De acuerdo con lo informado esta semana, sabemos que Forbidden Stories y Amnistía Internacional lograron tener acceso a una filtración reveladora de que al menos 50 mil teléfonos en el mundo han sido intervenidos por el sistema de espionaje Pegasus, producido por la empresa israelí NSO. Y que, de ese número de teléfonos, 15 mil son de México, donde desde 2017 ha operado el espionaje a periodistas, políticos, intelectuales, defensores de derechos humanos y empresarios, cuya información personal ha sido capturada y usada a discreción por los clientes de NSO y que pueden haber sido desde instancias gubernamentales diversas, democráticas o no, hasta partidos políticos, corporaciones, grupos de interés y personas con poder suficiente como para conseguir saber más de lo legalmente permitido acerca de sus enemigos o simples competidores.
Se calcula que más de 180 periodistas de 21 naciones han sido espiados por al menos 12 clientes de NSO. En la lista de los usuarios de Pegasus están, además de México, países como Arabia Saudita, Emiratos Árabes, Bahrein, Marruecos, India, Pakistán, Hungría, Azerbaiyán, Togo y Ruanda. ¿Cuáles han sido sus resultados? A pesar de lo declarado en el reporte de transparencia de NSO, de 2021, de que su objetivo es “salvar vidas”, hay suficientes pruebas de que en muchos de los casos lo ocurrido ha sido justamente lo opuesto.
Los ejemplos abundan. Uno de ellos es el del periodista saudita estadunidense Jamal Khashoggi, asesinado dentro del consulado saudita en Estambul en 2018. Un día antes del homicidio, la organización de derechos digitales Citizen Lab reportó que un cercano amigo de Khashoggi, Omar Abdulaziz, había sido víctima de espionaje vía Pegasus en los meses anteriores. Las nuevas revelaciones de Forbidden Stories y sus colegas muestran que también el teléfono de la prometida de Khashoggi fue infiltrado cuatro días antes del asesinato. Y en las semanas posteriores fueron objeto de ese mismo tipo de espionaje, por parte de los gobiernos de Arabia y los Emiratos, un buen número de amigos, familiares y colegas de Khashoggi.
Por cierto, de Emiratos Árabes se registra también otro notable caso. Se trata de la princesa Latifa, hija del jeque Mohammed al-Maktoum, quien intentó huir de su padre en un yate en 2018. Su captura en la costa de India y su forzado regreso a Dubai se logró gracias a la labor de Pegasus en los teléfonos de personas cercanas a la princesa. Ni qué decir que, tras su repatriación, las represalias contra ella fueron feroces. Una historia con tintes muy parecidos fue la de la sexta esposa del mismo jeque al-Maktoum, la princesa Haya, quien también huyó a su natal Jordania.
El actual destape del escándalo Pegasus incluyó revelaciones en los periódicos The Guardian, Washington Post y el diario The Wire en India. Ahí se publicó que en este último país cerca de mil teléfonos fueron víctimas de intervención presuntamente por agencias de inteligencia del actual gobierno encabezado por Narendra Modi. Entre los espiados se citó a Rahul Gandhi, el más fuerte rival político de Modi; dos altos oficiales cercanos asesores de Gandhi y el director de la Fundación Bill y Melinda Gates en India, Hari Menon. En el caso de Pakistán, quien al parecer fue espiado fue el primer ministro, Imran Khan.
En Europa, uno de los casos que más han sonado gracias a la labor del equipo denunciante del proyecto Pegasus ha sido el de Hungría, cuyo presidente, Viktor Orban, conocido por su línea política iliberal y crecientemente autocrática, hizo uso de ese instrumento para espiar a periodistas, defensores de derechos humanos y miembros de la oposición política. Orban, recurriendo a su tradicional chivo expiatorio al cual achacarle malévolas conspiraciones en su contra, volvió a acusar a George Soros de estar detrás de las revelaciones de Amnistía Internacional y Forbidden Stories.
Hasta el momento, la empresa NSO rechaza las acusaciones que se le han hecho, mientras que el gobierno de Israel tampoco ha emitido ningún comentario o información de si intervendrá o no para deslindar responsabilidades. Tampoco ha aclarado si, en caso de hacerlo, actuaría legalmente contra NSO a fin de retirarle la licencia de exportación de su producto. Desde luego, una estricta regulación sería más que pertinente porque está claro el enorme atentado contra los derechos humanos que ha significado el uso de Pegasus en manos de quienes han tenido los medios para adquirirlo