¿Alguna vez te has preguntado por qué tu hijo o hija, a pesar de tener otros cuentos, elije leer el mismo una y otra y otra vez? Bueno, pues esto se debe a las emociones y pensamientos que este cuento le ha permitido elaborar ya que de hacerlo en la vida real podría ser muy amenazante. Por ejemplo. A una niña que acaba de tener una hermanita le es mucho más fácil escuchar cincuenta veces el cuento de “Cenicienta” en donde puede darse el lujo de odiar a esas horribles hermanas que se dedican a hacerle la vida imposible y que más tarde reciben su merecido castigo, a ella misma fantasear que le suceda algo malo a su hermana. Probablemente sería muy angustiante para ella si conscientemente deseara esas terribles consecuencias a su nueva compañera. En el cuento el niño no tiene por qué guardar en secreto sus sentimientos sobre lo que pasa en la historia, ni sentirse culpable por disfrutar esos pensamientos ya que no es consciente de que lo que disfruta son sus propias fantasías. (Bettelheim, 2013).
Muchos padres evitan exponer a sus hijos a cuentos o partes del cuento que ellos consideran muy violentas. Se piensa comúnmente que el niño debe de ser apartado de lo que más le preocupa (ansiedades, fantasías violentas o edípicas, etc.), sin embargo, estas existen en su mente y “….el niño tiene que luchar continuamente para evitar que las presiones de sus deseos se impongan sobre su personalidad total; debe liberar una batalla en contra de los poderes del inconsciente, de la que, a menudo, sale derrotado”. (Bettelheim, 2013, p. 79). Es importante no censurar el cuento de hadas y reducirlo a sus componentes más lindos. El niño necesita un lugar seguro en donde pueda proyectar sus fantasías más angustiosas y son precisamente las partes del cuento que lo inquietan las que le permiten dar una solución a estas (mientras que el niño se sienta bien al final del cuento entonces no hay peligro). “Tolkien afirma que los aspectos imprescindibles en un cuento de hadas son fantasía, superación, huída y alivio; superación de un profundo desespero, huída de un enorme peligro y, sobre todo, alivio [o final feliz].” (Bettelheim, 2013, p. 199). El niño piensa que es adecuada la justicia en los cuentos en donde el personaje perverso recibe un castigo proporcional a su maldad e incluso a veces un castigo ingeniado por él mismo. Como en Hansel y Gretel en donde la bruja malvada desea cocinar a los niños y muere calcinada. (Grimm & Grimm, 2011). “Para sentirse aliviado es necesario que se restablezca el orden correcto en el mundo, lo que significa que el personaje cruel debe ser castigado, es decir, que el mal debe ser eliminado del mundo del héroe, y así ya nada podrá impedir que este viva feliz para siempre”. (Bettelheim, 2013, p. 200).
Pero ¿cómo nos podemos explicar que un niño goce escuchando que la madrastra de Blancanieves muere obligada a baliar con zapatos de hierro al rojo vivo hasta no poder más por intentar asesinar a la protagonista tres veces? (Grimm & Grimm, 2011). Curiosamente, la emoción del miedo y la satisfacción dependen probablemente de la misma región cerebral, se trata del el circuito dopaminérgico, quien se encarga de la sensación de recompensa en nuestro cerebro. Para que el cerebro disfrute de una actividad emocionante, debe de existir un riesgo de por medio pero también la certeza de que al final todo saldrá bien. (Burnett, 2017). En el cuento, el niño puede experimentar toda una serie de emociones durante la historia elaborando así sus impulsos agresivos y/o amorosos (que sería la parte riesgosa o amenazante) y debido al final feliz poder superar todo este profundo desespero y gozar del resultado gracias al sistema de recompensa. Este último durante el cuento detectó un riesgo que cesó de pronto “así que, fuera lo que fuere que hiciera para poner fin a ese peligro es de vital importancia que haga lo mismo la próxima vez” (Burnett, 2017, p. 127). Es por eso que el niño lee y relee la misma historia: estas emociones ingobernables se vuelven manejables al darles una solución con el final feliz del cuento, lo cual es fuertemente recompensado por el cerebro.
Referencias:
- Bettelheim, B. (2013) Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Ciudad de México: Crítica.
- Burnett, D. (2017) El cerebro idiota. Ciudad de México: Temas de Hoy.
- Grimm, J.; Grimm, W. (2011) Grim’s Complete Fairy Tales. San Diego: Canterbury Classics.
Muy buen artículo, muy claro. Por fin entiendo porqué los cuentos clásicos son tan crueles.