Vicente Fox Quesada
México D.F., 2 de julio de 1942.
Presidente constitucional (1 de dic. 2000 – 30 de nov. de 2006)
Con casi 16 millones de votos, el ex gobernador de Guanajuato llegaba a la Presidencia de la República con aproximadamente un 43% de la votación total, siendo el primer candidato de otro partido -que no fuera el PRI- en lograrlo, acabando con una tradición política de 71 años de poder ininterrumpidos, que algunos intelectuales dieron en llamar “la dictadura perfecta”. Fox contó desde un principio, con el apoyo de los simpatizantes de su partido, el voto razonado de muchos electores de otros partidos que deseaban un cambio social y económico, y los de muchos indecisos de última hora.
Sin embargo no tardó mucho en demostrar que sus “peculiares formas de conducta y actitud” -fuera de todo protocolo serio, deseable por parte de un político ya encumbrado- marcharon siempre paralelas a su falta de experiencia, responsabilidad y sensibilidad en el ejercicio del gobierno; dichos inconvenientes marcarían -su otrora eufórica y prometedora gestión, llena de supuestos expertos en el mejor de los gabinetes presidenciales- en desencantos a granel, con contrastantes resultados de una presidencia, frívola e irresponsable.
Buscando en otro malogrado sexenio para el país y sus ciudadanos, del período foxista se podría afirmar que lo poco positivo -políticamente hablando- pudiera ser la división real o contrastante con otros sexenios, de los poderes entre el Legislativo, Ejecutivo y Judicial; dando así otro paso en contra del acostumbrado presidencialismo que se había destacado -como lo mencionamos al principio de la presente serie- desde los primeros tiempos del México independiente, y sobre todo en los gobiernos del Revolucionario Institucional durante la mayor parte del siglo XX.
Ese respeto democrático que se hizo patente en este primer período Panista en la presidencia, al mismo tiempo frenó las posibilidades de un avance de acuerdos y cambios, por lo menos en la Cámara de Diputados, donde las fuerzas políticas -divididas en 3 grandes grupos- luchan por adquirir cada una de ellas mayor fuerza, en lugar de establecer diálogos que realmente ayuden a que el país se renueve y avance. En contraste, en la llamada “cámara alta” o de Senadores, la influencia que hasta nuestros días todavía sigue teniendo el PRI, mantiene prácticamente a raya muchas iniciativas provenientes del mismo ejecutivo y muchas diputaciones, que lejos de beneficiar, por lo general y por estar hechas al vapor, podrían tener consecuencias negativas.
Otras iniciativas gestadas en el sexenio de Fox, como la transparencia en el manejo de recursos, rendición de cuentas en general, la apertura de los expedientes sobre los movimientos estudiantiles reprimidos en 1968 y 1971, así como otras -de igual interés ciudadano, económico e histórico- quedaron para variar en tan sólo buenos deseos democráticos, que a la larga y con todas las artimañas y pretextos de los involucrados, irán al archivo del conveniente olvido.
La triste realidad con Fox, fue que: de un cambio por medio de acciones y diálogos prometedores, se llegó a patéticas inacciones -por la incapacidad de negociación del régimen- con resultados más bajos o peores de los que ya se tenían.
Los esfuerzos para que México pudiera aprender el difícil equilibrio en el camino hacia la democracia, fueron muchos; pero desde su supuesto despegue con el cambio de partido o alternancia de los mismos en el poder, las disputas políticas se acrecentaron cancelando cualquier iniciativa seria de una reestructuración en varios campos, como el de: la recaudación fiscal, energía o replanteamiento de los tratados de libre comercio, entre muchos otros de urgente atención.
Podríamos citar muchos casos generados en el período de don Vicente, que sonaron a plenitud, convirtiéndose muchos de ellos en verdaderos escándalos en todos los medios de información, nacionales y del extranjero; muchos heredados desde los tiempos de Salinas de Gortari; otros de tipo personal, y los más, por las actitudes y protagonismos de la mal llamada “pareja presidencial” que según parece, hasta la fecha siguen creyendo que fueron los correctos.
