Por qué luchar en México

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Zunduri celebró un año en libertad el pasado 22 de abril. Sana, sonriente, con sueños por cumplir, no parecería que hace poco estaba encadenada en una planchaduría, desnutrida y con más de 600 cicatrices en el cuerpo.

Su historia conmovió al mundo. Las muestras de solidaridad fueron infinitas. Ante un caso tan cruel de esclavitud, autoridades, medios de comunicación y sociedad civil hicieron sentir su apoyo y su cariño a la joven.

Esa solidaridad contribuyó a la recuperación de Zunduri. Supo que no estaba sola, que su historia podía tocar el corazón de la gente y motivarles a hacer el bien. Incluso, viajó al Vaticano, participó en la Cumbre de Alcaldes del Mundo y conversó con el papa Francisco.


Conocí a Zunduri unas semanas antes de tener el honor de ser nombrada por Forbes México como una de las mujeres poderosas de México de 2015. Estaba imparable, deseosa de vivir. Pensé en ella y en otras de las sobrevivientes a quienes hemos acompañado, y comparé nuestras vidas.

Yo crecí en una familia amorosa, en un hogar privilegiado y me había casado con un hombre maravilloso. La mayoría de las víctimas sufrió pobreza, violencia y desintegración familiar. Algunas intentaron escapar de hogares turbulentos y, al hacerlo, fueron atrapadas en un infierno aún peor, como es la trata de personas.

Superar esta tragedia sí es un gran logro. Ellas son las realmente poderosas.

Así refrendé mi admiración a las supervivientes, pero también sentí que entregarme a los demás es la mejor manera de agradecer las oportunidades que he tenido. Entendí que no importa cuánto dinero genere un país, si lo habitan personas que son explotadas, esclavizadas y humilladas, que es, en realidad, una nación pobre. No importa cuánto poder se tenga si no se usa para el bien común, porque entonces nuestros espíritus son débiles.

¿Cuántas personas en México ayudan a los demás? Indesol reporta más de 30,600 organizaciones de la sociedad civil, y según INEGI, contribuyen con 3% del PIB. Son pocas comparadas con las de Chile, que tiene apenas 17.6 millones de habitantes, pero más de 234,000 organizaciones. En Estados Unidos se estima que son más de 1.5 millones de organizaciones, que contribuyen con 5.4% del PIB.

Así que en México aún tenemos mucho para dar.

Las diferencias sociales y económicas se acrecientan con la trata; perpetúa un sistema de explotación en que los que más tienen y pueden pagar, compran el cuerpo y la vida de aquellos que deben despojarse de sí mismos para sobrevivir. Cambiar esta realidad es posible, pero implica la colaboración de todos.

Los que hemos recibido tanto debemos aprender a dar. En este país hay muchas razones por las que luchar y miles de personas que requieren de ayuda y cariño.

Si deseamos una nación próspera debemos garantizar la dignidad de todos. Lo que mueve a los esclavizadores es la ambición. A nosotros debe movernos el amor a los demás. Nuestros recursos y dones deben ser un medio y no un fin.

La comunidad judía en México es ejemplar en este sentido. Han apoyado desinteresadamente la lucha contra la trata, convencidos de que, como dice el Talmud, salvar una vida es salvar al mundo entero.

En una foto, Zunduri y Karla (también superviviente de trata) aparecen de pie en el memorial a las víctimas de la violencia en México, ubicado en Campo Marte. Una placa detrás de ellas tiene grabada una frase de Edmund Burke: “Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada.”

Acudamos al llamado. La lucha por un México en paz debe librarse desde varios frentes: escojamos el nuestro, pero no nos crucemos de brazos. Cuánto estemos dispuestos a darnos a los demás determinará si el futuro de nuestra nación será un futuro de tinieblas o de luz, de pobreza o de riqueza.

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