Nos va a llevar el tren

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Ningún sueño más grato que el de viajar en tren de lujo con cantina y comedor a 300 kilómetros por hora. Sueño que antes de llegar a su destino puede convertirse en pesadilla.

Esta semana se publicó un acuerdo entre los gobiernos federal y estatal para arrancar el próximo enero la construcción del tren rápido de pasajeros México-Querétaro. “Hay tecnología española, canadiense, alemana, japonesa, china y francesa interesada en el proyecto”, dijo Gerardo Ruiz Esparza, secretario de Comunicaciones y Transportes, al sacar el proyecto del túnel. Se anuncia el de Mérida, Yucatán, a Punta Venado, Quintana Roo, a licitarse a fines de este año. Y se realizan estudios de factibilidad para el México-Toluca. Pablo Suárez, director general de Transporte Ferroviario y Multimodal de la SCT, prevé que la inversión será pública y privada, porque: “No hay ningún proyecto que no tenga necesidad de apoyo gubernamental. No se sabe si a fondo perdido”. Luz de alerta, con el agregado: “No puede llevarse el tráfico de pasajeros en las mismas vías que el de carga”. En otras palabras: se tendrán que construir sistemas exclusivos para pasajeros.


Es en el aspecto de los dineros y los negocios donde el clásico proyecto bueno para todos empieza a descarrilar. Si nos guiamos por la experiencia estamos a tiempo de meter el freno antes de estrellarnos contra la realidad. El caso más reciente y cercano es el del Tren Suburbano Buenavista-Cuautitlán; construido y en funciones hace menos de una década no ha logrado la estabilidad planeada, según Maximiliano Zurita, director general de la empresa: “El gobierno estimó el transporte de 460 mil pasajeros diarios, la empresa preveía una demanda de 280 mil, pero hoy, sólo se logra un promedio de 150 mil, 46.5% menos que el flujo previsto”.

Estaba cometiendo este artículo con abundancia de datos, fechas y lugares para pedir cautela y calma a los voraces constructores, cuando la casualidad aporta más pruebas del enorme gasto inútil que nos amenaza cuando lo que lo menos necesita México es meterse en inversiones ruinosas.

Si alguna gran obra puede ostentar España en medio de su crisis, es la de sus trenes de alta velocidad. “El despilfarro del AVE” titula Xavier Fageda, profesor de política económica en la Universidad de Barcelona, un análisis avasallador de la sangría sufrida por los españoles a causa de sus, eso sí, preciosos trenes: “El coste total supera los 40 mil millones de euros (46 mil, según actualiza “El País”) y los gastos de mantenimiento anual están por encima de los 400 millones de euros… cifras mareantes y más teniendo en cuenta que el AVE apenas representa el 1% de la movilidad de pasajeros en España. No es difícil encontrar otros usos del dinero público con mayor utilidad social”.

El jueves, en ese mismo periódico donde el 9 de enero apareció el análisis del profesor Fageda, un editorial revela que a pesar de alharacas triunfalistas “…se impone el realismo: el número de pasajeros que toma el AVE es insuficiente para garantizar su rentabilidad global… la alta velocidad no ha logrado convertirse en el factor de estímulo económico que sería… la rapidez beneficia a las elites económicas de las poblaciones por las que pasa… los precios son prohibitivos para la mayor parte de la población… En lugar de vertebrar el país, lo que ha hecho el AVE es acentuar las diferencias sociales y contribuir a desertificar muchas de las zonas intermedias con menor población”.

A la luz de estos resultados, Portugal ha cancelado definitivamente el proyecto Lisboa-Madrid. A los pésimos resultados financieros agregue la ineptitud y la corrupción. El Tribunal General de la Unión Europea multó a España con 33.6 millones de euros por irregularidades en los contratos públicos relacionados con la construcción de varios tramos del AVE subvencionados por la UE, que ha desestimado todos los argumentos de España y la ha condenado a pagar, también, las costas del proceso.

¿Por qué tan súbito y alegre interés por obsequiarnos a los mexicanos este traje de luces? La respuesta está en el análisis del profesor Fageda: “Algunas empresas españolas van a beneficiarse de suculentos contratos de construcción de nuevas líneas de AVE en otros países (léase México, digo yo) pero esto, si acaso, va a reportar beneficios a unos pocos y no al conjunto de la sociedad. Lo que es seguro es que la inversión del AVE daña nuestras posibilidades de afrontar con éxito los dos grandes retos que tenemos pendientes: el desempleo y el déficit público”.

Se repite a lo bestia el caso del tranvía que además de desmadrar el Centro Histórico nos hubiera costado 17 mil millones de pesos. Empiezan a aceitarse las locomotoras de la información.

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