Si tan solo, el sábado, cayeran los generales sudaneses

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Ojalá fuese tan sencillo – que en menos de una semana luego de ser lanzada, se revirtiera la toma militar en Sudán. El sábado 30 de octubre, cientos de miles de sudaneses acudirán a protestar contra la toma de poder realizada por los generales en Sudán, encabezados por Abdul Fatah Al-Burhan, quien les vio derrocar al gobierno civil del país el 25 de octubre.

El rechazo popular al tan temido golpe de estado contra el gobierno civil de Abdullah Hamdok comenzó de inmediato, con manifestaciones y desobediencia civil por parte de la población. La resistencia (y el asesinato de civiles) continúan.[1] Casi todos los partidos políticos en Sudán han condenado la toma militar del poder, al igual que los países en Occidente junto a las Naciones Unidas, la Unión Europea y la Unión Africana. Grupos de activistas han estado bastante activos en la red y en las calles, resultando el primer día en varios muertos y decenas de heridos. Cientos de millones de dólares en asistencia de los Estados Unidos y de otros países han sido congelados, mientras que el Banco Mundial ha detenido sus programas de apoyo. Una declaración de los estadounidense emitida luego de una llamada telefónica entre el secretario de Estado estadounidense Blinken y el canciller de Arabia Saudita dijo que ambos ministros condenaron la toma militar (el embajador saudita en Jartum se reunió posteriormente con el general Al-Burhan).[2]

Otras voces fueron más cautelosas. Rusia claramente le dio la bienvenida a la toma del poder, mientras que China utilizó un lenguaje vago y más abierto. Igualmente vago fue el mensaje proveniente del vecino Egipto, visto como cercano a los generales y de los estados clave del Golfo.


La marcha del «Millón de hombres» a realizarse el 30 de octubre representa el mayor desafío hasta ahora para el gobierno de los generales. Este es solo el último capítulo de una lucha que viene desarrollándose desde el mes de abril del año 2019, cuando, después de meses de manifestaciones populares y de una sangrienta represión por parte del régimen islamista de Omar Al-Bashir que lleva 30 años en el poder, los generales se movilizaron para destituir a su antiguo amo. Aunque el pueblo entregó su sangre para oponerse al régimen, los generales esperaban gobernar. De hecho, uno de los «puntos de no retorno» de los militares para ese momento era que la ley del sharia debería permanecer en Sudán.[3] La presión popular e internacional luego de una masacre de manifestantes llevada a cabo por la unidad de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) llevó al incómodo acuerdo de repartirse el poder, comenzando en agosto del 2019, que llevó al respetado Hamdok a primer ministro, mientras que Al-Burhan se convirtió en jefe de estado de facto. Acechando bajo las sombras se encontraba el astuto y hambriento de poder general adjunto de Al-Burhan, Muhammad Hamdan Daglo (también conocido como «Hemeti»), un antiguo comerciante de camellos convertido en Janjaweed y luego en comandante de las FAR.

Es bastante improbable que el 30 de octubre el régimen sea eliminado y también poco probable que el régimen militar quiebre la resistencia popular. Todas las opciones que pueden probarse y que serán probadas en el futuro ya han sido probadas antes, por los manifestantes y por aquellos represores. Tanto Al-Bashir como sus sucesores militares han utilizado la represión total – masacrando a los manifestantes, cerrando Internet, utilizando falsas turbas pro-militares[4] de contra-manifestantes, haciendo falsas promesas de reforma. Todas estas ya han sido probadas y ninguna ha logrado calmar el descontento. Todas serán intentadas de nuevo y se harán esfuerzos para mitigar el impacto de un alzamiento civil en masa.

Manifestantes, estudiantes, jóvenes y organizaciones profesionales han demostrado un notable celo, valentía y firmeza al enfrentarse al régimen de turno y lo han hecho con un compromiso de desobediencia pacífica. Ellos no se detendrán.[5] Pero la población está desarmada; el ejército posee casi todas las armas de fuego. Una cosa es seguir manifestando valientemente a pesar de las probabilidades, mantener la presión y practicar ser oposición al régimen en una miríada de formas prácticas. Pero es muy difícil ver que el régimen caiga tan fácilmente a menos que se presente una división dentro de las filas de aquellos que poseen las armas. Esto suena mucho a una especie de estancamiento, incluso uno muy posiblemente sangriento, que todavía parece favorecer a quienes tienen el poder físico en Sudán – en este caso, los militares.

Pero algunos factores nos dan esperanzas de cambio. Si los generales permanecen en el poder, tendrán que gobernar. Habiendo despedido al gobierno civil y habiendo prometido un nuevo equipo de tecnócratas, los generales necesitan crearse al menos ciertos títeres civiles semi-creíbles. Esto no es fácil de hacer, dado el gabinete, relativamente bueno y en su mayoría tecnócratas – que ya ha sido destituido y el rechazo a las acciones de Al-Burhan hecho por los partidos políticos y por la sociedad civil. Al-Burhan ha invitado abiertamente a Hamdok a que regrese bajo nuevas condiciones (más control militar), pero también ha dicho que posee una lista de otros candidatos.

Entre estos candidatos puede que esté Kamal Idris, ex-director de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI). Idris se postuló para las ya fallidas elecciones presidenciales del año 2010, recibiendo el 0.76% de los votos. Curiosamente, el candidato que llegó en segundo lugar detrás de Al-Bashir en esas elecciones fue Yassir Arman del SPLM-Norte, quien recibió el 21.7% de los votos en el año 2010 y se desempeñaba como asesor de Hamdok donde fue arrestado por los militares el día de ocurrir el golpe de estado. Uno supone que los generales pueden robar cadáveres pagados en dólares por los patrones del ejército o que se les permita robarle al estado con el fin de proveerle personal al gobierno. Pero este no será uno muy capaz que pueda enfrentar los innumerables desafíos que enfrenta el país en medio del escepticismo internacional. Así que, la «cobertura» civil provista por los generales promete ser dolorosamente traslucida.

