta que sube al templo, se encuentra la antigua Cárcel capitular, construida a comienzos del siglo XVII y en la que se encerró al canónigo Francisco Coronel, perteneciente a una de las familias más importantes de la ciudad, que fue acusado de judaizante.

Aquellos tiempos oscuros, de persecución y miedo, han quedado por suerte atrás. Y, aunque no hay nada que podamos hacer para compensar a quienes perdieron su hogar y se vieron obligados a dejar la tierra que les vio nacer, sí podemos honrar su memoria recordando y preservando su legado, que hoy también es nuestro: el de la «kerida amante», la llorada Sefarad.

RED DE JUDERÍAS

Desde hace más de 20 años, la asociación Red de Juderías, Caminos de Sefarad, reúne a una veintena de municipios españoles que poseen, en sus conjuntos históricos, un importante patrimonio relacionado con el pasado judío de los distintos reinos peninsulares de la Edad Media.

Símbolo de la Red de Juderías | © Javier García Blanco

Con el fin de defender y potenciar este importante legado, las localidades que forman parte de la red promueven actos y proyectos culturales, turísticos y académicos que den a conocer esta riqueza histórica y cultural, al tiempo que promueven el respeto mutuo entre pueblos, culturas y tradiciones diferentes.

En sus más de dos décadas de historia, la Red de Juderías ha potenciado el turismo de estas localidades, pero también ha permitido rehabilitar y recuperar calles y edificios históricos que corrían el riesgo de caer en el olvido, ayudando así a conservar el conocimiento sobre el pasado de los judíos peninsulares que vivieron en Sefarad hasta su expulsión a finales del siglo XV.

Entre los pueblos y ciudades que forman parte de la red, se encuentran los siguientes: Ávila, Barcelona, Béjar, Cáceres, Calahorra, Córdoba, Estella-Lizarra, Hervás, Jaén, León, Lorca, Lucena, Monforte de Lemos, Plasencia, Ribadavia, Sagunto, Segovia, Tarazona, Toledo, Tudela y Tui.

GALICIA: PARAÍSO DEL VINO

Con cinco denominaciones de origen (Rías Baixas, Ribeiro, Ribeira Sacra, Valdeorras y Monterrei) y cuatro zonas con Indicación Geográfica Protegida, no hay duda de que Galicia es tierra de deliciosos vinos. Esta riqueza vitivinícola no es ajena a la cultura judía, pues además de emplearse en ceremonias y celebraciones, los judíos de Sefarad, y entre ellos los del reino de Galicia, tuvieron a menudo una estrecha relación con el vino.

Muchos de los hebreos gallegos fueron comerciantes de vino, pero también poseían viñas y lo producían, por ejemplo, en Ribadavia, capital del Ribeiro, un vino que se exportaba a distintos reinos peninsulares y europeos.

© Javier García Blanco

Precisamente, a apenas 5 kilómetros de Rivadabia, en la parroquia de Santo André do Campo Redondo se encuentra el Museo do Viño de Galicia, ubicado en un antiguo conjunto monumental del siglo XVIII que dependía del monasterio de San Martiño Pinario en Santiago de Compostela.

El museo es un espacio espectacular, tanto por la reforma realizada en el edificio que lo acoge, como por la completa y didáctica exposición de su interior, que aborda cuestiones relacionadas con el proceso productivo del vino gallego a lo largo de la historia, la viticultura y la vinicultura, todo ello explicado de forma sobresaliente.

Vista del río Sil desde el mirador del Duque, en la Ribeira Sacra | © Javier García Blanco

En Monforte de Lemos, capital de la Ribeira Sacra, también cuentan con un Centro do Viño, un espacio de interpretación en el que se detallan todos los pormenores de la producción de los vinos de esta denominación de origen. El centro cuenta además con tienda, bar y restaurante, donde es posible realizar catas y degustaciones. Para completar la experiencia, nada mejor que hacer una visita al mirador del Duque y contemplar el río Sil en todo su esplendor, con las viñas creciendo en las escarpadas pendientes del cañón.

GUÍA DE VIAJE:

PARA DORMIR: En Monforte, el Parador Nacional está situado en el monte de San Vicente, junto a la Torre del Homenaje, y ocupa el edificio del antiguo monasterio benedictino.

En Tui, la Torre do Xudeu es un hotel de aire señorial situado en una casona de piedra del siglo XVIII, ubicada en el conjunto histórico de la ciudad, en una de las zonas que ocuparon familias hebreas de la localidad.

En Ribadavia, una buena opción es alojarse en el Casal de Armán, un establecimiento de turismo rural a unos 5 km de la localidad, en la parroquia de Santo André de Campo Redondo.

PARA COMER: En Monforte, el Centro do Viño cuenta con un restaurante que ofrece algunos platos de inspiración sefardí, ideales para maridar con los vinos de la Ribeira Sacra.

En los alrededores de Ribadavia, merece la pena acercarse hasta el Restaurante Sábrego, donde el chef Marco Varela y su equipo apuestan por los productos de proximidad y menús degustación de 8 y 10 pases. Además, cuentan con bodega propia (DO Ribeiro).

En Tui, O Novo Cabalo Furado ofrece entre sus platos sabroso marisco y productos del mar, mientras que el restaurante La de Manu es el lugar perfecto para degustar un plato de lamprea a la bordelesa, típico de la región.

PARA SABER MÁS:

  • AIRA PARDO, Felipe. Judíos y conversos de Monforte de Lemos. Agrasar Editores. Monforte de Lemos, 2017
  • VILA, Suso. Judíos, conversos e Inquisición en Tui. 2013.

Wanderer

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