Para muestras de lo afirmado, tan sólo algunos botones de los supuestos arreglos exprés en el conflicto con la guerrilla chiapaneca y su Subcomandante Marcos; la renegociación del apartado agrícola del TLC; la construcción de un nuevo aeropuerto, interrumpida por la aparición de varios machetes; el desafuero del jefe de gobierno del Distrito Federal por una expropiación de un predio “El Encino” y la conveniente difusión por elementos del partido en el poder -muy próxima a elecciones presidenciales- de videos comprometedores contra elementos encumbrados del PRD.
En otros aspectos, el gobierno foxista navegó con la corriente y resultados financieros que se daban desde el exterior, pues la apertura hacia la globalización continuó, apoyando cualquier tipo de inversión -aún las chinas de dudosa procedencia-. Pero debido a que no se lograron las reformas o cambios que inversionistas del exterior exigían, los importantes dineros que supuestamente vendrían, no llegaron como se esperaba, prefiriendo las trasnacionales países con mayor seguridad de operación y conveniencia económica. En relaciones exteriores los contrastes y absurdos también fueron grandes, pues por un lado se consiguió que México formara parte del Consejo de Seguridad de la ONU, y por la otra (por quedar bien con el “primo mayor del norte”), se dio un enfriamiento con Cuba y Venezuela, que se pudo evitar con un poco más de tacto y equilibrio diplomático; conceptos que por lo visto nunca aprendió, si no recuérdese tan sólo aquello de que…”comes y te vas”, que pidió -como favor personal vía telefónica, además de ser el anfitrión de la reunión-, nada menos que a Fidel Castro de visita en México, uno de los mayores zorros en tácticas políticas a nivel mundial.
Para colmo al final de su sexenio, tampoco pudo evitar el distanciamiento de México con los E.U. en temas como el de los indocumentados, seguramente por el resentimiento de su homólogo Bush, quien no olvidaría la negativa de México en dejar manos libres a agresiones militares contra Irak. El precio fue aparentemente alto, pero para la tranquilidad de muchos mexicanos, confirmaría que el país, aun con Fox, en lo fundamental y sus principios -largamente defendidos en esferas internacionales- no había cambiado tanto.
Lo que aparentemente si había cambiado con el PAN en Los Pinos (independiente a la costosa remodelación de sus cabañas), era la forma de planear el camino para él o la nueva ungido(a), iniciando -más que apresuradamente- las apuestas desde la mitad del sexenio, con un novedoso señalamiento de dos posibles candidatos del mismo partido que deberían prepararse y contender, entre ellos, la mismísima esposa del Presidente.
Pero hasta ahí las novedades, pues desde la “Perla de Occidente”, la mismísima ciudad de Guadalajara, vendría el tan conocido “destape” al clásico estilo priista, de Felipe Calderón, quien ganaría por segunda ocasión la presidencia para el Partido Acción Nacional con un (35.89%); escaso margen nunca visto con el (35.31%) de Andrés Manuel López Obrador. El PRI con Roberto Madrazo, quedó en la distancia con un (26.22%).
Felipe de Jesús Calderón Hinojosa
Morelia, Mich. 18 de agosto de 1962.
Presidente constitucional (1 de dic.2006 -).
En un ambiente político totalmente enrarecido y en peligrosa ebullición por tan reñido proceso electoral, Calderón asume forzadamente la Presidencia de la República en la Cámara de Diputados, ayudado -como era la costumbre- por un hombre que había entrado en la mente de muchos mexicanos como un gigante esperanzador, y que salía como un enano que defraudó incluso, a muchos de sus seguidores.
