Nadine Markova, por medio siglo leyenda de la fotografía en México, experta en un sinfín de áreas, desde el retrato y la foto publicitaria, hasta el video artístico y el comercial, murió intempestivamente en la madrugada del pasado primero de febrero.
En sus años de esplendor, Carlos Fuentes deseó cargarle a Nadine Markova sus cámaras, ser invisible en su estudio. Repetía divertido: “Al estudio de ‘la gringa’ hay que ir con guaruras porque puede uno salir encuerado”. Luis Spota tenía orgulloso su foto sobre su escritorio como musa de su inspiración. Federico Fellini coqueteó con ella mientras filmaba “Amarcord”. El actor Claudio Brook, sumido en la ambivalencia de sucumbir a una irrefrenable seducción o replegarse temeroso ante una mujer osada e independiente, le dedicó su actuación en “El hombre de la Mancha” en Nueva York. Y casi cualquier mexicano mayor de setenta años la recuerda con una sonrisa pícara evocando su fama como fotógrafa de la revista Caballero.
Capturó con su lente la belleza del cuerpo desnudo con una mirada femenina que, lejos de alimentarse de vulgaridad o deseo, iluminó sus fotografías con clase como el buen arte de los grandes museos. Isela Vega, Olga Breeskin y Sasha Montenegro –las vedettes más solicitadas de las décadas de 1960 y 1970–, se cobijaron bajo su lente buscando sensualidad y erotismo. Lucha Villa la apodó “Santa Markova” porque en sus fotos la hacía ver esbelta y bella.
Especialista en casi todo –retrato, moda, arquitectura, fotoperiodismo, creación de comerciales y dirección fotográfica en cine–, sus imágenes fueron publicadas en Life, Forbes, Playboy, National Geographic, Newsweek, Times, People, Vogue y Rolling Stone, además de decenas de revistas mexicanas.
Fotoreportera cuando en México ninguna mujer tenía ese oficio, el presidente Gustavo Díaz Ordaz la apodó cariñosamente La Gata con Botas por sus relucientes botas verdes con las que llegaba a los eventos. A partir de entonces, retrató a casi todos los mandatarios mexicanos en el último medio siglo y de algunos, inclusive a sus familias.
Se distinguía por la sabiduría con la que iluminaba cada rostro para extraer belleza. Por su lente pasaron casi todas las celebridades, incluyendo a Luis Miguel, Juan Gabriel y Gloria Trevi, quien posó para su provocativo calendario erótico de 1997 que vendió cientos de miles de copias.
Markova cubrió la Olimpiada en México en 1968, la primera visita del Papa Juan Pablo II en 1979 y la Copa Mundial de Futbol en 1986. Como paparazzi, también las visitas oficiales de Lyndon B. Johnson, Richard Nixon, Jimmy Carter, VP Dan Quayle, Bill Clinton y, recientemente, la de Michelle Obama.
Sus imágenes ilustran los libros del Museo Nacional de Antropología y del Museo de Antropología de Xalapa que en 1993 ganó el premio como Mejor Libro de Arte en Nueva York. Fue responsable, además, de las fotos fijas de cientos de películas, incluyendo cintas con Geraldine Chaplin, Harry Belafonte, Kirk Douglas, Sidney Poitier, Isabella Rossellini, Michael Douglas y John Gavin, quien luego sería embajador de Estados Unidos en México.
Nadine Markova, talentosa y creativa, creó, dirigió y produjo casi una centena de comerciales innovadores que alcanzaron inusual resonancia. Entre ellos: los de El Puerto de Liverpool filmados en la Unión Soviética; campañas para Telcel con personalidades hablando por teléfono en museos, barcos y calles; anuncios de jeans en locaciones con modelos posando con leones y changos; y los de Cannon Mills, filmados en Central Park.
Durante siete años seguidos fue reconocida como la mejor fotógrafa por la Asociación Nacional de Publicidad. En 1993 creó: “¿Qué no te vean la cara de What?” para Interlingua, con la que obtuvo los premios más importantes en la industria de la publicidad que otorga Círculo Creativo, entre ellos: mejor campaña, mejor comercial, mejor director de comerciales.
Nadine Markova, quien vivió durante casi 44 años con el saxofonista Larry Russell, decía que era un privilegio ser “una gringa mexicana”. En México se encontró consigo misma, se enamoró de la vida por la dulce calidez latina que la mantuvo viva y despierta, curiosa y feliz.
Se consideraba un “fenómeno bicultural”, curiosa turista en tierra ajena descubriendo lo que nadie era capaz de ver. Pensaba y era generosa como buena mexicana, pero mantuvo su punto de vista neoyorquino y su acento “gringo” hasta el final.
De elegante y cautivadora sonrisa, mirada dominante y parlanchina, el leitmotiv de su vida fue: “Why not?”. Rompía prejuicios y convenciones con enfebrecida ansia de vivir.
No estaba lista para partir, tenía planes y pendientes incluyendo un viaje con alumnos a Cambodia. Sin que los 77 años le pesaran, se mantenía activa con las cámaras y los tripiés al hombro, trepada en los lugares más insólitos, lista para capturar la luz antes del amanecer.
Decía que seguiría cargando sus cámaras, ascendiendo la montaña, fotografiando el mundo hasta que cayera muerta. Deseaba llegar a ser una viejita, de cien años, rodeada de alumnos.
El pasado 8 de enero programó una cirugía menor para remover piedras en la vesícula. La intervención, sin embargo, se prolongó durante más de ocho horas porque los médicos hallaron un minúsculo tumor en la punta del páncreas que fue removido. Su recuperación iba viento en popa hasta que, ya fuera del hospital, en casa de su hija Marissa, comenzó una hemorragia que intempestivamente, en minutos, le arrancó la vida.
Talentosa, creativa y excepcionalmente generosa, murió luchando, como siempre fue ella. Dejó un enorme vacío entre quienes tanto la admiramos. Descansa en paz, amiga.
Maravillosa nota sobre la adorada Nadine. Deja infinidad de querencias que la extrañaremos profundamente. See you soon, dear!