Mucho se ha escrito y hablado acerca de las enormes dificultades que enfrenta la población palestina en Gaza a raíz del bloqueo israelí. Sobre todo en coyunturas críticas -por ejemplo durante la guerra entre Israel y Hamas de 2008-2009 y a lo largo del incidente de la flotilla de hace tres meses- han abundado los reportes acerca de las penurias provocadas por la situación de violencia y por la escasez de artículos de primera necesidad. La altísima densidad poblacional en la Franja, al ser un territorio minúsculo habitado por cerca de un millón y medio de personas, constituye un serio agravante de las precarias condiciones de vida de sus habitantes. De hecho, hay un mundo de distancia entre los datos sobre calidad de vida en Gaza y los de Cisjordania, a pesar de que en ambos casos se trata de territorios palestinos.
En cambio, de lo que se ha hablado mucho menos a pesar de que constituye algo tan grave como el bloqueo, la violencia, la pobreza y la escasez, es de la tiranía ejercida por el Hamas sobre su propia población. A pesar de que en sus inicios Hamas consiguió crecer y obtener popularidad gracias a su activismo en áreas de beneficencia y servicios sociales para el público palestino, actualmente, con su poder ya afianzado en la Franja, ha dado rienda suelta a sus obsesiones derivadas de su fundamentalismo religioso y a sus posturas extremistas en temas políticos haciendo uso de un creciente terror.
En el caso de las exigencias religiosas, las medidas impuestas se vuelven cada día más pesadas para la población. A continuación algunos ejemplos de situaciones registradas recientemente, elocuentes sin duda de cuál es la ideología dominante dentro de la gestión gubernamental: la policía del Hamas procedió a clausurar un parque acuático debido a la presencia en él de “mezcla de géneros degradante y antiético”; más tarde se supo que tal “mezcla” consistía en hombres y mujeres miembros de una organización caritativa que se reunieron en el parque para celebrar el ritual de romper el ayuno del Ramadán. Del mismo modo, pocos días antes, hombres armados del Hamas quemaron las instalaciones de un campamento de verano para niños realizado por la Organización de Naciones Unidas para los Refugiados (UNRWA), porque se trataba de un campamento mixto y ello podría provocar que niños y niñas nadaran juntos.
Igual suerte han sufrido los cafés-internet. La modestia a la que están obligadas las mujeres según Hamas, ha derivado en legislación para que las tiendas de ropa femenina se ajusten a los criterios islamistas tanto en la mercancía que ofrecen como en la forma de vestir y presentar a los maniquíes de los aparadores, además de que está prohibido que hombres trabajen en tiendas de artículos femeninos. Por supuesto, está prohibido que las mujeres fumen narguile en público, costumbre que sólo a los hombres se les permite. Ni qué decir que la infracción de esta normatividad se castiga con diversas sanciones, algunas de ellas bastante severas. La libertad de pensamiento y expresión es inexistente, y la censura se apodera cada día más del espacio social. Por ejemplo, el ministerio de educación del Hamas acaba de prohibir el libro Habla pájaro, habla de nuevo, el cual consistía en un compendio de cuentos populares palestinos, bajo la acusación de que contenía “expresiones sexuales vergonzosas”.
Y en cuanto a la cerrazón política del Hamas, no cabe duda que constituye la otra gran fuente de las penurias de los habitantes de Gaza. Su inflexibilidad y falta de interés en reconciliarse con la Autoridad Palestina de Mahmud Abbas luego de la guerra civil que los enfrentó en 2007, forma parte del cuadro de disfuncionalidad política que empeora las condiciones de vida en Gaza y dificulta las cosas para el pueblo palestino al estar éste dividido en dos enclaves territoriales gobernados cada uno por cuerpos distintos. De igual modo, la obsesión de no reconocer a Israel, de sabotear todo intento de arreglo negociado entre israelíes y palestinos y de mantener abierto de forma permanente un frente de combate contra el Estado judío, ha creado un callejón sin salida para su propia población, la cual se ve atenazada entre la arbitrariedad del rostro totalitario de Hamas en la vida cotidiana de la Franja y las consecuencias destructivas de un estado de guerra permanente librada en condiciones de inferioridad militar.
Fuente:Excélsior
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