Nosotros después de Auschwitz.

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Para Primo Levi (Los Hundidos y los Salvados, 1986) los campos de exterminio nazis no han sido “uno” de los acontecimientos, sino “el acontecimiento monstruoso”, tal vez irrepetible de la historia humana y por ello es que no debemos perdonar, como tampoco a sus imitadores en Argelia, Vietnam, la Unión Soviética, Chile, Argentina, Camboya o Africa del Sur, porque no sé de ningún acto humano que pueda borrar una culpa.

Imré Kertész, premio Nobel de literatura 2002 y sobreviviente de la Shoá, ( Un instante de silencio en el paredón, 1998) manifiesta que Auschwitz es, después de la cruz, el acontecimiento más importante de la historia del hombre. Según su experiencia, los oficios fúnebres formales, las ceremonias de la memoria pública que se repiten maquinalmente más parecen servir al olvido institucionalizado que al recuerdo catártico.

Jean François Lyotard ( Los Judíos, 1988 ) explica que la memoria colectiva es un instrumento legitimador de lo existente y es por ello selectiva. Elige recordar lo que legitima, en la precariedad de establecido que es el pasado restablecido. Representar Auschwitz en imágenes, en palabras, es una manera de olvidarlo. Se lo utiliza como recurso en los actos sobre Derechos Humanos, se grita “¡nunca más!” y ya está, a otra cosa…


Phillipe Lacoue-Labarthe, citado por Lyotard, dice que D-os murió en Auschwitz. En todo caso el d-os de Occidente greco-cristiano. No es por ninguna suerte de azar que aquellos a quienes se quería aniquilar fueran los testigos, en este occidente, de ese otro origen de d-os. En efecto, no es por azar que los judíos fueron el objeto de la solución final. Ellos obstaculizan todo programa de dominio y también todo proyecto de autenticidad. Matando a d-os y a sus testigos, el nazismo se habría situado más allá del bien y del mal.

El sociólogo judeo polaco, Zygmunt Bauman (Modernidad y Holocausto, 1989) reflexiona: El significado actual del Holocausto es una lección para toda la humanidad que fue la gran derrotada. Los libros sobre el Holocausto se reseñan en las secciones dedicadas a los temas judíos. La incidencia de esta costumbre viene apuntalada por el vehemente rechazo del establishment a todo intento, por tímido, que sea de “expropiar” la injusticia que estos y sólo estos padecieron. El Estado judío, por otro lado, intenta utilizar los recuerdos trágicos como certificado de su legitimidad política, como salvoconducto para todas sus acciones políticas pasadas y futuras y, sobre todo, como pago por adelantado de todas las injusticias que pudiera cometer.

Importa que la gran pregunta histórica y social…¿Cómo pudo suceder?…conserve todo su peso, toda su espantosa desnudez, todo su horror.

Hoy más que nunca, dice Bauman, el Holocausto ha dejado de ser una propiedad privada, caso de que lo fuera alguna vez. No es de los que lo perpetraron, para que sean castigados, ni de sus víctimas directas, para que pidan favores, simpatía o indulgencia especiales a cuenta de los sufrimientos pasados, y tampoco de los testigos, para que busquen el perdón o certificados de inocencia.

Centrarse en la alemanidad del crimen, dice el sociólogo, considerándola como el aspecto en el que radica la explicación de lo sucedido es también un ejercicio que exonera a todos los demás y, especialmente, todo lo demás. Suponer que los autores del Holocausto fueron una herida o una enfermedad de nuestra civilización y no uno de sus productos, genuino aunque terrorífico, trae consigo no sólo el consuelo moral de la autoexculpación sino también la amenaza del desarme moral y político. Todo sucedió allí, en otro tiempo, en otro país. Cuanto más culpables sean “ellos”·, más a salvo estará el resto de “nosotros”.

La experiencia del Holocausto, concluye, contiene información fundamental sobre la sociedad a la que pertenecemos. La civilización moderna no fue la condición suficiente del Holocausto, pero sí fue, con seguridad, su condición necesaria.

( Publicado en Identidad Uruguay, marzo de 2015)

Acerca de David Malowany

Nací en Montevideo en 1967. Egresé de la Universidad de la República en 1992 con el título de Doctor en Derecho y Ciencias Sociales.Soy docente universitario en la cátedra de derecho comercial en la Universidad Católica y en la Universidad de la República, en las carreras de contador público y administración de empresas.Desde el 2008 soy columnista de Mensuario Identidad.

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