Nuestros actos y palabras tienen consecuencias aunque no seamos conscientes de ello. Un gesto, una mala palabra, un burla, una ironía tienen un efecto en el otro del cual no nos damos cuenta. No tomamos responsabilidad del daño que podemos hacer con actitudes en que provocamos que el otro se sienta incómodo, molesto o enojado.
El hablar no es inocente, ya que al hacerlo, nos comprometemos de una forma u otra con la persona o grupo al cual hablamos y todo hablar tiene eficacia práctica en la medida que puede modificar e influir en quien nos escucha. Nosotros podemos expresar ciertas ideas y no sabemos como van a ser comprendidas por nuestros escuchas. Esta actitud tiene sus partes positivas también, una buena palabra enriquece y fortalece la autoestima. Cuando criticamos o nos burlamos hacemos daño. El que lo hace se siente graciosa o es una forma de manejar su agresión.
Jorge era un hombre exitoso de aquellos que parece que la vida les sonríe constantemente y acumulaba éxitos en su vida. Tenía un buen matrimonio y dos hijitos. El mayor, Luisito, era un niño simpático e inteligente de cinco años y una nena preciosa de 2 años. De repente su hijo enferma y los médicos del lugar donde Jorge y su esposa vivían, no sabían cual era la enfermedad de chico.
Acordaron enviarlo con un pediatra famoso que vivía en otra ciudad para que diagnosticara la enfermedad y la posible cura. El doctor Hernández recibió a Jorge y en cuanto leyó el expediente le dijo: Yo no voy a atender a tu hijo. Podemos imaginar el impacto del padre ante un comentario tan cortante y aparentemente sin razón.
Jorge no pudo evitar el llanto y pidió una explicación a un acto tan injusto con su pequeño hijo. El médico le dijo: ¿te dice algo el nombre de Raúl Hernández? Es mi hijo y tú le echaste a perder sus estudios. Una historia de muchos años atrás llegó a la memoria de Jorge.
Cuando el cursaba la preparatoria, llego de nuevo ingreso Raúl Hernández que venía de un poblado lejano a la ciudad. Su manera de comportarse y su lenguaje, eran diferentes y Jorge, lidercillo de su grupo encabezó las constantes burlas que Raúl recibió al grado que ya no quiso seguir estudiando y abandonó la escuela.
Jorge tomó conciencia de lo que sus chistes, burlas e ironías provocaron en aquel compañero y decidió buscarlo para pedirle una disculpa y rogarle encarecidamente que interviniera para que su padre tomara en sus manos la atención médica de su pequeño hijo.
Este es un cuento dramático pero nos ilustra acerca de las coincidencias que pueden suceder a lo largo de la vida; pensar que chistes e ironías de un adolescente pueden provocar una vuelta de tuerca tal que le caiga encima de su cabeza en circunstancias muy graves. Los hechos más simples en que parece que estamos jugando, pueden lastimar a otras personas. En ocasiones nos creemos víctimas de las circunstancias sin tomar conciencia de que somos los creadores de las mismas.
Somos personas con distintas emociones y sentimientos que rechazamos y usamos la razón para justificarlo. Hay que aprender a cuidar lo que se dice y no todo lo que vemos o pensamos hay que expresarlo. Una palabra produce tanto dolor como un golpe y puede ser una manera de sacar agresión sin tomar conciencia del enojo que podría sentir Jorge y disimulaba a través de sus bromas irónicas y agresivas.
Por otro lado, la circularidad de la vida vuelve a aparecer de distintas maneras. Ese hecho que era tan desagradable dio a Raúl la posibilidad de desarrollar sus aptitudes artísticas; el comentó que no hubiera podido desarrollarlas si no deja esa escuela en ese preciso momento.
Podemos observar que el azar, lo imprevisible, las coincidencias, fuerzas divinas y espirituales que nos rigen. ¿Cómo puede ser que Jorge encontrara al médico que curaría a su hijo y le diera al mismo tiempo la posibilidad de enmendar aquellas “travesuras adolescentes” que tanto dañaron a Raúl. Volvemos a ver la complejidad de la vida del ser humano y las distintas formas e interpretaciones que pueden tener las palabras y los hechos.
La línea entre lo que hacemos y lo que queremos hacer es muy tenue y muchas veces ni siquiera la vemos. Por eso es importante como regla de una comunicación adecuada preguntar que entendió el otro de lo que dijimos y saber que la responsabilidad por las palabras que expresamos es una actitud sabia. No tenemos que decir todo lo que pensamos ya que nadie nos lo pregunta: Recuerdo a un caballero de 90 años que decía: No doy consejos porque mi vida no ha sido tan maravillosa como para ponerla en un marco y que todos la vieran.
He encontrado personas que han estado en mis talleres y me han expresado el apoyo que recibieron en un momento determinado con una palabra o una actitud de la cual yo no era consciente. ¡Gracias por ese regalo!
No todo lo que decimos tiene efectos negativos es menester tener claro que una palabra afectuosa e inteligente expresada en el preciso momento tiene una resonancia de la cual no siempre somos conscientes. Todos hemos recibido una agresión que duele y un consuelo que llena nuestro corazón a través del lenguaje verbal y no verbal.
La verdad yo le pondría un 6/10 a el cuento o escrito, ya que el escrito es un poco corta, y la razón por la que el medico no quiere salvar la vida del hijo de Jorge, es algo tonta, bastante tonta, porque el relato trata de darle al lector un lección de prudencia, pero inculca que no hay que perdonar, por eso mi calificación
Muy interesante este corto relato, pues enseña que como personas adultas debemos cuidar nuestras palabras ya que una palabra dicha puede dañar psicológicamente a una persona por ello debemos ser responsable cuando hablemos y seamos empáticos con las personas que esta a nuestro costado. miremos y pensemos si a mi me gusta tambien que me digan o me traten así y pensemos tambien en las consecuencias a futuro.
Nuestros actos tienen consecuencias, y nuestra inacción también. Pero de bastantes de nuestros actos desconocemos las consecuencias, sobre todo a medio y largo plazo, nos falta perspectiva histórica.
Hay que hacer lo correcto, en cualquier caso.