Pedro Davila Y Zuñiga, I Marques De Las Navas

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 A don Antonio Escudero Ríos,filósofo y eremita en las Navas del Marqués,con afecto profundo.

Sobre su posible ascendencia de judíos conversos.
Textos extraidos de la obrita inédita Castillo – Palacio MAGALIA, de la que soy autor.

Don Pedro Dávila y Zúñiga, a pesar de su rancia alcurnia y acendrado cristianismo descendía de judíos conversos. Su antepasado don Pedro González Dávila, médico, (profesión que desde hacia muchas generaciones atrás era propia de hebreos) y un hermano de éste, que fue secretario de los Reyes Católicos, don Alfonso Dávila, eran
conversos descendientes de Fernán González de Ávila, a quién se le reconoce tal condición. Pero a pesar del tiempo pasado aquel baldón a toda costa había que ocultar, tanto por lo vergonzante de la ascendencia como porque podía suponer la pérdida del honor, la hacienda y de la propia vida.


Desde luego no era ni el único noble, ni tampoco el de más alta cuna que llevara en sus venas sangre judía, pues de las más destacadas familias, enriquecidas durante siglos con la práctica de actividades económicas y mercantiles, para las que tuvieron especiales cualidades, habían conseguido emparentar con la flor y nata de la alta nobleza castellana y
aragonesa, incluyendo a algunas familias reales. La madre del rey Fernando el Católico, introductor de la Inquisición en España, doña Juana Henríquez, tenía ascendencia conversa, como el Cardenal Juan de Torquemada y su sobrino, quefue primer Inquisidor General, el retorcido fraile dominico Tomás de Torquemada, o don Diego de Deza, que fue segundo
Inquisidor General siendo Arzobispo de Sevilla. (Imagen 118 página 115 ). (página 117).

El gran humanista Luis Vives, Fernando de Rojas, autor del drama “La Celestina”, el piadoso Hernando de Talavera, primer Obispo del recién conquistado reino de Granada, el agustino Fray Luis de León, el padre Diego Laínez, sucesor como General de la Compañía de Jesús tras su fundador, San Ignacio de Loyola, o la misma Santa Teresa de Jesús, entre otros notables y significativos personajes de la sociedad, la cultura y la iglesia española del Siglo de Oro, eran “cristianos nuevos”, pues sus ascendientes eran judíos conversos. (Imagen 119 página anterior).

Sobre la relación entre la Santa de Ávila Doctora de la Iglesia y el fundador del convento dominico de Las Navas en una reciente publicación su autor dice: “Ahora veremos que los apellidos de San Teresa nos descubren unorigen auténticamente nobiliario. Incluso, llega a tratar a los Dávila – a la familia del segundo Marqués de Las Navas
– como parientes. Teresa de Cepeda y Ahumada – originalmente Sánchez Dávila – nació en la ciudad de Ávila, en las Casas de la Moneda, e 28 de marzo de 1515“. Al final del artículo en Nota aclaratoria escribe lo siguiente:
“ Su padre cambió los apellidos para esconder el Sánchez de Toledo, vinculado al origen judío de la familia, y prefirió usar el nobiliario Cepeda. La madre de Santa Teresa y segunda mujer de don Alonso Sánchez de Toledo se apellidaba Dávila y estaba emparentada con las estirpes de los Velada, Tapia, Del Peso, Núñez Vela, etc..1”

Si por parte de su madre la santa tenía relaciones de parentesco con los encumbrados Marqueses de Las Navas, sin duda alguna la rama de los Dávila mejor situados, su ascendiente judío le venía por parte de sus abuelos paternos:
Juan Sánchez e Inés de Cepeda, vecinos de Toledo, con casa en la collación de Santa Leocadia, donde tuvieron a sus cuatro hijos varones: Alonso (padre de la santa), Pedro, Ruy y Francisco. Los cuatro hermanos Sánchez Cepeda (si utilizáramos el sistema actual de apellidamiento) después que su padre fuera reconciliado por la Inquisición en un
Auto de Fe celebrado en Toledo el 20 de julio de 1485, en el que le fue conmutada la pena capital al darse la circunstancia de estar en tiempo de gracia, lo que quería decir que él mismo se delató, sufrió durante más de dos años severas penitencias además de la ignominiosa vergüenza que suponía tener que llevar durante todo ese tiemNotas:
1) Santa Teresa y El Greco, dos calles de centenario en Las Navas. Álvaro Mateos. Periodista y doctor en Ciencias de la Información. Revista Entre Pinares nº 17, Julio 2014, Excmo. Ayuntamiento de Las Navas del Marqués, página 7. (página 118).
po sambenito1, acabarían emigrando a Ávila huyendo de las degradantes consecuencias derivadas de la condición de judeoconverso de su progenitor, que se ganaba la vida como mercader o trapero, oficio que otros más pudorosos califican de comerciante de paños y sedero2.

Por todo lo dicho creemos será comprensible que don Pedro Dávila y Zúñiga, con la fundación de este convento, puesto bajo el patrocinio de Santo Domingo, fundador de la Orden a cuyos frailes lo encomendó, y de San Pablo, Apóstol de los Gentiles, por quien el marqués sentía especial devoción, albergara con su magnánimo gesto la intención de mostrar a todos cuan fiel y recia era su fe cristiana y cuanta la seguridad que mantenía en la limpieza de su sangre, pues a más de llevarle a gastar tantos miles de ducados en su fundación, traía al lado mismo de su palaciega residencia familiar, a una comunidad de religiosos que eran, sin la menor duda, los más acérrimos ejecutores de las estrictas directrices que, en defensa de la única fe verdadera, emanaban de la Santa Inquisición. De ahí que a estos frailes el pueblo los llamaran los “perros de Dios” (Domini cane), apodo que les llenaba de orgullo.

De cuanto queda dicho no hay documento alguno que lo certifique, no obstante, consideramos haber aportado en apoyo de nuestra tesis evidencias suficientes en las que apoyar su más que posible verosimilitud, dicho lo cual, damos por zanjado el tema pasando a comentar el hecho fundacional.

Notas:
1) Capotillo o escapulario que se ponía a los penitentes reconciliados por el Tribunal de la
Santa Inquisición que cubría su pecho y espalda, generalmente de color blanco llevaba por
ambos lados una cruz roja en aspa del tipo de la de San Andrés. A veces se completaba con
un capirote puntiagudo que cubría la cabeza del penitente.
2) El linaje judeoconverso de Santa Teresa. Teofanes Egido. Editorial de Espiritualidad, Madrid
1986. Introducción, páginas 9 a 31. (página 120).

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