Recordando el 11-S: Es hora de que Estados Unidos se involucre de lleno

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Cuando Estados Unidos tuvo un enemigo por igual confiable y predecible durante la Guerra Fría, jugábamos el juego de la disuasión a escala global y pudimos cubrir nuestros flancos con entidades sustitutas, servicios de inteligencia y de vigilancia. Tras un catastrófico éxito, la derrota de Saddam Hussein y la caída de la Unión Soviética, iniciamos un proceso de concentración miope sobre un tipo de amenaza a la vez. Todo esto fue inicialmente un cambio en la preparación a dos contingencias medianas contra estados rebeldes tales como Irak y Corea del Norte con una reducción simultánea de las capacidades de defensa y de inteligencia con el objetivo de producir dividendos parciales. Luego de suceder los ataques del 11-S, este se centró en la «Guerra contra el terrorismo» a nivel nacional. Ahora, a raíz de nuestra retirada de Afganistán tras 20 años de continua guerra, volvemos a cambiar y dirigir nuestra atención hacia un competidor chino que hemos ignorado hasta hace poco y a quien le hemos permitido cambiar la dinámica del poderío global y regional sin que realmente comprendamos lo que estaba ocurriendo.

La empresa de seguridad nacional de los Estados Unidos pasó de ser un actor global de clase mundial a un grupo de chiquillos que jugaban fútbol y corrían en grupo persiguiendo la pelota. Este enfoque, que fue de lujo para una superpotencia global dominante que pudiera seguir cometiendo los mismos errores una y otra vez sin consecuencias existenciales, debe terminar y rápidamente, en el mundo multipolar y de multi-amenazas en el que nos encontramos hoy día a medida que nos acercamos al segundo cuarto del siglo 21. Si bien China, sin lugar a dudas, representa la mayor amenaza existencial tanto para nuestras vidas como para nuestros medios de subsistencia, es solo el número uno en un desfile de amenazas y desafíos cada vez más complejos que Estados Unidos debe abordar simultáneamente de una manera eficiente, enfocada y rentable al que no estamos acostumbrados a practicar en las últimas décadas.

Junto a China como competidor por igual con sus ya malas intenciones, tenemos a una Rusia revanchista que utiliza con bastante eficacia tecnologías disruptivas, enfoques sombríos a través de entidades sustitutas que socavan a los aliados estadounidenses, redes criminales que se involucran en delitos cibernéticos, asesinatos contra disidentes y cuando puede sin ningún tipo de consecuencias y fuerzas convencionales y no-convencionales obligan a su sumisión ante los objetivos nacionales rusos.


Nuestra retirada de Afganistán también ha creado las condiciones para una amenaza terrorista islamista resurgente y le ha dado un impulso moral a los yihadistas de todo el mundo. Si estas preocupaciones no fueran suficientes para oscurecer el pronóstico de estabilidad global, todavía tenemos estados rebeldes tales como Corea del Norte e Irán que continúan incrementando su capacidad en utilizar armamento nuclear y a menudo utilizan sus fuerzas paramilitares y especializadas para fomentar disturbios en regiones inestables y apuntar específicamente a las fuerzas, aliados e intereses de los Estados Unidos donde sea y cuando esté disponible hacerlo.

Si esta sombría situación no fue lo suficientemente abrumadora para aquellos que toman las decisiones en los Estados Unidos, entonces las pandemias, los desafíos ambientales, los cárteles criminales regionales y globales y el surgimiento de una amenaza terrorista doméstica han estirado no solo las capacidades internacionales de los Estados Unidos, sino también la voluntad y el tejido de nuestra sociedad y nuestro compromiso con nuestras libertades fundamentales y normativas democráticas.

¿Qué debería hacer Estados Unidos cuando enfrente todos estos desafíos simultáneos y abrumadores? La respuesta es bastante simple, pero posee un conjunto de requisitos de ejecución muy estrictos y complejos. Es hora de que Estados Unidos deje de ir tras la pelota y comience a jugar nuevamente el juego de la disuasión a escala global.

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La disuasión requiere de inversión en capacidades para mantener una ventaja competitiva contra China y contra otros oponentes estatales y no-estatales, a fin de asegurarle a nuestros aliados y responder enérgicamente cuando sea necesario. También debemos invertir en las capacidades y enfoques con el fin de abordar y mitigar los desafíos delictivos, ambientales y pandémicos, al tiempo que nos damos cuenta del peligro de que estas se difundan demasiado a través de gran cantidad de amenazas. Estas inversiones también dependen de una postura global que mejore la capacidad del gobierno estadounidense para trabajar con aliados y fortalecer las acciones multilaterales con el objetivo de hacerle frente a todo tipo de amenazas y desafíos. El desafío hoy es tanto si tenemos la billetera para pagar estas inversiones como la voluntad de una gran potencia para hacerlo, una gran potencia dispuesta a estar activa en el escenario mundial pero lo suficientemente disciplinada como para evitar extralimitarse.

Un requisito fundamental para abordar los desafíos, mitigar los riesgos y responder enérgicamente es invertir en vigilancia y análisis a través del recopilar inteligencia activa sobre información crítica. Estas inversiones incluyen no solo la recopilación encubierta de inteligencia humana, los sistemas y tecnologías de vigilancia y la integración de inteligencia artificial para el análisis, pero también la recopilación activa y el procesamiento de inteligencia de códigos abiertos. Se necesita más contenido de inteligencia pero también la manera de discernir para diferenciar lo esencial de lo marginal.

La sociedad abierta norteamericana (y los tropiezos y errores públicos) y la economía están ahí a la vista de todos y como resultado, la libertad individual y la búsqueda de la felicidad presentan un desafío formidable para los oponentes estatales y no-estatales junto a una poderosa amenaza para quienes unen cosmovisiones autoritarias. Con el fin de contrarrestar este dinámico e inherentemente mensaje de libertad individual estadounidense, los enemigos de los Estados Unidos responden a través de sus propios mensajes en las redes sociales, en los medios impresos y a través de sus controladas transmisiones. Estos esfuerzos presentan una clara oportunidad para comprender las estrategias, el enfoque operativo y las tácticas de nuestros oponentes a través de sus propias palabras y mensajes. Si bien la recopilación clandestina de inteligencia a través de los medios humanos y técnicos nos permite evaluar y contrarrestar a nuestros oponentes, la forma más rentable de comprender a nuestros oponentes y la manera en que estos amenazan a los Estados Unidos es escuchar lo que dicen en los medios de comunicación abiertos.

Estados Unidos puede comprender mejor la forma en que piensan nuestros oponentes y el cómo planean atacarnos y contrarrestarnos escuchando y analizando sus propios mensajes. Esto es muy cierto para competidores iguales a China, estados revanchistas tales como Rusia, estados rebeldes como Corea del Norte e Irán, grupos yihadistas con alcance regional y global y grupos domésticos subversivos y peligrosos tales como los supremacistas blancos y neonazis. Estos oponentes deben tratar de contrarrestar abiertamente el mensaje de libertad y debemos invertir activamente en escuchar, comprender y contrarrestar las estrategias que estos envían abiertamente a través de sus propias palabras. Los desafíos que enfrenta Estados Unidos son innumerables, pero con una sólida recopilación de los servicios de inteligencia global, incluso en el campo de los códigos abiertos, podemos comprender a nuestros oponentes y contrarrestarlos de manera proactiva desde una postura de fuerza que corresponde a un poder aún mayor, aunque bastante maltrecho.

*Tom Cosentino es general de brigada retirado del Ejército de los Estados Unidos y miembro de la junta de asesoría en MEMRI.

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