Leo (Lieb) Katz, Intelectual, político y escritor; padre de Friedrich Katz

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Judíos destacados en México

La historia comienza lejos de México, en Europa Oriental, en los Cárpatos, en Bukovina, un lejano rincón del imperio austro-húngaro, una aldea situada a escasos kilómetros de la frontera con Rumania. Allí, en 1892, un vendedor de leña, Jacob Katz, y su esposa celebraron el nacimiento de su primer hijo, Israel Lieb. De todas las regiones austriacas, Bukovina era entonces la más arbolada, la de mayor riqueza agrícola (principalmente cereales), y la que tenía más monopolizada su tierra. También ostentaba los caballos más hermosos y era la más compleja desde el punto de vista étnico: 42% de la población hablaba ucraniano, 32% rumano, 13% yiddish, 7% alemán, y el resto polaco, húngaro, armenio, ruso y griego. La economía estaba moldeada sobre líneas étnicas: los terratenientes ausentistas hablaban rumano y alquilaban sus propiedades (llamadas “latifundios” por sus críticos), por lo general en varias extensiones y a largo plazo, a comerciantes que se expresaban en yiddish o en alemán. Ellos, a su vez, subarrendaban anualmente pequeñas parcelas compartidas a campesinos sin tierra hablantes del ucraniano o el rumano.

Czernowits, capital de Bukovina, floreciente desde que el ferrocarril de Cracovia a Kiev pasó por ella en 1866, era, en 1892, una ciudad “completamente moderna” de 50 mil habitantes, entre ellos 18 mil judíos (reformistas, ortodoxos y sionistas), con gran cantidad de escuelas y una universidad nueva, según la guía Baedecker. Sin embargo, en el campo, donde habitaba 80% de la población, pocos llegaban a la escuela. Después de Dalmacia, Bukovina era la región austriaca con el mayor número de analfabetos.

Aunque el ferrocarril del sur no entraba en ella, había varias escuelas en Sereth, la población en que nació Leib Katz y donde habitaban 1,300 familias, 500 de ellas judías. En cambio, cerca de 7,500 campesinos sin tierra carecían de toda posibilidad de instrucción. Al otro lado de la frontera, en Rumania, la mayor desgracia era “el problema campesino”. A partir de 1860 los terratenientes despojaron de sus propiedades a los aldeanos, acumularon vastas extensiones de tierra y, al igual que en Bukovina, las alquilaban a largo plazo a comerciantes judíos que empleaban a los despojados como aparceros y peones. Los campesinos se rebelaron en 1888, 1889, 1894 y 1900.


Jacob Katz era ortodoxo, en Sereth se le consideraba un sabio ortodoxo. En su linaje había muchos rabinos y preparó a Lieb para serlo también. Pero en 1907, alrededor de la Pascua, los campesinos rumanos se volvieron a levantar. La revuelta superó a los movimientos del pasado y se dirigió primero contra sus arrendadores judíos y luego contra los grandes terratenientes. Lieb, quien a los quince años ya había estudiado la opresión egipcia y la liberación de los judíos, también se rebeló. Al otro lado de la frontera, un joven cliente de su padre, y amigo de Lieb, figuraba entre los líderes de la revuelta local. A pesar de la estricta prohibición austriaca para viajar a Rumania durante la violencia, Lieb se escabulló a través de la frontera y una noche contempló a los campesinos en acción. Otra noche, oculto, vio a los soldados rumanos masacrar a los campesinos y asesinar a su amigo.

Lieb regresó a Sereth, leyó a los Profetas, en especial a Isaías, abandonó sus estudios rabínicos, se volvió socialista y siguió por correspondencia un curso académico vienés. En 1908 hubo otro tipo de revuelta en el cercano Czernowitz: la Primera Conferencia acerca del yiddish. Organizada desde Nueva York por Nathan Birnbaum y Chaim Zhitlowsky, respaldada por Mendele Mokher Sefarim y Sholem Aleichem, sostuvo el primer debate internacional interpartidario sobre el yiddish como “lengua nacional” del pueblo judío. La resolución de que sí lo era ratificó el empleo del yiddish por parte de los intelectuales judíos. Sholem Asch, I.L. Peretz y otros participantes en la conferencia, organizaron una campaña en toda Bukovina para financiar estudios de lengua y literatura yiddish.

