Abraham era Géminis, tenía dos lados.
Por un lado tenía su visión futurista, pensaba que el universo era perfecto, era una creación perfecta de Dios, la Luz Infinita. Por el otro lado a veces entraba en túneles de tiempo, ediciones del tiempo y el espacio, la mente y el espíritu, y quedaba atrapado en redes, dilemas, aventuras y nostalgias, en busca de respuestas.
Este era uno de esos días, Abraham se sentía nostálgico, tras años de trabajar en inventos y start ups, y buscar soluciones para el futuro, de pronto se sintió conectado con su pasado, con la infancia, que había sido una edificación cultural majestuosa, intransgresible, indestructible.
Abraham era el hombre del futuro y el pasado, y paradójicamente cuando más disfrutaba era cuando estaba en el presente.
Aunque el presente transcurriese lento y no fuese perfecto, era maravilloso recibir una oportunidad para poner los pies en la tierra y sobreponerse a la tristeza, los miedos, las frustraciones, y luchar día tras día, ser el guerrero de cada día, y vencer a cada día llegando a la noche con una sonrisa. La idea le recordó un documental sobre taxistas en Nueva York.
-Hoy trabaje, y estuve con Dios.
Nuevamente, para Abraham Dios es la Luz Infinita, Bendecida, y no una consciencia pecaminosa o culpigena. La Luz es plural y neutral, no es ni el bien ni el mal. Y de hecho, La Biblia decía que la Luz Infinita era el Bien Absoluto, y dadora de bien y de bendición de forma absoluta.
Abraham estaba frente a la pantalla de la computadora, en el Internet, pensando en su pasado, su infancia, así que decidió comenzó a buscar fotos de su escuela y sus compañeros en Google images, quizás así se le ocurriría una idea para su guion.
Increíblemente encontró cientos y miles de fotos que conectaron los dots de su infancia.
Por primera vez se dio cuenta que su infancia había sido maravillosa, y que el marco en el que la había vivido había sido un marco maravilloso, positivo, edificante, digno, cálido y luminoso, no así como el chiquillo que pedía algunas monedas.
Había habido junto a si tanta gente increíble a su alrededor, y no se había dado cuenta, como la mayoría de los chicos estaba ocupado con el sexo, y la competencia con su propio intelecto. La vida era injusta y eso le preocupaba. Como podían hablar de un Dios perfecto? Quizás Sara tenía la razón.
Vio el símbolo del colegio y la comunidad, y el deportivo, y se sintió orgulloso.
Tenía un lado tecnolatra que su padre, un jugador de barajas comunitario le había infundido tras regalarle gadgets en su infancia. Antes de la adolescencia ya había tenido una consola de Atari con cientos de juegos. En la pequeña antesala de su casa en el departamento de Ámsterdam cerca del parque México tenían una televisión a colores donde veían programas como El hombre nuclear, Emergencia, Chips, Bonanza, Hawai5-0, y muchos otros. También veía muchas caricaturas como la de Don Gato y su pandilla o Los Picapiedra.
No. Esta no había sido la parte edificante. Al mirar las fotos de su vieja escuela en Progreso 23 en la Colonia Florida, los camiones anaranjados, las canchas de futbol, el patio con el mapa del mundo pintado en el centro, el edificio de ladrillos espectacular, el Kínder Garden, y a al ver el rostro de tanta gente, directores, maestros y maestras, compañeros, y hasta el chofer del camión, era una gran sorpresa.
También encontró las fotos del Templo al que acostumbraban a ir, el Templo de Monterrey en la Avenida de Monterrey, y fotos del Rabino Abraham Palti, y de muchos dirigentes y líderes comunitarios. Y nuevamente, de los amigos de la infancia.
Sintió orgullo. Esa es la palabra.
Orgullo!
Ver las fotos de estudiantes, graduaciones, presentaciones, reuniones de alumnos, maestros, fotos de generaciones, fotos de eventos en el templo, en la escuela, alumnos estudiando con seriedad, el festival Aviv.
Abraham se había graduado, y con todo merecimiento.
Había comenzado con dificultades. De niño estuvo en el Kínder Garden Inglaterra, un Kínder donde estudiaban en inglés, pero inmediatamente paso al Colegio Hebreo Sefaradí, y allí paso dos años en el kínder, jugando con bolas de lodo y capas finas de arena, o jugando a los juegos pedagógicos.
Luego paso a la primaria, donde era un alumno introspectivo, tímido, asustado! Tenía miedo de otros niños, y en cambio amaba las cosas, las mochilas, los útiles, los cuadernos, la plastilina, los lápices de colores, y los dibujos que hacía. En el Día de las Madres hizo un dibujo de su familia en el mar jugando con una pelota de colores en la playa.
Pero no fue un gran alumno en la primaria, y recibía calificaciones mediocres, y críticas de los maestros quienes tenían que darle especial atención.
En la secundaria mejoraron las cosas, y era un chico con mayor capacidad de concentración, sus calificaciones mejoraban y se interesaba más en las materias. Ya en la preparatoria era un buen alumno y era popular y querido por los demás. Juntos habían llegado a una gran armonía, la escuela…no….la universidad de la vida.
En Google había fotos, tanto en blanco y negro como en colores, tanto de la vieja escuela y el viejo templo como de los nuevos edificios, tanto de viejos alumnos como de alumnos contemporáneos.
Presentaciones, obras de teatro, danzas, presentaciones públicas, exposiciones, reuniones y encuentros, bailes y discotecas… había sido una gran infancia.
También había fotos del Centro Deportivo Israelita donde había pasado gran parte de su infancia, también allí estaba el logotipo del deportivo, y muchos eventos deportivos y culturales, así como festivales y encuentros, que hubo allí, en las áreas del pasto, frente a las grandes albercas.
