Palabras en cascada || Seis millones, siete millones, ocho millones

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¿Cómo hablar de seis, de siete, o de ocho millones?
¿Cómo entender un número tan repleto de ceros
y de rostros sin nombre?
¿Cómo medir la dimensión del dolor de todos
cuando apenas puedo con la de uno solo?

Porque allí estás tú, parada en mi memoria,
con olor a krepalaj y kneidalaj recién cocinados
Porque allí estás tú, entre mis recuerdos de niña,
con un abrazo afectuoso y un saludo yiddish que todavía me emociona.
Detrás de aquella puerta de madera que aún sigue de pie.
No había llegada a tu casa sin un abrazo inmenso,
sin un main shein meidale (mi querida muchachita) saliendo de tus labios

Esos labios suaves que besaban, sonreían y callaban tanta historia
pero ahora puedo decirte, si de alguna forma me escuchas,
que solo ellos callaban, solo ellos ocultaban la memoria
pues tus manos y tus ojos contaban demasiado…


Hablaban de un pasado del que no sabía nada antes,
y que, ahora, me da miedo adivinar…
¿Dónde quedaron sembrados tu madre y tu padre?
¿Dónde quedó regada como polvo la hermana que no se logró escapar?
¿Dónde están aquellos sueños de niña que jamás se cumplieron?
¿Dónde está esa casa que llenaste de esperanzas y retratos familiares?
¿Dónde descansa aquel niño que no lograste salvar,
el que se llamaba Samuel, el que ha debido ser mi tío?

Dejaste media alma en el camino, dejaste media vida en el camino…
Dejaste regado por Europa un relato que apenas comenzaba…
Y tú eras la afortunada, la que se salvaba, la que nunca fue cremada.
Y tú eras la afortunada, la que no llegó a ser asfixiada en una cámara de gas…
La que pudo levantarse como el ave fénix, la que pudo cruzar el mar,
la que forjó su existencia en otras tierras, la que logró tener más hijos,
la que pudo darse el lujo de callar, la que siempre estaba tratando de olvidar…

Recuerdo tu mirada dolorida, tus suspiros sin nombre, tus espacios silenciosos…
No quisiste dejarme como herencia tus recuerdos repletos de pesadillas y temores
No quisiste dejarme como herencia el miedo, la rabia, el sufrimiento y la escasez…
¿Quién sabe a dónde fueron las palabras que ocultaste, las historias que nunca me contaste?
¿Quién sabe del dolor que guardabas escondido entre cajones repletos de naftalina?
¿Quién sabe cómo hacías para seguir sonriendo, para mimar a tus nietos, para atender la cocina?

Recuerdo que nunca te quejabas, tal vez sentías que no tenías derecho.
Recuerdo que siempre sonreías, posiblemente solo llorabas a escondidas.
Recuerdo tus manos rugosas, partidas, fraccionadas, agrietadas como madera.
Recuerdo tus ojos profundos y el verde oliva que ocultaba tu mirada cansada.

¿Cómo entender la historia de todos si apenas entiendo la tuya?
¿Cómo abarcar la herida de tantos, si apenas alcanzo a percibir la tuya?
Seis millones, siete millones, ocho millones, y yo solo sé que fuiste más que un número
Seis millones, siete millones, ocho millones, fuiste mi abuela y te llamabas Haike
Fuiste la afortunada, la que se salvó, la que nunca fue cremada.
Fuiste la afortunada, la que se calló, la que nunca se quejaba.
Seis millones, siete millones, ocho millones y yo todavía pronuncio tu nombre…

El 27 de enero el mundo debería pararse para conmemorar el Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto, proclamado así por la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas desde el año 2006, pero estamos viviendo tiempos “interesantes”, y me parece que pocos tomarán conciencia sobre el verdadero significado de esa fecha tan dolorosa para el pueblo judío, al cual pertenezco.

Con este poema que les comparto en la segunda entrega de “Palabras en Cascada” quise rendir homenaje a la memoria de mi abuela Haike, y de alguna manera también a su esposo, mi abuelo Mordejai. Ambos sobrevivientes del Holocausto, aunque los judíos preferimos llamar “Shoá” al terrible proceso de aniquilación masiva llevado adelante por la maquinaria nazi contra el pueblo judío y otras minorías que habitaban Europa en ese entonces.

Tal vez sea momento de que la tercera generación de sobrevivientes de la Shoá, a la cual pertenezco, comience a levantar su voz para contrarrestar un poco el tremendo eco de las consignas antisemitas, antisionistas y de los negacionistas del Holocausto. Tal vez es momento de que asumamos que nosotros estamos vivos, pues nuestros abuelos, y en algunos casos nuestros padres, fueron los afortunados, los que lograron salvarse, los que pudieron escapar, los que no fueron asesinados, los que lograron reconstruir sus vidas.