El “madruguete” que se había perpetrado desde la gubernatura del Estado de Jalisco, cuando el propio gobernador Francisco Ramírez Acuña levantó en un acto público en la población de “Las Palmas” el brazo de don Felipe (entonces Secretario de Energía), diciendo: “que era su gallo para ser candidato presidencial del PAN”; esto le costó a Calderón su renuncia; pero al poco tiempo su suerte cambiaría, ya que por votaciones internas del propio partido, derrotaría a Santiago Creel con resultados de un 45.69% a su favor, contra el 35.53% obtenido por el favorito de doña Martha y de don Vicente.
Siendo Felipe Calderón el actual Presidente en funciones, y aunque ya casi estamos a mitad de su mandato constitucional, no haré mayores comentarios de su desempeño, para en primer término, brindarle el beneficio de la duda, y además -en el momento en que un servidor escribe este último artículo de la serie- estamos a escasos 5 días de unas elecciones para diputados y algunas gubernaturas, que pienso son muy importantes, pero que al parecer estarán desangeladas por un alto abstencionismo y por el famoso “voto nulo”, que han puesto en boga muchas personalidades pensantes y de influencia en la opinión pública. En resumen, creo no sería ético ni apropiado de mi parte dar prematuras conclusiones de un sexenio, que también me ha tocado vivir con mis recién 64 años de edad, y del que espero también ver sus resultados.
*** Aclarado el último punto sobre la abstención de opinar sobre la labor del actual hombre en el poder y sus buenos, regulares o malos resultados, no podría dejar truncas las conclusiones finales de un trabajo que contiene en todo su desarrollo mayormente experiencias, análisis y muchos puntos de vista personales; que tal vez se consideren propios de una persona que encaja con las llamadas “generaciones perdidas”, pero que aún con todos los anacronismos que se achacan a los ya no tan jóvenes, pero que afortunadamente todavía contamos con varios conceptos y perspectivas que siguen y seguirán operando, sobre todo en el contorno mexicano en que muchos hemos nacido y en el que nos ha tocado vivir.
Pienso que lamentablemente en México se ha perdido el paso de lo que medianamente, bien o muy bien se hacía. Son más de 25 años de caminar hacia un rumbo que ha traído todo lo contrario de lo que se esperaba o deseaba. Las causas, al igual que el período del deterioro son muy claras; los culpables serían muchos, como muchos son los que ahora afirman que las crisis nos vienen del exterior.
Otro de los flagelos que nos trae con la cabeza gacha, es la desconfianza crónica a todo lo que represente autoridad o política; un mal con suficientes elementos históricos para justificarla, pues ni en los elementales conceptos como es la educación, salud y seguridad -entre otros muchos-, los hombres que han ejercido durante tantas décadas el poder y sus costosos equipos, no es que no hayan podido, sino que no han querido en verdad superar los problemas de sus gobernados, seguramente por el miedo a verse en poco tiempo desplazados. Ahora y en paralelo a esa desconfianza, nos falta a todos honestidad, una virtud de la cual las nuevas generaciones de gobernantes y gobernados, no podrán prescindir para medio mantener el barco a flote.
Esa tan llevada y traída democracia, no se podrá ni siquiera empezar a formar, si antes no se cumplen con los mínimos -yo agregaría humanos- beneficios antes citados, que por rapiña sistemáticamente se han negado. Para ello ya deben dejarse a un lado las estériles luchas de poder por el poder, sin construir algo positivo que verdaderamente lo respalde.
Resulta chocante y hasta cursi escuchar aquella frase que decían algunos de nuestros abuelos, de que: “todo pasado fue mejor”; pero realmente en materia política y de bienestar, en el caso de México, su historia y los Presidentes que me han tocado en turno, honestamente pienso que dicha sentencia si se apega a la realidad. Para que el presente o el futuro contradiga la percepción de nuestros abuelos, por lo menos en nuestro país, con tristeza debo decir que, por lo que veo y en la forma en que vamos, todavía pasarán muchos años de subsistencia difícil para muchas personas y sus comunidades.
Artículos Relacionados: