Nunca jamás

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Recién se conmemoró un año más del holocausto judío en manos de los Nazis en la Segunda Guerra Mundial. Aunque sería más preciso decir que no actuaron solos, contaron con el apoyo y complicidad de varios gobiernos, incluidos aquellos que pecaron por omisión. Los aliados se abstuvieron de destruir las vías dónde corrían los trenes del exterminio que gracias a la eficiencia alemana lo hacían a tiempo, y aquellos que apoyaron la maquinaria de destrucción industrial nazi para enriquecerse, aludiendo no haber estado informados.

No dejemos de lado a los países que usaron la neutralidad para enriquecerse con el botín del exterminio. Por encima de todo estaba la ganancia y el despojo. Hay poca distancia entre las prácticas de la inquisición y la maquinaria nazi. Primero despojaban a sus víctimas y luego los asesinaban, tratando de mostrarlos como culpables de ser judíos. La política de deportación de Estados Unidos sigue el mismo modelo, primero despoja y luego deportada a los culpables de ser migrantes.

El gobierno mexicano de Cárdenas debe agregarse a los cómplices por omisión. Durante su gobierno se negaron solicitudes para permitir entrar al país a judíos que huían de la matanza y deliberadamente se regresaron barcos a la muerte en Europa. El secretario de gobernación se afanó en un discurso legaloide para evitar la entrada de judíos, aunque tuvieran salvoconductos emitidos por el mismo gobierno. Al diferenciar entre los refugiados españoles y los judíos demostraron que su negativa era discriminatoria y con frecuencia usaron un discurso abiertamente judeofobo. Cárdenas permaneció silencioso y en ocasiones se negó a revertir las injusticias lo que lo hace responsable.


El Talmud dice que quién salva una vida salva al mundo entero. Pero, ese gobierno demostró su frialdad ante la masacre y el odio. Estaba muy bien informado de lo que sucedía, al grado que llegaron a canjear alemanes detenidos en México a cambio de diplomáticos mexicanos detenidos por los nazis.

Hay algo muy perverso en la humanidad dónde la limpieza étnica es una aspiración tan vieja como según algunos autores fue la eliminación de los neandertales,  ciertas violencias registradas por la biblia o la destrucción de Cartago en el año 149-146 antes de nuestra era.

El genocidio se puede definir como la destrucción sistemática y deliberada de un grupo étnico, racial o nacional. En la lista de la historia que es demasiado larga para vergüenza de la humanidad encontramos las tragedias de los armenios, Darfur, musulmanes en diversas partes, judíos durante varios siglos, indígenas en Estados Unidos durante la colonización europea, sijs en India, kurdos, Birmania, Ruanda, Camboya, serbios, hutus, Somalia, Sri Lanka y la lista por desgracia no se agota ahí. Al parecer no se salva ningún continente.

Uno solo de esos pueblos que es agredido representa una agresión contra la humanidad. Parafraseando el Talmud, tolerar un genocidio es tolerar una agresión contra la humanidad. El genocidio es un crimen contra la humanidad. Los esfuerzos por negar los genocidios, como lo realizado en Turquía para ocultar el genocidio armenio, o los intentos actuales para negar el genocidio judío son esfuerzos que buscan justificar los genocidios futuros.

Según una encuesta reciente, un 42% de los encuestados desconoce el genocidio nazi. Lo que no es poco.

La consigna del nunca jamás se sienta en la base de que debemos conocer los genocidios para que no puedan volver a suceder.

El problema por supuesto consiste en que todavía encontramos esfuerzos de aniquilación masiva ante los que se guarda silencio, como sucede actualmente en Siria, dónde el juego geopolítico ha permitido el asesinato de por lo menos 346,000 personas y el desplazamiento de 12 millones. Una tragedia humana que ya está en los anales del mal pero que es tolerada por el mundo. Mientras los gobiernos reaccionan supuestamente frente a la agresión química dejan hacer a sus contrincantes para usar a la gente como carne de cañón ante sus maniobras de posicionamiento estratégico.

Ya cansan los votos y resoluciones inútiles en la ONU que ocupan la saliva de los diplomáticos, mientras leemos sobre los horrores de la masacre. Assad ganó su lugar en la lista de asesinos masivos mientras millones de sirios siguen sufriendo y los armamentistas se llenan los bolsillos.

Pensemos por un momento que hubiera sido el mundo sin las locuras de los fanáticos. Alemania hubiera sido una potencia económica, artística, científica, literaria, humanitaria que controlaría al mundo pacíficamente engrandeciendolo. Parte importante de la potencia estadounidense son los refugiados que lograron salvar la vida. África gozaría de energía y creatividad. Porque la limpieza étnica empieza justamente por aniquilar a los más preparados.

Es tiempo de aprender que enriquece más la convivencia que la destrucción.

Acerca de Samuel Schmidt

Chair, International Advisory Board for Immigration Studies. U.S.-Mexico Research Program. UCLA. Director asociado de la revista Araucaria. Director del semanario El Reto. Testigo experto en juicios de asilo político y para frenar deportación de mexicanos en Estados Unidos. Posdoctorado en Historia, University of California, Los Angeles. Doctor en Ciencias Política (UNAM). 35 libros publicados y más de 1,000 artículos. Traducido al inglés, francés e italiano. Pionero en varias áreas de investigación: análisis de redes políticas, estudios sobre humor político, democratización en México, temas fronterizos (agua, migración y seguridad) y sobre Crimen Autorizado.

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