Una gran infancia!
Había habido algunas fallas, como en tercero de primaria cuando lo cambiaron de clase, o cuando una niña le intento robar un dibujo de un dinosaurio que era una tarea para la clase de ciencias naturales.
Muchos pensarían lo contrario, puesto que parecía un chico que siempre estaba de fiesta, un chico que amaba el teatro y el cine, pero por dentro, amaba el estudio, amaba estudiar, abarcar y comprender lo que estudiaba.
Amaba la atmosfera académica, aunque la escuela parecía más bien un festival infantil de disfraces. Es verdad, aún existía un uniforme para todos, una sola forma de vestir, pero aun así parecía un carnaval de personalidades, y uno no sabía quién estaba detrás de cada mascara.
Muy pronto el capitalismo invadió el colegio, y las firmas de moda estaban siempre en primera fila, Jordage, Pierre Cardín, Kelvin Klein, Chemis Lacoste, Guess, Nike, Polo.
Por algún motivo, ello empujo a Abraham a elegir en tercero de preparatoria el área cuatro, es decir, el área de filosofía y letras, humanismo, cultura, psicología y sociología, y el curso de teatro donde conoció a Sara.
Abraham no se arrepintió por un instante haber elegido al área cuatro, aunque de haber elegido el área tres, el área de administración de empresas, hubiera tenido mayor éxito en los negocios y experimentado menores dificultades y frustraciones económicas. El sueño de Abraham posiblemente era el sueño de la mayoría de otros chicos, ser un artista, un actor Hollywoodense, una estrella. Todos los niños habrían soñado con ello, la única diferencia, es que Abraham, decidió hacerlo, seguir en la línea con seriedad, y trabajar en ello con ahínco y preservación.
Además de ir frecuentemente al cine, ya sea solo o acompañado, e inundar su vida de películas e historias, que luego el mismo representaba e introducía en su ser frente al espejo, amaba el escenario, amaba los teatros, las butacas, la sala oscura, la luz en el escenario de madera pulida y brillante, las luces de colores en la parte superior que luego aprendería que se llamaba tramoya, amaba la soledad del escenario.
Fue así… como conoció a Sara… es decir…
A Sara ya la conocía de vista desde antes, siendo más pequeños, pero increíblemente ella también se había suscrito en el curso de teatro de la escuela, al cual el ya pertenecía de la época de Carlos Haro, el maestro de teatro con su pipa y su bigote de Sherlok Holmes marmota, quien había producido una obra sobre Januca donde Abraham mataba al malvado Antiogenus.
Al ver a Sara…sencillamente…vio una parte de sí mismo, la belleza más absoluta que había visto en toda su vida, una Brook Shields judía mexicana.
En la preparatoria estudio filosofía, y se enamoró de la Filosofía Griega, que a diferencia del Ramayana o el Mío Cid, era más interesante y elevada y tenía una lógica clara.
Abraham se enamoró de Sócrates, Platón y Aristóteles, y no pudo más, sino considerarse un filósofo.
También comenzó a tener acceso a lecturas más interesantes: Kafka, Sartre, Camus, Hemingway, y quien sería su autor favorito por mucho tiempo, Richard Bach: “Juan Salvador Gaviota.
Richard Bach hablaba del Mesías, e incluso había escrito un libro “El Manual del Mesías” que consistía, como en Juan Salvador Gaviota, a aprender a volar, con la mente y con el espíritu.
Richard Bach había hecho una metáfora maravillosa, la mente y el espíritu eran una avioneta, un Cessna, su amado bimotor, con el que planeaba por los aires encima de campos y paisajes, por encima de la vida humana, como una gaviota libre, excepto que con instrumentos de vuelo y conocimientos técnicos exactos y matemáticos que surcaban en el viento.
Richard Bach hablaba sobre el hombre que había venido a salvar a los demás, a través de la búsqueda de la felicidad, pero había renunciado. También el, Abraham, renunciaría?
Eso le recordaba a Abraham a otro escritor que había sido tan significativo en su vida, Jorge Luis Borges, quien había dicho: “He cometido el peor de los pecados…no he sido feliz”.
Jaque Mate!
Abraham a veces se había preguntado porque había sido un niño oscuro, tímido, introspectivo, asustado, aterrado, y además se había acercado al material de estudio y lectura sobre el Holocausto, Ana Frank, León Uris, otro de sus escritores favoritos.
Le tomo muchos años comprenderlo, pero solo había una respuesta, Abraham creía en la reencarnación.
La única explicación, es que…él había estado en el Holocausto, su espíritu había estado en el Holocausto. Había sido un niño, o un joven, durante el Holocausto en la Alemania Nazi. De allí nació su decisión, más allá de tiempo y espacio, materia y sujeto, su determinación y compromiso absoluto de defender a Israel por toda la eternidad, con todo su ser, con toda su existencia, con toda su creencia.
Defender a Israel!
Eso era su vida resumida en un pie.
Aunque no lo pareciera.
Abraham estaba allí, como un Mesías en Tel Aviv, listo para defender a Israel en cualquier necesidad, en un bar de mala muerte bajo el ataque de misiles de Líbano.
De niño, en los salones de clase, había dibujado aviones y jets de la fuerza aérea Israelí, y de adolescente, siendo actor, había representado papeles de soldados y héroes judíos.
Solamente más tarde comprendería que el Mesías también tiene otra dimensión, las limitaciones de uno mismo!
La escuela, la comunidad, el templo, el deportivo…no los podía olvidar! La nostalgia, y sobre todo el reconocimiento de que tenía una hija de Sara lo orillaron a volver a México, a Polanco.
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