Pongámosle nombre a lo tóxico

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Hoy hay un tema que siento la necesidad y obligación de tocar en este espacio: el gozo por avergonzar públicamente a las personas, lo que en inglés llaman public shaming

Un fenómeno que siempre ha existido pero que la tecnología y las redes sociales han auxiliado para darle empuje, eco y gran alcance y, sobre todo, mayor audiencia.

Va desde niños peleando en la escuela, adolescentes exhibiéndose en chats, o redes sociales, capturas de pantalla, hasta adultos envidiosos o resentidos con saña, muchas veces cobijados en el anonimato de un personaje ficticio que difama a una persona que tiene el éxito que ellos quisieran.


En esta era digital en la que vivimos, nadie está a salvo del public shaming, así que practiquemos la empatía antes de participar en tan tremendo y aberrante acto, poniéndonos en los zapatos de la persona, cuestionando la veracidad de los hechos y lo que ganamos al hacerlo.

Si no nos consta de lo que se le calumnia y no ganamos nada al hacerlo: ¡Para qué! No seas parte de esta cultura.  El que sean figuras públicas de cualquier índole no quiere decir que no tienen vidas privadas, ni tampoco que no les duela o impacte lo que se publica de ellos.

Recordemos uno de los más famosos actos de vergüenza pública que existió, el de Mónica Lewinsky (te recomiendo su TED TALK o su libro), y su supuesto amorío con el entonces presidente de EU, Bill Clinton.  En ese entonces no existían redes sociales y aun así, los medios de comunicación la atacaban constantemente. Tanto, que hoy platica que quiso suicidarse.

Imagínense lo que hubiera sucedido hoy con un caso así. El entrar a este tipo de acribillamiento social no es un capricho ni un pasatiempo, puede tener consecuencias irremediables. Pareciera que vivimos en una sociedad adicta a despedazar a las personas.

Te invito a que no seas parte de esta cultura que siempre busca encontrar lo sucio, lo podrido y lo oscuro a todo, y a todos sin importar el impacto que pueda traer en los demás.

Y es que al igual que el chismoso, narcisista o el bully, a quienes hemos identificado y bautizado, al que avergüenza públicamente por deporte, injustamente y sin fundamentos también debe llamarse, nombrarse, debe de etiquetarse para poder identificarlo como un agente tóxico para la sociedad.

Todos hemos sido partícipes de esta práctica alguna vez, quizá por ignorancia, falta de información, por pertenecer, por no querer ir en contra de la corriente, por maldad o envidia, todos llevamos un poco del diablo dentro, aunque no quisiéramos. Pero el chiste es crecer, madurar, ¡identificar patrones destructivos y parar!

Hoy que ya lo sabes, no seas parte de ello, nunca sabes la historia completa. Hoy te invito a parar y a ser un ejemplo para los demás.

Acerca de Brenda Jaet

Columnista en El Heraldo de Mèxico y Revista Central y conductora de tv en ADN40.

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