Una improvisada carpa en el barrio de Musrara (entre las zonas árabe y judía de Jerusalén) en la que se reparten trozos de sandía y se escucha a la noche el sonido del laúd es el último ejemplo del debate sobre la conveniencia de actividades mixtas entre israelíes y palestinos: ¿coexistencia o normalización?.
¿Son las iniciativas de acciones conjuntas una muestra de coexistencia y un paso hacia el conocimiento mutuo y la paz, como defienden algunos, o son, más bien, un intento de normalizar la situación y hacer que en el exterior se olvide que hay un pueblo que ocupa a otro, como argumentan otros?.
Los activistas israelíes y palestinos miran con lupa las iniciativas en las que participan: manifestaciones contra el muro o los asentamientos, actos culturales, eventos deportivos, diálogos entre grupos de uno y otro lado, ONG mixtas, debates, exposiciones… ¿tienen detrás un ánimo normalizador?, se preguntan muchos.
La etiqueta de “coexistencia” es muy atractiva, muestra un ánimo de acercamiento, tolerancia y confraternidad, pero no pocos recelan de este concepto y se alejan de todo aquello que no tenga un objetivo claro y se quede en gestos vacíos.
Matan Israel, artista israelí promotor del proyecto “Green2Red”, que instaló una carpa con exposiciones, música y platos de sandías y queso a la que decenas de jerosolimitanos -judíos y árabes- acudían en las primeras noches de agosto, reconoce a Efe que la cuestión de la normalización fue uno de los debates clave entre los organizadores.
“Queríamos crear un espacio en el que cualquiera pudiera sentirse a gusto y lo conseguimos. Nuestro mensaje no era ni de derechas ni de izquierdas, era simplemente: encontrémonos. Pero sabemos que esto, aquí, es también un mensaje político”, explica Matan.
Entiende que “crear un lugar de celebración siempre puede llevar a que los palestinos se pregunten: ¿qué hay que celebrar, si estamos bajo ocupación?” pero piensa que “las conexiones personales son las que lo cambian todo. Hay que empezar por hablar, por destruir las barreras que se han levantado entre las dos partes”.
Señala que han sufrido el boicot de muchos palestinos que “no están dispuestos a sentarse con israelíes a comer sandías” y asegura entender esa postura, aunque cree que su labor es “ofrecer espacios de encuentro”.
De la misma posición es el Centro Peres de la Paz, uno de los grandes promotores de actividades de coexistencia cuyo director, Ido Sharir, explica a Efe que su objetivo es “juntar a la gente en proyectos de construcción de paz para encontrar un lugar común y compartido”.
Para ello, organizan programas en torno a actividades culturales, deportivas, de medio ambiente o empresariales, “que sirvan de paraguas para que la gente se junte físicamente y se de cuenta de que el otro no es tan diferente y comprenda su trayectoria y su narrativa”.
Sharir cree que “sin los encuentros uno a uno es imposible llegar a la paz”.
Xavier Abu Eid, portavoz de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), afirma tajante a Efe que “no puede existir la coexistencia mientras una parte esté por encima de la otra. La coexistencia no existe. Todo es normalización, que daña la causa palestina porque hace que el mundo se olvide de que aquí hay una ocupación.”
“Hemos hecho decenas de campamentos de nuestros niños con los suyos y el resultado de esto, y de veinte años de proceso de paz y esfuerzos de coexistencia han sido el Likud (partido derechista en el Gobierno) y (Avigdor) Liberman (ministro de Exteriores israelí y colono de la ultraderecha nacionalista)”.
Para el periodista palestino Omar Rahman, los proyectos de coexistencia “promueven una falsa idea de paridad entre las partes en conflicto, proyectan una falsa imagen de simetría y normalidad e ignoran la opresión, la colonización y privación de derechos de una parte contra la otra”.
“La normalización puede estar bien para superar la distancia entre la gente en India y Pakistán o Venezuela y Colombia, donde ambas partes están en el mismo nivel, pero no en Israel y Palestina, donde una parte vive bajo el yugo y la cadena del otro”, afirma.
Muchos críticos de la normalización apoyan, sin embargo, las actividades conjuntas entre palestinos e israelíes cuando estas se dirijan a luchar contra la ocupación: el concepto de corresistencia frente al de coexistencia.
Meir Margalit, fundador del Comité Israelí Contra la Demolición de Viviendas (ICHAD), considera que “las actividades conjuntas que no tengan como objetivo claro y conciso acabar con la ocupación, sobran. Partidos de fútbol mixtos están de más. Mientras haya ocupación, no hay lugar para la filantropía y el humanismo”.
De la misma opinión es Roberto Krimer, de la ONG Centro de Información Alternativo (AIC) para quien “hacer talleres de pintura conjuntos, por ejemplo, puede ser bonito, pero supone, en realidad, no hablar del conflicto, ni de las desigualdades brutales que existen. Es normalizar algo que no es normal”.
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