Una singular e inesperada coalición de fuerzas en la Knesset condujo a un radical reajuste en la prioridad de los temas que deben ocupar al parlamento israelí en los próximos días. A pesar de que Naftalí Bennet se inclinó a votar junto con el Likud y los partidos religiosos en favor de un ordenamiento de los temas favorable a Netanyahu, la fracción árabe jefaturada por Mansur Abbas resolvió plegarse a la oposición. Acción que condujo a un reajuste de fuerzas y temas favorables a la oposición dirigida por Yair Lapid.
La actitud de Abbas fue resultado de las extremas posturas adoptadas por la fracción neokahanista de Itamar Ben Gvir que no disimula el odio a la amplia minoría árabe – algo más del veinte por ciento de la población. Poco tiempo después de esta decisión parlamentaria, asesores cercanos a Netanyahu informaron que el Likud empieza a aceptar la idea de un tránsito imparable a la oposición.
En estas circunstancias Bibi difundió una extraña idea: en lugar de un quinto certamen convencional con los líderes y programas partidarios hoy conocidos realizar una simple y no convencional encuesta en la cual los electores deberían responder a esta pregunta: ” Netanyahu: ¿Si o no? ” Sugerencia que fue rechazada muy poco tiempo después.
En estas circunstancias se anticipa que Yair Lapid le propondrá en las próximas semanas a Bennet el cargo de Primer Ministro por un periodo de dos años, a pesar de que este último cuenta sólo con siete lugares en la Knesset en contraste con los 17 de Lapid. Tendencia presidida por un solo y dominante propósito: conducir a Netanyahu y al Likud a la oposición.
En paralelo a estas tensiones parlamentarias Teherán no cesa las amenazas a Jerusalén por las acciones que los servicios de espionaje de Israel habrían realizado contra instalaciones subterráneas iraníes encaminadas a producir una bomba nuclear. En estas circunstancias sólo una mesurada intervención de la Casa Blanca podría frenar estas intenciones. De momento el presidente Biden guarda silencio.
Artículos Relacionados: