¿Por qué Israel?

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Mientras abrochaba mi cinturón de seguridad en el minúsculo asiento del vuelo de El Al que estaba por aterrizar en el aeropuerto Ben Gurión en Israel, sentí un fuerte nudo en el estómago. Sabía que no podía ser la comida del avión, ya que mi esposa y yo no habíamos tenido ninguna oportunidad de comer pues habíamos estado cuidando y conviviendo con mis hijos durante todo el vuelo. De hecho, todo el proceso de planificación de mi año sabático en Israel había sido una experiencia complicada y que nos había dejado emocionalmente exhaustos, no sólo por las connotaciones religiosas o de seguridad, sino porque Israel es un país al que había visitado poco en los 13 años anteriores, y donde viví durante 7 años (desde los 18 a 25 años). También porque es un país al que amo y al que he querido volver para poder criar ahí a mis hijos.

Antes de este viaje, cuando les comenté a mis amigos israelíes sobre mi deseo de volver, muchos de ellos me miraron en forma perpleja y preguntaron: ¿Por qué? ¿¿Ishtagata?? (Algo así como decir: ¿estas safado?), y entiendo que tienen un punto. En efecto, como académico, tenía muchas más posibilidades de desarrollo en EE.UU., uno de los pocos países en los que un profesor universitario puede tener un estilo de vida cómodo y seguro, y en donde viva y trabajaba en ese momento. Más aún, Israel es un país en el que, como todos sabemos, los obstáculos económicos y de seguridad no pueden ser ignorados. Y otro punto importante es que no soy una persona particularmente observante. Los israelíes, tristemente, están acostumbrados a ver que la mayoría de los judíos del mundo occidental que hacen Aliá no son seculares, y su motivación para este importante cambio suele estar más conectado a sus convicciones espirituales. Sin embargo, en mi opinión, lo que Israel ofrece es mucho más valioso.

Entonces, ¿Por qué me gustaría ir a Israel? Lo primero que me viene a la mente es que ahí, los niños salen a jugar con sus amigos en la calle, sin supervisión, y sin necesidad de una cita previa. Los niños en edad escolar primaria, después de haber hecho su tarea, salen a la calle y se van buscando, de uno en uno, llamando a la puerta de sus casas; van formando su grupo y se van juntos a jugar. Esta rutina es muy diferente a la vida en México o en Estados Unidos. Los que hemos vivido algún tiempo al norte de la frontera, sabemos lo estructurado que viven los niños estadounidenses, que rara vez se reúnen de manera espontanea sin planificar con días, si no semanas, de anticipación. Más aun, también muestra la ironía acerca del sentido que le damos a la “seguridad” los israelíes y los que vivimos fuera.


Y luego, está el fin de semana. En mis primeros días, visité a cuatro familias de amigos israelíes que tenían hijos en primaria, y como parte de la conversación, les pregunté a sus hijos ¿qué es lo que más les gusta de los fines de semana? Las respuestas, por supuesto, fueron variadas, pero en su mayoría hablaban de actividades como, jugar en el patio con mis primos o amigos, ir de excursión con mi familia, o asistir a la reunión de la Tzofim, los Scouts de Israel. Le hice la misma pregunta a mis hijos gemelos y a sus amigos de 4º grado en Estados Unidos, y las respuestas fueron: Es el día que puedo ir al Mall o jugar Play Station todo el día, o no tengo que ir a la escuela. La sociedad israelí, de hecho, se ha ido convirtiendo en una sociedad cada vez más materialista, pero, al menos en mi opinión, todavía tiene un mejor sentido del equilibrio de valores.

Lo que nos lleva al tema de las escuelas. Tomen en cuenta que, como psicólogo educativo, soy un gran defensor de la educación pública. Creo que tiene el potencial de ser el mejor vehículo para lograr la diversidad, la tolerancia, la igualdad y la oportunidad para todas y todos en las próximas generaciones. El problema es que, como judío sionista, que también valoro la educación judía y quiero que mis hijos aprendan hebreo e historia judía sin necesidad de tener otra razón más para odiar la escuela; Israel es el único lugar donde mis hijos pueden recibir educación pública judía, en la cual, en su mayor parte, se le da más importancia a los valores y las experiencia que a los “exámenes estandarizados de opción múltiple”.

Quiero que mis hijos crezcan en un país en el que los valores judíos, que son los valores humanos, sean una parte básica dentro de la cultura. Por ejemplo: cuidar a los menos favorecidos es tan importante, que en Israel, hablar de cobertura de salud universal no es una broma o algo denigrante; se trata de una norma nacional (aunque se ha ido erosionando últimamente). El promedio de colegiatura en cualquiera de las universidades nacionales (algunas de las cuales, como el Tejnion de Haifa o la Universidad Hebrea de Jerusalén están a la par con cualquier institución de la Ivy League) es menos de un tercio de lo que se paga en una universidad como la Ibero o la Anáahuac, por no hablar de una universidad en los EE.UU., haciendo que la educación sea más accesible a todos sus jóvenes. Y el valor de la vida humana es tan alto, que Israel no sólo está dispuesto a intercambiar cientos de terroristas para rescatar a una única vida, sino que ni siquiera se sentencia a muerte al más cruel de los terroristas (la pena de muerte sólo se ha llevado a cabo una vez, con el líder Nazi Adolf Eichman).

Me gustaría que mis hijos vivan en un lugar donde las personas estén involucradas y pongan atención a temas importantes y de relevancia. En Israel, habitualmente un 80% de los ciudadanos con derecho a voto, ejercen ese derecho (en comparación con más o menos el 40% dentro de los EE.UU.), y de acuerdo a varias encuestas en los años 90, las canciones favoritas y que han trascendido tratan, como temas principales, la paz y la vida. Como ejemplos están Jerusalén de Oro (Yerushalaim shel zahab), o la canción a la paz, Shir la-Shalom. En contraste, una encuesta similar en EE.UU. encontró que las canciones favoritas son sobre temas como drogas, sexo y violencia.

También quiero que mis hijos experimenten una sociedad diversa y multicultural. En Israel, la gran mayoría de sus habitantes hablan con fluidez dos o tres idiomas, y representan docenas de las culturas del mundo. Este nivel de diversidad tiende a hacer que la gente sea más tolerante e incluso valore las diferencias (aunque Israel no necesariamente se mantenga por encima de los prejuicios de los grupos minoritarios). Israel tiene un largo camino por recorrer antes de que el ideal sionista de la igualdad de género sea una realidad, pero debemos tomar en cuenta que nuestro pequeño país es único en algunos de sus logros en esta área: Es el único país del mundo donde las mujeres, al igual que los hombres, tienen la obligación de hacer el servicio militar, el país que cuenta con la mayor proporción de mujeres dentro de sus universidades (58%), además de encontrarse entre la más alta proporción de juezas (cerca del 50%). En el gobierno pasado, tanto la presidenta de la knesset, el parlamento Israelí, la presidenta de la suprema corte de justicia, como la ministra del exterior eran mujeres. Y hoy en día, todas las líderes de los partidos de centro e izquierda sionistas son mujeres: Tzipi Livni, Shelli Yajimovich, y Zehava Gal-on.

Quiero una sociedad para mis hijos que no esté obsesionada con demandas legales, como lo es la norteamericana. Una cultura de demandas genera conformismo, porque se debe hacer las cosas porque “así está escrito” y así es como mejor se puede evitar el ser demandado. En Israel, las personas se muestran más dispuestas a asumir riesgos, ser creativos y pensar más abiertamente, sin temor a los litigios frívolos. No por nada a Israel se le conoce como la “nación de los start-ups“.

Para mis hijos, quiero una sociedad en la que haya confianza en los adolescentes. En los EE.UU., los adolescentes son culpables hasta que se demuestre lo contrario. Se hace todo lo posible para limitar y controlar su comportamiento “salvaje”, y suponemos que el momento en que se quedan solos, van a aprovechar la oportunidad para causar daño. Esta desconfianza se convierte en una profecía auto cumplida, y los adolescentes, tan pronto como se les presenta la oportunidad en la universidad (o antes), se alocan y experimentan sin control con el alcohol, las drogas y el sexo, a menudo sin conocimiento (o la conciencia de las consecuencias), porque existe un miedo de que si se les enseña acerca de estos temas, éstos se “legitimarían”. En Israel, generalmente son los adolescentes los líderes de los grandes movimientos juveniles. Habitualmente, jóvenes de entre 15 o 16 años de edad son responsables de llevar a acampar docenas de niños de tercer grado con la supervisión de sólo uno o dos adultos o inclusive, sin adultos. Como resultado, frecuentemente, los adolescentes israelíes llegan a ser, más responsables y cuidadosos de sí mismos, que los de otros países.

Hay una cosa más que quiero que mis hijos experimenten en Israel. Éste es el único lugar del mundo en el que ser judío no es una condición minoritaria, simplemente se es miembro de una nación. Es el único lugar en el mundo en el que se puede coquetear y relacionarse con una persona en el autobús o en un bar para concertar una cita romántica, estando bastante seguro de que ambos son judíos. No hay necesidad de J-Date. No hay necesidad de grupos para jóvenes solteros en el templo. Ahí no se tiene la necesidad de PENSAR en ello, y pedirle a alguien una cita en la universidad no es un dilema. Estoy seguro de que esto no es necesariamente lo que Herzl tenía en mente, pero es sin duda uno de los beneficios del Estado de los Judíos que, si llego a vivir en Israel, sin duda apreciaré cuando mi hija de 11 años de edad, cumpla 15.

* El Dr. Salinas es Director Académico de la Universidad Hebraica y recipiente del premio Herzl de la organización sionista mundial y la federación sionista norteamericana en el 2004.

Acerca de Moisés Salinas Fleitman

Moisés Salinas Fleitman es un investigador con reconocimiento internacional, profesor de psicología, activista sionista y presidente de la organización Meretz USANacido en la Ciudad de México, D.F. en 1966, fue miembro activo de organizaciones sionistas desde joven. Fue Secretario General del Movimiento Juvenil Sionista Dor Jadash en 1985-1986.Salinas Fleitman estudió en el Instituto para Lideres de la Diáspora Majon L'Madrijei Jutz La'Aretz, en Israel in 1984-5, y emigro a Israel en 1986 donde estudió en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Durante sus años de estudiante, fue activo en los movimientos Paz Ahora y en el ala estudiantil del partido Mapam.Actualmente funge como Director Académico de la Universidad Hebraica.

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