Imaginemos lo siguiente: Un hombre que se casó con una mujer que casi no necesita comer, toma algo ligerito en la mañana y eso le basta para todo el día. Para su cena también le alcanza algo mínimo. Esa señora tendría mucha dificultad entendiendo la necesidad de su marido de comer, tal vez piense que esa necesidad es una locura, “¿por qué come tanto…?”, se cuestionaría. Sin embargo, la persona no puede medir las necesidades de su compañero basándose en las propias. No debe descalificarlas por ser para ella misma algo insignificante.
Lo mismo sucede en el matrimonio, el hombre tiene sus necesidades y la mujer las propias. El hombre requiere de calor y cariño. También necesita ser respetado, es parte de su naturaleza requerir honor. Si no obtiene eso lo demandará, si no lo recibe en casa, lo obtendrá en otra parte porque ésa es su naturaleza. Si la mujer no necesita nada de eso no significa que esas necesidades son inválidas.
Lo opuesto también es cierto: El hombre debe entender cuáles son las necesidades de su cónyuge. La mujer quiere reconocimiento, también cariño y comprensión. Lo mejor que se pueden regalar es tiempo juntos. El hombre tiene que mantener su casa- si bien las necesidades de esta vida moderna tal vez orillaron a las mujeres a traer parte del sustento familiar, la obligación principal es del hombre. Pero debe entender que lo que la esposa requiere es sustento, si se pasa horas de más en el trabajo para comprarse una segunda y tercera casa de veraneo pero lo hace sacrificando horas con su familia, está equivocado.
En resumen, todos tenemos necesidades, nuestro trabajo debe ser ver qué necesitan nuestros parientes más cercanos- cónyuge e hijos- y dárselo, y no dar lo que nosotros necesitamos. Que no seamos como la mujer que come poco y le da poco a su esposo.
Shabbat shalom
Rab Itsjak Kalifon
Artículos Relacionados: