Cuando el gran científico alemán, Alexander von Humboldt, llegó a México en 1803 durante un viaje que comenzó en Sud América y terminó en los Estados Unidos, pasó mucho tiempo en la Ciudad de México. Le llamaron mucho la atención las maravillas de este nuevo continente y dedicó largo tiempo a investigar casi cada aspecto científico que tuviera alguna aplicación en nuestra zona del mundo. La frase que se le atribuye a él, pero que no parece no ser realmente suya al describir nuestra ciudad “La Ciudad de los Palacios”, podría actualmente cambiarse fácilmente por “La Ciudad de las Pirámides”.
Hay pocas ciudades en el mundo que contengan tantos antiguos vestigios en su seno pero ciertamente casi ninguna tiene auténticas pirámides surgiendo cada vez que se excava algún sitio en la ciudad. Yo siempre he pensado que si se hace un agujero suficientemente hondo en el Centro Histórico y las zonas aledañas encontraríamos enormes cantidades de restos y pirámides prehispánicas.
Hace casi 30 años cuando algunos trabajadores cavaban la calle de Guatemala para reparar unos cables eléctricos encontraron una figura tan importante que el trabajo se detuvo hasta que llegaron los arqueólogos a extraer lo que resultó ser la Coyolxauhqui, de quien se conocían relatos y leyendas pero nadie había visto su imagen. A la larga, después de demoler un grupo de edificios, surgió lo que hoy en día se conoce como “El Templo Mayor” con las pirámides gemelas de Tláloc y Huitzilopochtli. Ese fue un gran hallazgo, otros lo han sido mucho menores.
Las ruinas de las pirámides de lo que alguna vez fue la población de Tlatelolco, con su espléndido mercado que ha sido pintado por Diego Rivera y expuesto en maqueta en el Museo de Antropología, han estado ahí mucho tiempo pero sólo cuando se erigieron unos edificios con cientos de departamentos fue que adquirieron un nuevo significado por el modo en que están rodeadas de estructuras modernas y la antigua iglesia colonial en los que hoy se conoce como “La Plaza de las Tres Culturas”, la prehispánica, la colonial y la moderna.
Hay una pequeña pirámide en la estación del metro Pino Suárez que fue descubierta cuando se construyó la primera línea del metro. Hay otra pequeña pirámide a un lado del Periférico casi colindando con San Antonio que fue hallada cuando se hizo el Periférico original.
En la salida hacia Querétaro, hay una vuelta a la izquierda que lleva hacia Tlatilco con su pequeño museo y las ruinas que contenían esas figuras. Yendo más adelante hacia Tlalnepantla hay dos grandes áreas, Tenayuca y Santa Cecilia, con sus grandes pirámides.
Al sur de la ciudad, tenemos a Cuicuilco que es una de las pocas “pirámides” redondas del mundo. En realidad ninguna de las estructuras es una pirámide real; son pirámides truncadas, más como bases piramidales que templos, algunos de los cuáles fueron erigidos encima de estos edificios que, con pocas excepciones, se han esfumado totalmente. Otras zonas del sureste que también tienen restos de pirámides son Culhuacán e Ixtapalapa.
Por supuesto, una vez que uno sale de la ciudad misma, en las cercanías hay un gran número de sitios donde se pueden visitar pirámides y templos en ruinas como Teotihuacán, Xochicalco, Tepoztlán, Malinalco, Teotenango y Tula. Estos están mucho más completos ya que habían sido abandonados mucho antes de que llegaran los conquistadores españoles y no fueron destruidos puesto que se suponía que para someter a la población nativa a la nueva religión era necesario hacer desaparecer todo vestigio de la anterior.
Hoy en día, es fascinante visitar todos esos sitios e imaginarse cómo serían sus vidas, especialmente las vidas de los reyes, sacerdotes y guerreros que eran las altas castas hace ya tantos siglos.
este reportaje este muy padre espero que pongan mas por que tiene muy buena informacion
adios