Nuestro derecho a existir como individuos y como pueblos nos es otorgado en el momento de nuestra creación. Es intrínseco e inalienable. Es una afirmación de vida. Para comprender este concepto, esta novela relata historias de las vidas de personas común y corrientes insertadas en el tempestuoso acontecer histórico que prevaleció en el siglo veinte y hasta nuestros días; en ocasiones cruel y desgarrador, en otras, tregua y respiro, que los llevará a tomar decisiones dramáticas que afectaran sus vidas y la de su descendencia por generaciones a seguir.
En el caso de esta novela histórica, el relato se centra en una familia judía que enfrenta las convulsionantes oleadas que sacudieron el último siglo: la Revolución rusa, el nazismo y después, la calma relativa de un país, en este caso México, que les abrió sus puertas y les brindó una tregua, un respiro a su constante amenaza física y emocional.
Esta novela es un intento por señalar los procesos históricos que son influenciados por un discurso que conlleva al odio y terminan mal; tanto a nivel colectivo: matanzas, genocidio; como a nivel individual: la baja autoestima, la desazón y la tristeza. Es una lucha por las libertades en contra del totalitarismo que pretende a nivel estatal: despojar al individuo de su derecho a la autodeterminación en cuanto a sus creencias, la posibilidad de expresarse, la forma de vestirse, de pensar, de amar y que lo deja sin conciencia propia, abandonándose a sí mismo y convirtiéndose en herramienta de unos pocos que buscan dominarlo y destruirlo. Y a nivel personal: es una lucha interior por descubrir la propia piel, el camino a elegir sin el yugo de vivir para satisfacer el deseo del “otro”. Cometiendo errores y aciertos con la plena conciencia y satisfacción de haber decidido por sí mismo, el camino a seguir.
El desenlace es uno en constante transformación, convulsionado por la perpetua ebullición que prevalece en el Medio Oriente. Ni un día de tregua. Ni un día de ocio y descanso. Una lucha constante por explicar al mundo los derechos que los judíos tienen de existir en su tierra ancestral, en un territorio tan pequeño, que en el mapa del atlas no cabe la palabra: Israel; sin la continua amenaza de ser atacados por sus países vecinos; sin ignorar tampoco el derecho que otros pueblos tiene para vivir en el área, mas no a costa del sacrificio de sus propias vidas, de ser lanzados al mar y dejar de existir…
Exelente Yael, soy de Chile nieto de Judio ,siempre estoy pendiente del pueblo de Dios..-como tu dices tienen el derecho a vivir en paz .
Saludos Victor Gonzalez.