por:
JORGE VILLEGAS HERNÁNDEZ “eltiojorge”
fotografías:
CINE CANÍBAL
Por un hijo, la gente es capaz de muchas cosas…buenas ¡y también no tan buenas!
¡Efectivamente! Un hijo cambia de manera radical la forma de ver la vida.
Que si trae torta que si trae buena suerte, que sí provoca madurez, que si consolida a las parejas ¡que si una bola de cosas!
Y ahí entra un factor propio del ser humano: la forma y la intensidad del amor.
Se dice que por un hijo se da hasta la vida misma. El problema es que esa intensidad muchas veces se transforma, y puede llegar a ser hasta peligrosa. Para el propio hijo, para los padres, y para toda la familia.
Precisamente es cuando la pareja llega a tener problemas, que se coloca al hijo en posiciones francamente incómodas, y hasta desagradables.
Por un hijo, entonces, sí se llegan a medidas extremas y demasiado complicadas. Inclusive, la violencia puede ser parte de éstas.
Una pareja llega al límite de la tolerancia y de la ausencia de cualquier vínculo que pudiera unirlos.
No hay más remedio ni otro camino que la separación. Pero existe un fruto deseado por ambas partes de esta fallida relación: el hijo pequeño.
Existe un grave conflicto entre la sobreprotección y la obsesión; entre el temor y la prepotencia…entre el mismo anhelo de posesión “enfermiza” de ambas partes.
Pero aquí viene la causa: la percepción
Para ella, es inminente el peligro cuando el hijo está con el papá.
Para él, no hay más que aferrarse a un pasado lleno de celos enfermizos.
Entonces, el hijo queda en la mitad de esa balanza “descompuesta” y destructora.
Es instrumento del chantaje, de la mentira y de la tonta complicidad.
“Tanto Quiere el Diablo a su Hijo
¡Hasta que le Saca los Ojos!”
Se cambia ahora toda la óptica de lo que significaba el amor a un hijo; y sobre todo de lo que se es capaz “Por un Hijo”.
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