Lieb Katz se unió a este movimiento. En 1914 entró en la Universidad de Viena para estudiar historia e idiomas orientales antiguos, militó en la oposición socialista a la guerra mundial, ayudó a organizar el apoyo para la gran huelga de Viena en 1918, y se unió al partido comunista austriaco. En 1920, cuando el socialismo revolucionario ya había fracasado en Europa, obtuvo su doctorado con una tesis sobre La situación de los judíos en la Alemania del siglo XIV (cuando la Muerte Negra condujo al holocausto de los judíos), cambió su nombre por el de Leo y emprendió el viaje para seguir una nueva carrera como intelectual comunista judeo-austriaco.

Su primera escala fue Chicago, 1920-1921, para ver a su hermana mayor y visitar la sede del socialismo revolucionario en los Estados Unidos. Segunda escala: Nueva York, 1922, para colaborar en el nuevo diario comunista yiddish Freiheit. Tercera escala: regreso a Viena, donde escribe para el periódico de su partido, Die Rote Fahne, y se casa en 1924 con Bronia, una joven de la Galizia austriaca, nacida en Hashomer Hatzair. Ella también entró en el partido. Pasaron el año de 1926 en París. Volvieron a Viena y allí, en 1927, nació su hijo Friedrich, quien se convertiría en un gran historiador y biógrafo de Pancho VIlla. En 1930 la familia Katz se trasladó a Berlín donde, con su nuevo amigo David Bergelson, Leo Katz trabajó para el periódico alemán Rote Fahne. En 1933, en una oportuna huida de los nazis, trasladó a su familia a París. Allí se unió a la sección de judíos refugiados del partido comunista francés, editó el diario yiddish Naie Presse, y durante la guerra de España introdujo armas para el ejército republicano (algunas de ellas mediante tratos con la mafia neoyorquina). Por consiguiente fue deportado de Francia en 1938 y se mudó con su familia a Nueva York, en donde (para asombro de la mafia) devolvió al gobierno republicano en el exilio los fondos españoles que había en su cuenta.

Hizo amistad con Ernst Bloch y empezó a escribir cuentos a la manera de Sholem Aleichem acerca de los pueblos moldavos del fin de siglo, las revueltas campesinas y las aldeas en llamas. En 1940, cuando el gobierno norteamericano le negó la residencia por su filiación política, encontró asilo en la Ciudad de México a través del Comité Unido Antifascista para refugiados. Durante la guerra Leo Katz ayudó a organizar a los comunistas alemanes en México. Con Egon Erwin Kisch, Anna Seghers y otros amigos fundó la Comunidad Intelectual Antifascista, escribió para periódicos alemanes y austriacos en el exilio, dirigió Tribuna Israelita, estableció una editorial para exiliados, y publicó una primera novela, en español y yiddish, titulada Totenjaeger (Cazadores de muertos), una de las primeras novelas sobre el Holocausto.

En la posguerra y aún sin salir de México, dio a conocer en la editorial Knopf de Nueva York una segunda novela en inglés, Seedtime (Tiempo de sembrar), acerca de la revuelta rumana de 1907. Obtuvo reseñas favorables en The New Yorker, Saturday Review y The New Masses, y una adversa en Commentary. Leo Katz, publicaba artículos políticos en México bajo el seudónimo de Joel Amos,

En 1949 él y su esposa intentaron vivir en Israel pero regresaron a instalarse en Viena. De nuevo militó en el partido austriaco como director de su periódico Volksstimme, publicó libros infantiles y una tercera novela, todo esto en Berlín Oriental.

Leo Katz murió en 1954, apenas a los 62 años de edad, -sin embargo- diez o quince años mayor que los hermanos, hermanas y primos, suyos y de su esposa, asesinados por los nazis.

Su cuarta novela apareció póstumamente en 1955, también en Berlín Oriental. La quinta, que trata de nuevo el tema de la rebelión rumana de 1907, se publicó en Viena en 1993.

Cambridge, Massachussets, enero 20, 1999. – Traducción de Laura Emilia Pacheco
http://www.letraslibres.com/revista/libros/villa-y-katz-historias-paralelas

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