Nada sorprende…

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Hoy en día nada sorprende, el tamaño del ipod, el acceso rápido a Internet, los cruceros con pista de hielo y los implantes cocleares. Por desgracia, esto también es verdad en el terreno del odio.

El pasado 26 de marzo Richard Falk, profesor emérito de la Universidad de Princeton en Derecho Internacional, fue designado como el sucesor comisionado en asuntos de derechos humanos por las Naciones Unidas para Israel, Gaza y Cisjordania. Posteriormente, el Ministerio de Asuntos Exteriores del Estado de Israel anunció que no permitirá la entrada de Falk a Israel para realizar esta labor. La razón de esta decisión fueron los comentarios de Falk donde comparó el trato de los israelíes a los palestinos con el de los nazis a los judíos durante el holocausto en su artículo titulado “Slouching Toward a Palestinian Holocaust”.

Por eso digo que nada sorprende… no sorprende que las Naciones Unidas hayan encargado este puesto a un hombre abiertamente predispuesto contra del Estado de Israel y tristemente tampoco sorprende que este individuo sea un intelectual judío que en su artículo escribió “es doloroso para mí, como judío americano, sentirme obligado a mostrar los abusos constantes de Israel hacia el pueblo palestino utilizando una metáfora inflamatoria como el holocausto”.


La avalancha de reacciones que se han desatado en ambos lados refleja de manera clara la situación en la que está atrapada la imagen pública del Estado judío en el terreno internacional. Están aquellos que alaban la postura de Falk y que son mayoritariamente estudiantes, profesores e intelectuales, que critican y acusan cualquier maniobra ofensiva, y defensiva, por parte de Israel y sin embargo, son comprensivos y tolerantes para aquellos que en nombre de la resistencia y la desesperación se inmolan dejando en su camino sangre inocente. Estos comentarios son música en los oídos de los antisemitas más acérrimos que validan sus posturas con razonamientos que concluyen en frases como “incluso el profesor judío de Princeton lo dice…”

Quiero pensar que también contamos aquellos que pensamos que lejos de avanzar los derechos humanos esta postura de mantener una moralidad para el Estado judío y otra para el resto de las naciones constituye una faceta de odio novedosa y peligrosa. Estas voces acusadoras claman por la cabeza de la única democracia en el medio oriente y callan por Zimbabwe, Sudán, Arabia Saudita y tantos más que abusan, violan y matan sin condena pública.

Son los mismos que cuestionan la legitimidad de la existencia del Estado de Israel y su derecho a una existencia pacífica. ¿Por qué la existencia de Israel es menos legítima que la Burundi, Estonia o Mauritania? ¿Acaso no son suficientes las evidencias de presencia judía ininterrumpida por más de 2000 años?

Y por último, está la moda de igualar el Estado israelí con el régimen nazi. Los comentarios que validan esta paridad y que provienen de voces intelectuales dañan de manera seria y profunda. Aquellos que de manera irresponsable transmiten estas ideas otorgan validez a ideas antisemitas que son propagadas ad infinítum en páginas Web neo-nazis, islámicas y demás. No sólo demonizan a Israel sino que le restan importancia y particularidad a la tragedia humana que fue la Shoá como la destrucción singular, sistemática y premeditada de un pueblo entero. La analogía de los soldados israelíes con los nazis es grotesca; y la vergüenza y desfachatez de equipararlos desde un púlpito letrado refleja una gran ignorancia histórica, incluso para un PhD de Princeton.

Sin embargo, la situación que surge cuando los judíos critican las políticas israelíes es un “Catch 22”, es decir una paradoja en la que inevitablemente el resultado tenderá a ser desfavorable. En estos casos las consecuencias de una opinión son mayores que la simple libertad de expresión. Cuando las críticas son positivas, el argumento es que los judíos no ven objetivamente a Israel y cuando son negativas son frecuentemente utilizadas en su contra. Lo que me gustaría resaltar es que, como judíos, las analogías con el régimen nazi y el holocausto deben estar vetadas.

Como dije, nada sorprende… incluso la persistencia de Israel de ser un refugio para todos los judíos sin importar su raza, su nacionalidad, su idioma, su preferencia sexual o su orientación religiosa. No sorprende que algunos necesiten que se les recuerde el porque del Estado judío. La legitimidad de su existencia radica en que cualquier judío, incluyendo a los Richard Falks del mundo, puedan asilarse en un lugar seguro.

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