No sé cómo será cada caso particular, pero yo casi no tengo familiares por la rama paterna. Los nazis me robaron la posibilidad de pertenecer a una familia numerosa, a una familia con tíos y primos segundos, con tíos y primos terceros, a tener retratos de bisabuelos sonrientes en los marcos de la sala. No cuento con historias contadas de generación en generación, ni con otras personas con las que compartir el apellido Markus, no tengo conexión con mis raíces europeas. No hablo el idioma de mis ancestros. Mi árbol genealógico es bastante pequeño. No es poco lo que me robaron.

Pero, tal vez, allí no radica lo más terrible de lo que perdí debido a la maldad de unos pocos y la indiferencia del resto del mundo, pues, tal como dice Elie Wiesel “Lo contrario del amor no es el odio, es la indiferencia”, y si el mundo no se da cuenta de que es gracias a la indiferencia de los países que sabían lo que estaba ocurriendo mientras miraban hacia otra parte, pues lo que pasaba a los judíos no era su problema; es seguro que este tipo de atrocidades cometidas por unos seres humanos contra otros seres humanos se volverá a repetir una y otra vez. La historia es un espiral y el hombre sigue siendo el lobo del hombre.

En todo caso, lo más terrible que experimenté como tercera generación de sobrevivientes fueron las secuelas psicológicas, emocionales y espirituales que quedaron clavadas para siempre en el centro de mis abuelos paternos, de mi padre y de mi tío.

Mis abuelos perdieron a su primogénito, a sus padres, a sus hermanos, a los hijos de sus hermanos, a su familia extendida, sus vecinos, sus hogares, su sentido de pertenencia y su propia identidad. Alguien decidió que ellos no merecían vivir por el solo hecho de ser judíos y, durante años, todas sus energías tuvieron que centrarse en el simple hecho de sobrevivir, de lograr permanecer con vida un día más, un mes más, un año más… en medio de la guerra, de la persecución, del hambre, de enfermedades, del miedo y del odio.

Solo quienes crecimos junto a abuelos y padres tocados por ese terror, sabemos lo que eso significa… y no soy capaz de ser más clara al respecto. No es fácil. Mi infancia y mi adolescencia pasó rodeada de temas que no se tocaban, de conversaciones en yiddish para que los niños no comprendieran, de comida de más en las despensas por si venía alguna guerra, de pequeños tesoros escondidos en lugares estratégicos para poder tomarlos rápidamente en caso de necesitar salir corriendo. Crecí rodeada por el dolor y el miedo en la mirada de mis abuelos. De los traumas que heredaron a sus hijos (mi padre y mi tío), pero que se negaron a transmitir a sus nietos… crecí entre verdades a medias, mentiras piadosas, miradas doloridas y muchos silencios incomprensibles.

Pero estoy viva, y no solo es eso, me casé, tengo dos hijos espectaculares, y sé que ellos tendrán hijos a su vez. Somos descendientes de sobrevivientes del Holocausto. Somos la evidencia de que Hitler y los nazis no pudieron destruir, aniquilar y desbastar al pueblo judío. Los nazis no pudieron ganarnos. Ahora también tenemos un país propio, el Estado de Israel, que pese a quien pese, duela a quien duela… es garantía de que el pueblo judío más nunca volverá a ser atacado sin la oportunidad de defenderse, sin luchar por su derecho a la vida.

Hoy levanto mi voz como miembro de la tercera generación de sobrevivientes, hoy le grito a los nazis, a los antisemitas, a los negacionistas, a los que todavía defienden la cultura de la intolerancia… que el pueblo de Israel vive, y que seguirá viviendo a pesar del odio, de la discriminación, de sus creencias equivocadas, de sus ideales deshumanizados.

Hoy les recuerdo que Hitler fue derrotado y que yo, Raquel Markus – Finckler, sigo pronunciando el nombre de mis abuelos: Haike Ajzen y Mordejai Markus.

Hoy grito con toda la fuerza que me permiten estas letras plasmadas en negro sobre blanco titilando en las pantallas de cientos, o quizás, de miles de computadoras y dispositivos móviles: ¡PROHIBIDO OLVIDAR! ¡AM ISRAEL JAI!

Gracias por leerme, gracias por dejarme entrar…

¡Nos vemos en dos semanas!

Acerca de Raquel Markus

Periodista - Escritora – Poeta – Esposa – Mamá. Autora de varios libros publicados. Editora de libros, revistas, boletines electrónicos y otras publicaciones. Productora de contenido para redes sociales Productora y conductora de podcasts. Graduada de Comunicación Social mención Periodismo Impreso con Diplomado en Comunicación Digital y Post grado en Dirección de Instituciones Comunitarias. Ganadora de la modalidad de poesía del Certamen Internacional “Notas Migratorias César Vallejo 2021”. Organizado por la Fundación Universidad Hispana. Ha sido elegida ganadora y finalista en diversos concursos literarios y poéticos en América Latina y España, a los que se ha presentado a lo largo de su carrera como escritora. Datos de contacto: E-Mail: [email protected] Instagram: @escritora.creativa Facebook: Raquel Markus Twitter: @raquelisheva

12 comentarios en «Palabras en cascada || Seis millones, siete millones, ocho millones»
  1. Que poema tan emocional! Que palabras tan descriptivas que llegan, la historia hay que recordarla para que más nunca en la historia vuelva a repetirse.
    Te felicito Raquel, por llegar al alma con tú poema.

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    • Gracias por tus hermosas palabras, Dolly
      Me llegaste al alma!
      Gracias por leerme y gracias por comentar!
      Remamos en la misma dirección… la cultura, el arte y la música nos salvan!
      Cariños

      Responder
    • Amén! Que así sea!
      Que no se repita nunca más, ni con el pueblo judío ni con ningún otro pueblo
      Prohibido olvidar
      Am iIsrael Jai!

      Responder
  2. Excelente descripción de una realidad dificil de describir. Resulta incomprensible el grado de maldad al cuál pueden llegar algunos seres “humanos”.

    Responder
    • De acuerdo contigo, José.
      Seres, sí. Humanos, no.
      Seguir en lo mismo, prohibido olvidar!
      No podemos bajar la guardia
      Gracias por comentar!

      Responder
  3. 💓Kol ha Kabod querida hija Raquel por lograr conscientizar y expresar tan difíciles y recógnitas sensaciones, sentires💔y HONRAR la Memoria de tus Abuelos Paternos:
    🕯Jaike Ajzen Z”L y
    🕯Mordejai Markus Z”L,
    quienes emigraron a Venezuela en 1945, posterior a vivenciar los horrores de la Shoá.
    -KABOD a quien corresponde! Merecen tu dedicación!

    “NO OLVIDARÁS! NUNCA JAMÁS”
    “ANI MAAMIN”
    ✡️ “AM ISRAEL JAI” 🕎

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    • Muchas gracias por tan hermoso comentario!
      Siempre recordaré a mis abuelos, a los cuatro, con mucho amor y orgullo!
      Ellos siguen presentes en mí por todo lo que sembraron, por todo el amor y el cariño que me dieron!
      Siempre los honraré dentro de mi alma y en mi corazón!
      Por ellos, por otros sobrevivientes, por los que no lograron sobrevivir…
      PROHIBIDO OLVIDAR!
      AM ISRAEL JAI!

      Responder
  4. Hola Raquel,

    Tu poema es un grito de vida y permanencia.

    En él expresas lo inexpresable.

    Y en él recuerdas lo inolvidable.

    Aquello que siempre debe vivir en nuestras memorias, individuales, y como pueblo.

    Cada uno de tus poemas es un testimonio.

    Es un un nuevo vestigio de vida, alma, y naturaleza. Aquella vida que nadie puede borrar, ni el más malvado, ni los más despiadados.

    Dicen que el amor es el secreto mejor guardado de este universo. El que lo disuelve todo, el que lo puede todo, el que es indomable, e in doblegable, y el que le da la naturaleza de eterno a nuestros sueños y pensamientos.

    Ese es tu legado. Es un legado de amor y recuerdo, para todos nosotros.

    Recuerdo de nuestra naturaleza y fuerza.

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    • Muchas gracias por tan hermoso, contundente y conmovedor comentario, mi estimado amigo poeta.
      Este poema tiene la fuerza de los recuerdos que dejaron en mí mis abuelos paternos, especialmente mi abuela que siempre prefería callar que contar lo que le pasó a ella y a su familia…
      El dolor se hereda, pasa de generación en generación, algunas veces por medio de la palabra, otras veces, a pesar de ella… no es fácil procesar tanto…
      Como digo en el poema… los sobrevivientes dejaron atrás parte de sus vidas… y eso es algo de lo que nadie se recupera del todo…
      Lo ocurrido es una desgracia que no debe volver a repetirse, el mundo debe dejar de ser indiferente a las desgracias de las minorías.
      Por eso es mandatorio: PROHIBIDO OLVIDAR!
      Gracias por ser parte de mi pueblo: AM ISRAEL JAI!

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