Mientras las mujeres de Arabia Saudita hacen campaña para que su gobierno les permita conducir automóviles (como se consignó en este espacio la semana pasada), en Egipto, donde la condición femenina de subordinación y opresión no es ciertamente tan extrema, aparecen sin embargo también en estos momentos señales de que en ese país, como en buena parte del mundo árabe, muchas mujeres comienzan a reaccionar activamente contra el orden social, religioso y cultural prevaleciente en el que ellas están muy lejos aún de experimentar condiciones de vida que expresen la vigencia de una mínima equidad de género.
No cabe duda que su participación en primera línea en las protestas que desembocaron en el derrocamiento de Mubarak, fue el detonante de la toma de consciencia de su potencial en diversos sentidos, y por ende de su inconformidad contra los ataques a su dignidad y contra el papel de sometimiento al que por lo general han estado sometidas de la cuna a la muerte.
En Egipto la violencia de género es un gravísimo problema. En un reporte publicado conjuntamente en 2013 por una agencia de la ONU, el Centro Egipcio de Demografía y el Instituto Nacional para la Población, el dato fue que 99.3% de las mujeres encuestadas habían experimentado alguna forma de acoso sexual. De la misma manera, se sabe que el índice de violaciones es notablemente elevado y que la violencia física y sicológica contra las mujeres en el seno del hogar forma parte de la tradición, tal como lo demuestran estudios realizados por el Consejo Nacional para las Mujeres de Egipto. Los “asesinatos de honor”, o sea aquellos que se realizan para “limpiar el honor familiar de comportamientos inmorales de sus mujeres”, siguen registrándose no obstante la legislación en su contra.
En este lamentable contexto es alentador observar que empiezan a surgir iniciativas para contrarrestar esas lacras. Una de ellas es la aparición de una publicación promovida por artistas creadores de tiras cómicas, caricaturistas y narradores, tanto mujeres como hombres, cuyo propósito es denunciar y satirizar las conductas sociales que denigran, violentan y excluyen a las mujeres a partir de los estereotipos y tabúes que han formado parte de la cultura nacional y han avalado vergonzosamente la cotidiana violencia ejercida contra ellas. El nombre de esa revista de aparición trimestral es El-Shakmageya, cuya edición ha estado a cargo de una ONG denominada Nazra por los Estudios Feministas. Su lanzamiento oficial se llevó a cabo a fines de octubre pasado en el Instituto Francés de El Cairo.
Se trata sin duda de un modesto pero valiente y valioso esfuerzo por contrarrestar una lacerante realidad que, por desgracia, se ubica en un entorno regional donde el radicalismo islamista y misógino infiltra cada vez más sus tentáculos a través de las barbaridades cometidas por el Estado Islámico o ISIS y sus múltiples sucursales en tantas partes del mundo árabe y musulmán, incluido Egipto. En momentos en que abundan reportes de asesinatos, secuestros, esclavización y mutilaciones de mujeres en amplias zonas y en cantidades espeluznantes, esfuerzos como el representado por esta publicación, si bien modesto, debería contar con un decidido apoyo de las autoridades para convertirlo en detonante de legislaciones más avanzadas al respecto y de campañas inteligentes destinadas a cambiar mentalidades. Una simple frase pintada en un cartel sostenido por una mujer en una manifestación en El Cairo hace poco, contiene la esencia de la idea que debería de guiar en principio a ese cambio: “Hombres, contrólense a ustedes mismos, no a las mujeres”.
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