El día que terminé un trabajo de ventas que me daba suficiente dinero para vivir en la carísima Barcelona, acompañado de dosis elevadas de estrés sobre todo por fingir durante mucho tiempo ser el que no era, recibí un peculiar correo electrónico:
Hola a todos, estoy buscando alguien que le apetezca viajar conmigo a Munich el día 26 de junio de este 2008 al festival Tollwood en Munich, llevo mis 3 espectáculos de calle: salida el jueves 26 de junio, llegada el 27 festival el 28-29-30 de junio y 1 de julio, vuelta el 2, llegada a Barcelona el 3…. naturalmente, hoteles, comidas y diversión aseguradas corren a mi cuenta …el itinerario seria salir de Barcelona hasta casi Estrasburgo, y por Alemania a Munich, ídem a la vuelta ….si estáis en camino !?
Besos a todos
Adrián Schvarzstein
Un saludo Adrián:
¿Y qué hay que hacer para ganarnos el premio de acompañarte?
David
Hola David, normalmente, a parte de evitar que me duerma mientras conduzco y soportar la música barroca, pues nada mas …
Saludos desde Noruega.
Adrián
Pues me voy contigo
David
Y claro, quedamos en ir.
Yo había conocido a Adrián en su Circus Kleismer unos meses antes y se había ganado mi admiración. Los invito a mirar el porqué antes de seguir leyendo.
El día de salida llegue temprano a su casa en Barcelona y llenamos una camioneta grande con un montón de cosas para tres espectáculos que entonces ni siquiera había visto, resaltaba una cama con ruedas, pedales y volante y un Organillo de casi 100 kilos de peso.
Pusimos en el GPS una dirección en Munich, y empezamos a recorrer los 1,397 kilómetros que nos separaban de nuestro destino.
Lo de la música barroca era verdad, aunque se trataba de más que eso, la emoción con que Adrián recibía, cantaba y actuaba las grabaciones durante todo el camino era contagiosa.
Pasamos la frontera a Francia y no paramos hasta llegar a Alemania luego de 12 horas de camino. Dormimos en un mini hotel en una pequeña ciudad y en la mañana nos dirigimos a Munich.
Tomamos una autobahn sin limite de velocidad, y en unas cuantas horas estábamos a 30 kilómetros de nuestro destino. Pero entonces los BMW y los Mercedes que no dejaban de rebasarnos pasaron de 200 a 0 kilómetros por hora.
Simplemente estábamos frente a una cola interminable de coches y trailers. Pasaron casi tres horas sin avanzar y sin enterarnos que estaba ocurriendo. Fue peor que el periférico y el viaducto del DF juntos y lo paradójico es que nos ocurría en una de los caminos más “rápidos” del mundo.
Adrián tenía que actuar esa misma tarde y estaba claro que no llegaría. Aparte de eso, la desesperación y el hambre eran intensas, la segunda la calmamos con galletas marías que eran parte de la utilería y la desesperación intentamos calmarla haciendo algo: nos salimos de la autopista a través de un terreno lodoso, imitando a otros coches. Por poco nos atascamos hasta que llegamos a una carretera secundaría. Sin entender nada, tomamos otro camino que decía Munich, pero los anuncios hacia la ciudad desaparecieron, en su lugar ponían Dachau.
No puede ser, pensé.
Vimos el Mapa y de Dachau a Munich se llegaba, dando una vuelta enorme pero se llegaba, por ello seguimos avanzando, ya que al menos nos movíamos.
La carretera entraba al pueblo por el único camino que pasaba al lado del siniestro campo de concentración de la ciudad, el único que los nazis construyeron en Alemania, los demás estaban lejos de la vista de sus ciudadanos, en la vecina Polonia, aunque se piensa que este campo fue el proyecto piloto de lo que llegarían a ser Treblinka, Auschwitz…
Unas horas después llegamos finalmente a Munich tan solo para preparar los tres espectáculos del día siguiente. El equipo del festival nos recibió muy bien, nos dieron una habitación para cada uno y un folleto con todas las actividades del festival.
A solas en mi cuarto abrí el folleto del festival.
Tolwood cumplía 20 años, y se llevaba a cabo al lado del Estadio Olímpico de Munich.
Entonces entendí.
20 años antes en 1988 era un mochilero de 19 años que viajaba con otros tres amigos por Europa ayudados del Euralpass que nos dejaba subir a los trenes de casi todo el continente. Estábamos en Ámsterdam y comentamos lo siguiente:
– Tomamos un tren nocturno a Munich, visitamos el campo de Dachau, después pasamos la tarde en Munich y luego en la noche tomamos un tren a París.
– Nos ahorramos 2 noches de hostal y visitamos Alemania.
