En mi diario pasar rumbo a mi oficina saludo con empata a una persona para mi notable.
Un señor alto, gordo, muy fuerte.
En su cara está plasmados la lucha, las privaciones de la pobreza.
Su gesto es duro desafiante.
Limpia los parabrisas cuando se lo permiten los automovilistas.
Un día lo llame:
– Tenga. deslice unas monedas en su mano
– Gracias, fue la respuesta.
Seguí manejando hasta mi oficina.
Por voluntad propia cada vez que pasaba le regalaba unas monedas…
– Como anda la chamba, le preguntaba yo.
– Ahí mas o menos
– Con su trabajo le dije siempre se llevara mas dinero que con el que llego.
– Eso si me respondía.
Nuestras breves charlas se repetían a menudo que nos encontrábamos.
Un buen día le dije:
– Por favor déle una pasada al parabrisas.
Gustoso lo hizo, le di unas monedas, nos despedimos.
De ahí para adelante ya siempre limpiaba mi parabrisas, pero con pilón: limpiaba también sin habérselo pedido el parabrisas de atrás.
Como siempre le daba unas monedas.
Pero empecé a notar cierto cambio en su actitud.
Ya no era el mismo hombre agradecido, resignado, que se acercaba a mí en espera de unas monedas.
Ahora se acercaba limpiaba ambos parabrisas “cobraba” y se alejaba diría yo con dignidad.
Pensando en de lo mismo me acordé de un pasaje muy importante de la Cabala:
Del Pan de la Vergüenza, es un concepto principal que significa la insatisfacción humana cuando se recibe algo que no se ha merecido o que no se ha luchado por conseguir.
Esa sensación de carencia que sientes cuando recibes algo por nada.
Sigo pasando por la misma esquina, sigo dándole a mi amigo unas monedas el las toma después de limpiar rápidamente los dos parabrisas de mi auto.
Algo ha cambiado en su actitud hacia mí; en su ser ha aparecido la dignidad del ser humano cuando se gana “a pulso” su paga.
Artículos Relacionados: