Once varas

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Me voy a meter a un tema que corresponde a quienes sí saben de él. Clara Jusidman, Leo Zuckerman, intelectuales del CIDE y muchos otros excelentes escritores y funcionarios tienen la autoridad y los conocimientos para escribir y opinar. Este escribidor sólo puede decir lo que siente.

En mi México se habla de polarización. Izquierdas contra derechas, pobres contra ricos, liberales contra conservadores, etc., pero todos contra el gobierno.

Derechos Humanos contra elementos del Ejército mexicano. Intelectuales contra cualquier manifestación independiente o de políticos que no han leído o que no recuerdan nombres, y todos azuzados por los medios, entre ellos, periodistas de una tendencia contra otros de otra, etc. Cartas al editor plenas de injurias y denuestos, pero eso sí, llenas de faltas de ortografía, sintaxis, deshilvanadas.


No hay más catalizadores que la malhadada TV. Todos conocen las telenovelas, sus actores y las tramas, así como las competencias de baile y los pleitos familiares o conyugales (¡Que pase el desgraciado!), sin olvidar a los inefables “conductores”, gurús de las mañanas y las noches, todo ello complementado por la transmisión del vicio popular, el futbol, en el que las dos principales – y únicas – cadenas televisivas compiten por el premio mayor de cuál de las dos tiene los peores narradores, que no pierden oportunidad de lanzarse puyas y denuestos entre cadena y cadena y que, cuando no le bajas al sonido del aparato, parece que están relatando un encuentro distinto al que tú miras.

Entre tanto ruido, eventualmente en la radio se escucha alguna que otra voz que, junto al “reporte del frente de guerra” – ¿verdad, Jacobo? – informa de la auto-asignación de prebendas y canonjías a los legisladores federales y estatales, a la par de obras no concluidas y planes faraónicos o francamente populistas de esos virreyes que gobiernan las entidades de nuestra República.

En medio de esa vorágine “informativa”, con la sensibilidad a flor de piel, el ciudadano medio – “de a pie” le llaman quienes se erigen en visores sociales – masculla una que otra maldición y se pregunta qué tanto puede México soportar esa atmósfera en la que vive. En su estoicismo – porque hay que tenerlo para soportar las andanadas – trata de sobrevivir al caos.

El tipo sale de su casa a “corretear la chuleta”, para mezclarse con los ríos de autos, “combis” y demás para llegar a donde tiene que llegar. Cada cual su “bronca”, pero él tiene obligaciones: su trabajo, llevar a su casa el sustento de la familia, el pago de la tarjeta – aunque sea un poco más que el mínimo -, los energéticos, tanto del auto como de la casa, las colegiaturas – ‘mi muchacho se metió a la Anáhuac’ – y tantas otras exigencias de su vida diaria. ‘¡Carambas! Y estos tipos que viven como príncipes, asisten a sus labores con pasmosa irregularidad, son atendidos el los mejores restaurantes, visten los mejores ropajes y tienen grandes propiedades y yo, aquí nomás “en friega” no tengo una noche tranquila’.

‘¿Por qué – pregunta – senadores, diputados, jueces, miembros del IFE y el TRIFE, etc., tienen sus “guardaditos” – aquellos sobrantes por no haber sido ejercidos de su presupuesto en el año fiscal correspondiente y tienen la posibilidad de repartírselo a su arbitrio? ¿No debería ser como en las asociaciones civiles, que cuando no erogan los ingresos durante el ejercicio fiscal correspondiente, deben de declararlos al fisco e integrarlos?’

Bueno, ya dije: el escribidor es un ajeno a estas cuestiones. Ni siquiera entiende a su contador, sólo le da lo que dice que tiene que pagar.

Las obras viales y el tránsito distraen al tipo. Miles de “anuncios espectaculares” adornan su ruta. ¡Tome esto, disfrute de aquello, viaje allá, descuentos en esto otro, sea sofisticado, use lo nuevo, vuele por la mejor línea aérea, etc!.

Nuestro personaje nota que el tanque de gasolina de su auto está en su última rayita. Como puede, ingresa a la estación de servicio, acompañado por los consabidos bocinazos de los eternos trogloditas motorizados.

“Llénelo, por favor”, indica al empleado. “¿Le checamos los niveles?”, le contesta. “OK”. Mientras eso sucede, piensa: ‘Esta parada me va a costar más de seiscientos pesos. Junto con la luz y el gas, necesito un montón de dinero para pagar por la energía que consumimos, y eso que estamos más baratos que muchos países desarrollados, pero esos ganan más que uno aquí’.

Sigue su camino. El desfile se detiene. ‘Ya hubo un accidente o algo’, piensa.

Avanza penosamente a lo largo del río de vehículos. Llega al lugar del “atorón”.

Una patrulla había detenido a alguien que no había pagado la “tenencia” y poco más adelante, una “pipa de agua” estaba regando unas plantitas sembradas sobre un bordo de separación. ‘¡Carajos, qué poca…!’ masculla entre dientes.

Por fin llega a su destino. Al entrar a la oficina se topa con un árbol de Navidad, modesto pero adornado con motivos tradicionales.

Se sumerge en sus labores. Le toma algunos momentos recuperar su estabilidad emocional. Debe concentrarse en sus obligaciones. Consulta sus correos electrónicos. Montones de basura, mensajes “de la época” y cosas del trabajo.

Atiende sus asuntos. Suena su celular. Su esposa le llama. “Recuerda que hay que pagar la reinscripción de los niños a la escuela para el año que viene. Además, te dije que voy a casa de mamá a verla por su operación. Cuando vengas, no tomes mucho. Acuérdate de lo que dijo el médico”.

Así se va la jornada. El regreso a casa es similar a lo sucedido por la mañana.

‘Ahí viene la Navidad y luego unos días sin ir a la oficina.¿A dónde llevo a mis hijos?’ –medita en el camino. ‘Acapulco es una desgracia; la criminalidad – y el trasiego de droga, junto con la incompetencia – o la complicidad de sus funcionarios estatales y municipales – lo han convertido en una batahola infernal de inseguridad, pero mis muchachos quieren ir a una playa. Los extranjeros ya no quieren ir allá. Hasta los judíos que tiene depas los quieren vender. A ver qué me encuentro. Hay varios lugares, pero el costo del avión está hasta la m…’Por fin llega a casa. A poco se acomoda frente a su “desk – top”, adquirida a plazos con la consabida tarjeta en una de esas novedosas tiendas de electrónica de nombres raros. Otra andanada de malas noticias, escándalos, burlas y mensajes piadosos. Siente ganas de golpear el aparato para quitarse de encima la frustración. Luego se pregunta: ‘¿Qué rayos conseguí este día?’

Acerca de Salomón Lewy

Nacido el 30 de Enero 30, 1939, se considera oriundo de Orizaba, Veracruz, donde residía su familia y fue llevado a los tres días de nacido.Su Creación Literaria abarca grandes reconocimientos como: Primer Lugar en los Certámenes XVIII y XIX del C.D.I., Mención Honorífica en el Certamen XX del CDI.Dentro de sus publicaciones podemos encontrar: MI AMIGO ISAAC, EL CORAZÓN NO ES UN PASAJERO (Editorial Libros para Todos, EDAMEX).Idiomas:Español, Inglés, Alemán, Hebreo, Yiddish.Especialidades:Temas Judaicos, Israel, Política Mexicana, Relaciones Internacionales, Costumbrista Mexicano.

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