Por qué Capriles reconoció la victoria de Chávez, pero no de Maduro

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El pasado octubre decía que me daban envidia los venezolanos, por la actitud del candidato opositor, quien había reconocido su derrota y levantado la mano a Hugo Chávez como Presidente. Pero resulta que la reacción de Henrique Capriles no era por su lealtad con las reglas del juego democrático que aceptó jugar. No. Era parte de una estrategia política. Y resulta que su estrategia actual es otra, por lo que, a diferencia de octubre, está desconociendo el resultado y considerando a Nicolás Maduro como un Presidente “espurio”.

En octubre parecía que Capriles había entendido que la democracia es un juego repetitivo donde hoy se puede perder y mañana ganar. Parecía un perdedor al que le convenía una perspectiva de largo plazo con una estrategia de prestigio democrático. Pero no. Al aceptar su derrota en octubre de 2012, enojó a su base electoral, que se desmovilizó. Esto se observó en los resultados tan adversos que tuvo la oposición al chavismo en las elecciones regionales de diciembre de ese mismo año.


Capriles entendió el mensaje de su electorado y cambió su discurso para la nueva elección. Así lo describía ayer El País: “El buen resultado de Capriles, alrededor de 680 mil votos más que el 7 de octubre, debe mucho a un cambio de estrategia respecto de los comicios anteriores. El líder opositor logró sacar de la depresión a sus partidarios tras aquella derrota y la debacle de diciembre en las elecciones regionales, empleando un tono mucho más agresivo. Esta vez no tuvo miedo a hablar de la posibilidad de un fraude y pidió a sus bases que multiplicaran los esfuerzos para no perder un solo voto y vigilaran la limpieza del proceso en los colegios electorales”.

Es evidente que en algunos regímenes políticos, el respetar los resultados electorales no reditúa. Los mexicanos lo sabemos. López Obrador, quien desconoció la elección de 2006, se volvió a presentar en 2012 y sacó un millón de votos más. De nuevo desconoció su derrota de 2012 y ya se prepara para volver a participar en los de 2018. Lo mismo con Capriles. Hablar de fraude en 2013 le atrajo más votos que reconocer su derrota en 2012. El domingo se quedó a un pelito de ganar. Maduro, el heredero de Chávez, sacó 50.75% de los votos frente a 48.98% de Capriles, una diferencia mínima de 1.77 por ciento.

Se trata de una estrategia de semi-lealtad con las instituciones que reditúa. No es un asunto ideológico sino de pragmatismo electoral, que igual utiliza la izquierda mexicana que la derecha venezolana. Y es que hay segmentos importantes del electorado a los que les disgusta el discurso de respeto a las reglas del juego; prefieren que su candidato juegue con las normas existentes: si gana, perfecto, pero si pierde es porque le hicieron trampa.

¿Acaso le hicieron más trampas a Capriles en abril que en octubre pasado? Es posible. Como dice Jorge Castañeda, a diferencia de la elección de 2012, donde estaba Chávez en la boleta, y que ganó por once puntos porcentuales, en esta ocasión el chavismo pudo haber recurrido al fraude electoral por el margen más estrecho entre Maduro y Capriles. Puede ser. Yo me inclino por la hipótesis de que esto es parte de una estrategia de una mayor radicalización por parte del antichavismo ahora que Chávez ha muerto. Ven mucho más frágil al chavismo, liderado por un político muy limitado, como Maduro, y con una enorme crisis económica que resolver.

Maduro ya fue proclamado Presidente por el órgano electoral. Creo que eventualmente, después de muchos gritos y sombrerazos, tomará posesión. La oposición, sin embargo, lo considerará ilegítimo. Y aquí estamos hablando de la mitad del electorado venezolano, no de 35% que votó por López Obrador en 2006. En este sentido, Maduro será un Presidente débil, como lo fue Felipe Calderón en México, que difícilmente podrá resolver la crisis económica que enfrenta Venezuela. Es previsible, en este sentido, que la situación venezolana se deteriorará rápidamente. Incluso comenzarán las divisiones dentro del chavismo. Con esas condiciones, el antichavismo sumará más adeptos para eventualmente ganarle a los herederos de Chávez en las urnas.

Se trata de una estrategia muy diferente a la de octubre de 2012 cuando Capriles dijo: “Nunca voy a jugar con nuestro pueblo ni lo someteré a la zozobra. La otra opción obtuvo más votos que nosotros y así es la democracia. Logré la confianza de millones de venezolanos. Lo que el pueblo diga es santa palabra. No voy asumir posición irresponsable”. Qué distinto a lo que estamos viendo el día de hoy.

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