A esa edad las cosas se meditan un promedio de 2 segundos, así que todos estuvimos de acuerdo. Llegamos a Munich temprano y tomamos un autobús hasta el campo de concentración, pasamos la mañana conmovidos y tratando de entender: ¿Qué hacíamos en Alemania? Terminamos con Dachau y tomamos el autobús y el metro para llegar a la villa olímpica, visitamos el estadio y ya con toda la tarde por delante salimos a pasear por el parque que rodea las instalaciones deportivas. Un hermoso lago nos llevo a un concierto de música folk en Alemán, todos cantaban y bailaban en medio de un generoso sol de verano. Un espectáculo teatral amenizaba el cambio de escenario, mientras entraba una banda de Rock, con lo que cientos de personas enloquecimos de emoción al ritmo del Heavy Metal. Los cuatro amigos bailamos asombrados de la energía colectiva y de las muchas Alemanias que se nos presentaban en unas cuantas horas. Subí la mirada hacia una improvisada manta arriba del escenario que ponía “Tolwood Festival”, claro era la primera edición del festival en el que actuaría Adrián mañana.
El festival fueron días maravillosos, acompañando y ayudando al talentoso Adrián que trabajaba sin parar pasando de superhéroe a dandy y de dandy a gitano bailarín, fue una delicia
Además puede ver dos de los mas hermosos espectáculos escénicos de mi vida, el primero “La Cucina dell’Arte” a cargo del Circus Ronaldo que haciendo acrobacias con pizzas y platos llevaba al publico a un mundo de carcajadas imparables basadas en un humor muy inteligente y en un conocimiento profundo de la tradición circense.
Un día tuvimos unas horas libres y aproveche para pasear en bicicleta, di una vuelta por el Parque Olímpico y por una de las entradas principales al estadio me encontré con el monumento a las víctimas de los juegos de 1972, masacre dirigida a atletas israelíes en suelo alemán a manos de la OLP, fecha clave en el alba de un espiral de violencia que parece no tener fin y costando victimas inocentes a los dos pueblos.
Y de pronto pensé o entendí: estoy en Munich en una de las ciudades europeas más hermosas y avanzadas en todos los sentidos, en un festival ayudando a hacer y viendo el mejor teatro de mi vida, pero no me puedo despegar de la Shoa, ni siquiera del actual conflicto palestino israelí. Y cuándo vine a esta ciudad veinte años atrás por unas horas a ver según mis planes solo lo referente a la Shoa, mis pasos me llevaron también a ver teatro y música. ¿En dónde esta el pasado, el presente y el futuro? ¿Estaba realmente en Alemania o Alemania estaba en mi, mostrándome lo que representa para mi? Hitler, Beethoven, Heisenberg, Einstein, y hasta nuestro Grinberg que significa montaña verde en Alemán. Todos asomando su cabeza al mismo tiempo, todos resaltando su-mi Alemania.
Da la impresión que todo ocurre al mismo tiempo y en el mismo lugar, lo mejor y lo peor, todo entrelazado.
Vuelvo al festival y nos avisan que se cancela el espectáculo porque es el final de la Eurocopa de Fútbol. Alemania contra España. Nadie quiere saber nada de teatro. Resignados Adrián y yo decidimos ir a ver el partido en una pantalla gigante. Mi amigo Schwarstein, nació en Argentina y ha vivido en España, Italia, Israel, Bélgica y de nuevo en Barcelona. Y ahí estábamos los dos, con apellidos judeo alemanes, gritando España, España, por dos razones, la primera porque al hablar español en Europa la gente te convierte en español y porque por supuesto teníamos que ser los únicos gritando algo diferente en medio de mil personas. Estábamos actuando, ya que a ninguno de los dos nos interesa el fútbol.
Y gano España y todos los desanimados alemanes que nos rodeaban se acercaron a felicitarnos.
Último día en Munich y nos consiguen entradas para la compañía catalana colombiana: El Teatro De Los Sentidos, presentando un espectáculo que haciendo honor a su origen te lleva del Cementerio de Los Libros Olvidados hasta Macondo y además a uno por uno pues cada cuatro minutos entra un único espectador a recorrerlo. Se llama “El Eco de la Sombra” un sueño hecho realidad, absolutamente asombroso, sutil y mágico. Creo que nunca he visto algo tan original y literalmente delicioso.
Dentro de unos días tengo planeada la gira por México y por supuesto México tiene planeada su gira por mi interior. ¿Qué nos depara? Solo el tiempo lo dirá. (Por supuesto que quiero contarles todo.)
Y si quieren saber más de todos los amores de este original realizador escénico: la música, el teatro, el humor judío, el clown y los locos, pues los invito a darse una vuelta por su pagina: http://www.adrianschvarzstein.com/
Fuente: YoSomos.com
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