La virtud del agradecimiento es una de las más olvidadas. Cuesta tomarla en cuenta. Vivimos confortablemente y no pensamos en el sudor de los que prepararon los materiales y construyeron la casa. Saboreamos los alimentos y nos olvidamos de los que sembraron y segaron, de los que plantaron y regaron. Vemos a un jubilado y nos olvidamos de lo que trabajó. Nadie da gracias al cauce seco del río por su pasado.
Un anciano estaba plantando mangos en su jardín. Un vecino le preguntó:
—“¿Qué haces? ¿Esperas llegar a comer mangos de esos árboles?”. “No, no pienso vivir tanto”, respondió el anciano. “Pero otros lo harán.
Se me ocurrió el otro día que toda mi vida he disfrutado comiendo mangos plantados por otras personas, y así les muestro mi gratitud.
En mi larga vida he recibido muchas cosas de los demás. Es justo que otros reciban algo de mí.”
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