Un segundo factor de cambio son las facciones rebeldes sudanesas, la mayoría de las cuales han firmado acuerdos de paz con el gobierno. El único ex-rebelde arrestado hasta ahora ha sido Arman. Y Al-Burhan, en su discurso posterior al golpe de estado, se comprometió específicamente con el acuerdo de paz Juba del año 2020 y le pidió a los dos rebeldes restantes que se unieran al proceso de paz (ambos, el SPLM-N de Abdul Aziz Hilu y el SLM de Abdul Wahid Al-Nur, han rechazado ahora el golpe de estado).

Pero, ¿cuánto tiempo durará una paz altamente tentativa, ligada a un complicado acuerdo de paz, en Sudán, con un gobierno civil probablemente incompetente sirviéndole de títeres a la junta militar? El estallido de la guerra en Sudán pondrá aún más tensión en un ya destartalado régimen. Por otro lado, otros dos ex-rebeldes, Minni Minnawi del SLM (nombrado gobernador de Darfur a comienzos de este año) y Gebreil Ibrahim del JEM (nombrado ministro de Finanzas a comienzos de este año), acogieron en las últimas semanas la intervención militar contra un gobierno del que estos formalmente eran parte. Ambos también le dieron la bienvenida a un papel mucho más importante para los islamistas en Sudán.[6]

El tercer factor volátil es el factor ideológico. Cimentado en el discurso de Al-Burhan, el plan es gobernar en nombre de la revolución popular que derrocó a Al-Bashir, basándonos en el documento constitucional (partes del cual los militares suspendieron) y finalmente entregarle el poder a un gobierno civil electo en un par de años (todo esto parece muy tentativo). Es improbable que las fuerzas armadas sigan realmente comprometidas con un proceso que, eventualmente, pudiera finalizar con su casi impunidad y recortar el poder económico. Si no es así, ¿buscará cambiar su nombre como una especie de régimen militar nacionalista similar al de Al-Sisi en Egipto? ¿O los generales que fueron examinados por su lealtad por gente como Omar Al-Bashir volverán a tipificar y utilizar al islam político, tal como lo hicieron los ex-dictadores Al-Bashir y Nimeiry, como fuente de legitimidad del régimen? Esto pudiera poner algo nerviosos a los regímenes que apoyan de manera secreta el golpe de estado.

El factor de desempeño final es el propio ejército. ¿Habla Al-Burhan en nombre de toda la institución militar firmemente unido tras de él? Este ciertamente debe mantener al ejército satisfechos. ¿Es él el «moderado» entre los radicales, o simplemente es uno de varios de los competidores cínicos en busca del gobierno supremo entre las filas uniformadas? ¿Es él el compañero de Hemeti, la marioneta de Hemeti o el rival de Hemeti? Las tres descripciones pudieran ser precisas en función a las circunstancias cambiantes. La destitución del presidente Al-Bashir, hecho ocurrido en el año 2019 estuvo fuertemente influenciado por el jefe del servicio de inteligencia sudanés Salah Ghosh, quien luego fue rápidamente rechazado por otros ex-líderes del régimen. De dicho fermento político-militar surgió el actual duopolio Al-Burhan/Hemeti, que se ha irritado constantemente ante la mera posibilidad de que ocurra una mayor supervisión civil. Ambos hombres se han beneficiado enormemente de sus convenios desde el año 2019.

Hemeti, Minnawi e Ibrahim (todos oriundos de Darfur, todos rivales y en los años del conflicto en Darfur, en ocasiones aliados o adversarios) han mantenido un perfil bastante bajo desde que ocurrió el golpe de estado dado por Al-Burhan. Ninguno de los tres ha tuiteado ni una sola vez desde que sucedió (al momento de escribir este artículo). ¿Apoyando estos totalmente a Al-Burhan, o él literalmente se les adelantó antes de que pudieran actuar por su cuenta? Algunos pudieran ver esto como un indicio de división entre la élite militar gobernante, con una facción de Al-Burhan mucho más «nacionalista» enfrentada ante una facción más islamista. Pero es muy probable que la lucha tenga más que ver con la ambición personal que con política. En este escenario, están esperando ver si este general en particular se aferra al poder y sirve como figura decorativa adecuada, o si puede ser reemplazado por otro. Pero también se recuerda el golpe de estado del general Al-Bashir en el año 1989, que incluyó el arresto inicial de islamistas tale como Hassan Al-Turabi, solo para que luego se revelara que Al-Turabi había sido parte todo el tiempo del complot.

El resultado más probable es que nada llegará a su fin el sábado – de que solo será la última escaramuza en la larga lucha que realiza el pueblo sudanés, que se recupera repetidamente luego de haber sido derribado, con el fin de asegurar su libertad y dignidad humana.

*Alberto M. Fernández es vicepresidente de MEMRI.


[1] Twitter.com/SudanzUprising/status/1453783567906004999, 28 de octubre, 2021.

[2] Sudantribune.com/article222591, 28 de octubre, 2021.

[3] Smallarmssurvey.org/resource/sudan-uprising-popular-struggles-elite-compromises-and-revolution-betrayed, junio, 2020.

[4] Bbc.com/arabic/middleeast-58938964, 16 de octubre, 2021.

[5] Alaraby.co.uk, 28 de octubre, 2021.

[6] Skynewsarabia.com, 21 de octubre, 2021.

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