Por qué el estado judío debe ser judío

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La preocupación de gran parte de la clase política israelí por garantizar por ley la judeidad de Israel, que no gusta nada a la izquierda, es una medida feliz que ni me asombra ni me desagrada. Por el contrario, en momentos en que la hidra del antisemitismo asoma su múltiple cabeza desde Nueva Zelanda a Venezuela y de la Rusia de Putin y al París de Holande, conviene afirmar que hay un único estado judío al que le concierne y preocupa todo lo que pasa con los hebreos en el resto del mundo en tanto judíos, sean religiosos o no. En realidad la ley no cambiará demasiado las cosas, el árabe obligatorio será reemplazado por otro idioma más práctico y menos comprometido con los violentos, y los derechos de las minorías se verán respetados pero no favorecidos. Es la respuesta lógica a la táctica de Abbás y los suyos que temen una desislamización de Jerusalém y que quieren imponer una solución antes que dialogar al respecto. Una contestación directa a quien hace oídos sordos a la historia del pueblo de Israel en su solar natal. Por otra parte, ignoro si eso supone un giro hacia la ortodoxia de la que tanto se ha hablado, pero si es así la sociedad civil sabrá, en su momento, hacer respetar sus espacios laicos y sus derechos.

Israel no es cualquier país, es el país de los judíos vayan a vivir allí o no. Lo cual no es fácil de entender cuando se ignora todo acerca de la historia del pueblo de la Biblia. Cada rincón, cada punto de su geografía está avalado por las frases y sentencias de los profetas, poetas y maestros del Talmud, mal que le pese a los musulmanes que olvidan que llegaron, en su mayoría, procedentes de Siria, Egipto e Irak, a una tierra llena de ciénagas y carcomida por el viento y el abandono, en gran parte arrastrados por el éxito de la colonización judía a finales del siglo XIX y principios del XX en tierras compradas, jamás robadas. En cuanto a los territorios ocupados tras las guerras, prefiero llamarlos recuperados. Así, pues, que la batalla que se librará en el parlamento por llamar a Israel estado judío tiene su causa y destino, no debería atemorizarnos ni obsesionarnos. Tenemos que entender definitivamente que mientras ellos no reconozcan nuestros derechos al solar natal, a nuestra matriz cultural, no hay por qué reconocerles a ellos sus delirantes pretensiones.

Si el Islam fuera generoso con quien no cree lo que él, podría decirse que Jerusalén o Ak Kuds es su tercera ciudad santa, y que si en parte la pierde ¡aún le quedan dos! En tanto que si nosotros perdemos Jerusalém lo perdemos todo. Pero ni es generoso ni está por la labor, y rezongará hasta el fin de los días. En cierto modo me alegro de que al mundo occidental le moleste lo que hace o decide hacer Israel, que no se mete en historias de otros. Cuanto más le incomode más tocado continúa estando por odio y desprecio hacia la voluntad judía de independencia. Lo que algunos países europeos quieren-al pujar por el estado palestino- y vale la pena repetirlo, es halagar a los árabes, eso sin darse cuenta de que a los musulmanes les importa un pepino la cultura europea y la civilización cristiana. Por eso resulta tan loable la cautelosa posición alemana, sostenible no sabemos por cuánto tiempo, y único amigo fiable con el que ahora cuenta Israel en el continente. La nación que ha causado tanto dolor en el pasado sabe, parece, como no aumentarlo más en el presente.


Acerca de Mario Satz

Poeta, narrador, ensayista y traductor, nació en Coronel Pringles, Buenos Aires, en el seno de una familia de origen hebreo. En 1970 se trasladó a Jerusalén para estudiar Cábala y en 1978 se estableció en Barcelona, donde se licenció en Filología Hispánica. Hoy combina la realización de seminarios sobre Cábala con su profesión de escritor.Incansable viajero, ha recorrido Estados Unidos, buena parte de Sudamérica, Europa e Israel.Publicó su primer libro de poemas, Los cuatro elementos, en la década de los sesenta, obra a la que siguieron Las frutas (1970), Los peces, los pájaros, las flores (1975), Canon de polen (1976) y Sámaras (1981).En 1976 inició la publicación de Planetarium, serie de novelas que por el momento consta de cinco volúmenes: Sol, Luna, Tierra, Marte y Mercurio, intento de obra cosmológica que, a la manera de La divina comedia, capture el espíritu de nuestra época en un vasto friso poético.Sus ensayos más conocidos son El arte de la naturaleza, Umbría lumbre y El ábaco de las especies. Su último libro, Azahar, es una novela-ensayo acerca de la Granada del siglo XIV.Escritor especializado en temas de medio ambiente, ecología y antropología cultural, ofrece artículos en español para revistas y periódicos en España, Sudamérica y América del Norte.Colaborador de DiarioJudio, Integral, Cuerpomente, Más allá y El faro de Vigo, busca ampliar su red de trabajos profesionales. Autor de una veintena de libros e interesado en kábala y religiones comparadas.

2 comentarios en «Por qué el estado judío debe ser judío»
  1. El señor autor reside en B-arcelona y valga la diferencia yo resido en B-arranquila y acepto que desde lejos es muy fácil decidir como tiene que manejarse el pueblo y el estado de Israel Una pequeña diferencia el se radico en B en 1978 y yo me radique en B en 2014 y esa ideología, la de los territorios recuperados en lugar de ocupados es la que trae el desastre judío y el desastre israelí.

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