La UNAM, encabezada por el rector José Narro y bajo la propuesta del doctor Jorge Carpizo, lanzó un proyecto de ley de seguridad con 36 puntos relevantes. Desde luego que no es extraño que tuviera qué ser de nuestra máxima casa de estudios de donde emanará una propuesta llena de congruencia en torno a la protección de los principales afectados con la inseguridad: nosotros, los ciudadanos comunes, a quienes bajo el pretexto de “cuidarnos” se nos violan una y otra vez nuestros principios y derechos elementales, lo que ha traído como consecuencia la trágica cifra de 50 mil muertos de todos los bandos, durante el presente sexenio.
“Donde no impera la seguridad y donde la impartición de justicia carece de credibilidad no puede haber una democracia verdadera”, advirtió el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, José Narro Robles.
Y siguió diciendo: “El reto parece haberse planteado a partir de un falso dilema: seguridad o derechos; combate a la inseguridad o vigencia de la Constitución; convivencia pacífica o libertades. El hecho de que existan fenómenos extraordinarios no deslegitima el pacto social por el que se establecen límites al poder del Estado”.
Limitar el poder al Estado es una de las bases de esta propuesta y he ahí el problema, porque el presidente Felipe Calderón, junto con la aprobación de la minuta de la Ley de seguridad en el Congreso, plantean aumentar las facultades del Estado para el manejo de las fuerzas armadas, lo que deriva en una polarización total entre la postura de los académicos y la sociedad civil contra la del Presidente y el Congreso.
Desde luego que las presiones que están ejerciendo las organizaciones civiles con la suma de los académicos encabezados por los doctores Narro y Carpizo tendrán que hacer recapacitar al Ejecutivo en sus intenciones de no cambiar su estrategia en su combate a la delincuencia organizada. Sin embargo, yo dudo mucho que Calderón Hinojosa quiera o pueda cambiar de opinión, porque sigue aferrado a una guerra (¡perdón!, a una lucha) que día a día es cacareada a ocho columnas por su vocero “estrella” Alejandro Poiré, quien cual pavorreal se jacta de la una y mil capturas y los mil y un operativos que se realizan sin darse cuenta que lo único que han acarreado estas acciones unilaterales son miles de muertes y para colmo de males, nuestros vecinos del norte, los Estados Unidos, se desbaratan en elogios y felicitaciones al Presidente por su lucha y sus grandes capturas, lo que motiva a que éste se valide y revalide su estrategia.En fin, esperemos que el peso de la comunidad académica, que por cierto logró congregar a un gran número de representantes de todos los ámbitos (políticos, jurídicos y sociales), haga mella en el Gobierno para que en base a estas propuestas se encuentre una solución real a los problemas y como combatirlos. Es innegable el esfuerzo del doctor Narro ante la problemática de la inseguridad que va en relación directa a la comunidad universitaria, la cual está siendo impactada directamente por la delincuencia desde varios puntos -la deserción de estudiantes y su incorporación al crimen organizado es un ejemplo de ello- y esto ya se convirtió en un enorme “foco rojo” que alarma a la comunidad, porque la frustración de los estudiantes ante falta de oportunidades al concluir sus estudios hace que estos sean presa fácil de la delincuencia y que también provoca que la falta de recursos en los hogares hacen que los padres tengan que descuidar la educación de sus hijos en todo lo que son los principios morales tan necesarios para no caer en la tentación, tanto en el consumo de las drogas como en volverse parte activa del comercio de éstas.
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