No es un secreto la postura anti-asentamientos que los Estados Unidos ha tenido desde los 70’s cuando el movimiento “Gush Emunim” comenzó a tener auge entre las facciones religiosas y políticas (representada en ese entonces por el Partido Nacional Religioso) en Israel. Dicho movimiento buscaba el que los judíos se asentaran en los territorios recién conquistados (la península del Sinaí, Gaza, Judea y Samaria, Jerusalén del Este, los Altos del Golán y las Granjas de Shebaa) ya que el hacerlo aceleraría la llegada del “Mashiaj.” De hecho, el ex presidente y primer ministro de Israel, Shimón Peres, fue quien colocó la primera piedra que dió paso a la repoblación judía en Hebrón. Incluso, Peres, quien fue una de las figuras políticas que más simpatizó con estas facciones sociales a principio de los 80’s (pero posteriormente apoyaría un sistema de gobierno autonómico para los Palestinos en Gaza, Judea y Samaria), creía en dichos asentamientos (según su ex rival político dentro del Partido Laborista, Shlomo Ben-Ami).
Hoy, se estima que aproximadamente 330,000 personas viven en los 125 asentamientos existentes en Judea y Samaria, y aproximadamente 190,000 personas más viven en Jerusalén del Este. En el caso de los asentamientos en Judea y Samaria, el 80% de estas comunidades están a menos de 4km de la línea verde previa a la Guerra de los Seis Días de 1967. Según la resolución 242 de 1967, seis meses después de la Guerra de los Seis Días, la comunidad internacional determinó que los territorios conquistados por Israel son “territorios ocupados.” Es por ello que las Naciones Unidas (ONU) y todos sus miembros rechazan los asentamientos israelíes en Judea y Samaria y en Jerusalén del Este.
Sin embargo, y apesar de que los Estados Unidos no apoya los asentamientos en Judea y Samaria y Jerusalén del Este, los Estados Unidos Unidos (desde la presidencia de Jimmy Carter, quien hace unos meses argumentó que Hamas no debía ser visto como una organización terrorista) ha rechazado inequívocamente cualquier resolución en contra de Israel con respecto a este tema u otro asunto en el Consejo de Seguridad. Lastimosamente, este paradigma diplomático cambió. El pasado 23 de Diciembre de 2016, y dos días después de que Egipto presentara una resolución que buscaba condenar los asentamientos israelíes tanto en Judea y Samaria como en Jerusalén del Este, el mismo texto fue presentado en el Consejo de Seguridad por Venezuela, Indonesia, Senegal y Nueva Zelanda. En la primera ocasión la resolución fue retirada indefinidamente por Egipto, debido a la presión diplomática israelí y a la conversación que tuvo el presidente electo, Donald Trump, con el presidente egipcio Abdelfatah Al-Sisi. Sin embargo, la segunda vez fue adoptada por el Consejo de Seguridad gracias a la abstención de los Estados Unidos.
Esta puñalada premeditada por parte de Obama en contra de Israel, era parte de sus planes post-eleccionarios ya que no enfrenta ningún coste político al no poder ser reelegido, y Hillary Clinton ha muerto políticamente. Además, la administración Obama había dejado hace dos semanas atrás sobre el aire la posibilidad de que Estados Unidos podría vetar una propuesta (aunque los israelíes sabían que existía una alta probabilidad de que los Estados Unidos no vetaría esta resolución) como esta al decir que aun no se había tomado una decisión en caso de que una propuesta como esta fuera presentada en el consejo. A pesar de ello, hace tres semanas atrás el Secretario de Estado, John Kerry, se reunió con el Ministro de Asuntos Exteriores de Nueva Zelanda, Murray McMully, quien le comentó que antes de que su participación en el Consejo de Seguridad concluyera, Nueva Zelanda quería involucrarse en el asunto israelí-palestino. Es por ello, que posterior a la retirada de la resolución de condena a los asentamientos en Judea y Samaria y Jerusalén del Este por parte de Egipto (y con el aval de los Estados Unidos en cuanto al texto que presentarían), Nueva Zelanda y otros tres países presentaron una resolución similar.
Lastimosamente, el legado del presidente Obama no solo fue auto-sepultado por éste mismo, sino que esta acción ha desnudado las verdaderas posiciones diplomáticas en las que el actual presidente de los Estados Unidos cree. Este acto burdo demuestra la veracidad de aquellos que en Washington comentaban las posturas de rechazo que Obama tenía hacia darle 3.8 billones de dólares anualmente por 10 años a Israel, y que si no hubiese sido por AIPAC y el Republican Jewish Coalition, este acuerdo no hubiera sido posible. El egoísmo de tomar acciones que vayan en contra de lo previamente establecido pueden crear crisis, y eso es lo que ha hecho Obama. Este acto de traición a nuestro segundo mayor importador y exportador en Medio Oriente, coloca a Israel en una posición muy débil a la hora negociar con los Palestinos ya que por ejemplo, el Kotel cae dentro de esos “territorios ocupados” que serían parte de la futura capital del “estado palestino.” Por lo que los Palestinos tendrían legitimidad legal para reclamar esto en una futura negociación con Israel para formar geográficamente su estado.
A pesar de toda esta oscuridad, los republicanos tanto en el congreso y el senado, como el presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, se han mostrado inequívocamente en contra de esta puñalada lacerante. Incluso los senadores Marco Rubio, Ted Cruz y Lindsey Graham, han propuesto de que los Estados Unidos (quien provee el 25% del presupuesto consolidado de las Naciones Unidas) congele su aportación económica a la ONU y evalúe sanciones contra los países que apoyaron esta resolución hasta que ésta no sea derogada. Por su parte, Netanyahu ha llamado a consulta a sus embajadores en Senegal y Nueva Zelanda (Israel no mantiene relaciones diplomáticas con Venezuela e Indonesia) y evalúa cómo detener su apoyo financiero a las 5 entidades más hostiles hacia Israel, entre ellas, la UNESCO.
Mientras que Israel, la única democracia estable del Medio Oriente, lucha en Judea y Samaria para cerrar las fábricas de armas ilegales que en zonas como Hebrón y Ramala son la fuente de armamento para atacar israelíes, la ONU pierde su tiempo combatiendo a Israel para humillarle y llevarle a un zaguán para que negocien con los palestinos como éstos quieran. Mientras que los rebeldes que Occidente apoya en Siria matan a civiles que intentan escapar de sus garras como lo hace Daesh, la ONU se esfuerza en restituir una medida que manche el legado de Israel en la comunidad internacional, con el apoyo de los Estados Unidos, como algún día la resolución 3379 de 1975 lo hizo llamando al sionismo “una forma de racismo.”
Por ende, confío en que el presidente electo, Donald Trump, más que apoyar la movida de la embajada de los Estados Unidos de Tel-Aviv a Jerusalén a través de su nominado para la misión estadounidense en Israel, David Friedman, también atacará cualquier movida anti-Israel en la ONU. Israel no está solo, y los Estados Unidos nunca lo abandonará. Será la historia, quien no juzgue, sino quien evalúe la movida tan medrosa que Obama realizó en contra de Israel
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