Portero de bar, ultranacionalista y secular: el hombre que decidirá el futuro de Israel

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“Si te gustó Mussolini y echas de menos a Stalin, amarás a Lieberman”. Así definió una fuente anónima del partido izquierdista israelí Meretz en el periódico británico ‘Telegraph’ en 2009 a Avidgor Lieberman (Moldavia, 1958), el político ultranacionalista y anti ortodoxo que, una década después, tiene el futuro de Israel en sus manos.

Tanto detractores como seguidores coinciden en que Lieberman tiene la reputación de un hombre intratable. Su amplia base de seguidores de la comunidad rusoparlante, que le apoda “el Zar” por sus raíces en la república exsoviética, le ha permitido erigirse en el hombre de referencia de las elecciones que se celebran este martes en Israel. Si se cumplen los pronósticos, este controvertido exministro de Defensa será el que acabe decidiendo quién presidirá el país los próximos años y le habrá ganado un pulso a Benjamin Netanyahu que podría cambiar profundamente la política nacional.

El origen de la discordia entre el actual primer ministro y Lieberman está en la delicada cuestión del reclutamiento de los jóvenes ultraortodoxos para el servicio militar. Éstos últimos han estado exentos desde que David Ben Gurion firmara la fundación del Estado de Israel. Tras las elecciones parlamentarias de Israel en abril, Lieberman exigió como condición para apoyar a Netanyahu -claro ganador pero sin mayoría para gobernar, que eliminara esta ventaja. El primer ministro se vio en un callejón sin salida, pues necesitaba su apoyo pero no podía prescindir de los partidos ultraortodoxos.


Finalmente se negó y, por primera vez en la historia de Israel, se han tenido que repetir elecciones. Lieberman ganó peso político, aprovechando el resentimiento de una parte de la población y posicionándose como un firme defensor del secularismo.

El voto ruso, clave en su ascenso

A su llegada a Israel en 1978, Avigdor Lieberman trabajó como portero de discoteca y desde el principio participó en manifestaciones hostiles contra estudiantes árabes. En unos años se convirtió en una figura indispensable dentro de la comunidad judía rusoparlante – uno de los casi nueve millones de habitantes-, emigrante tras el desmembramiento de la Unión Soviética. Lieberman consiguió transformar el difuso “voto ruso” en un poderoso factor político. Entre 1993 y 1996 fue director general en el Likud y, al año siguiente, se convirtió en el director del gabinete del primer gobierno de Netanyahu. La relación entre ambos ha sido tan íntima como tensa. Caótica a veces. Distanciándose y acercándose como un acordeón.

Ese mismo año, el belicista Lieberman acusó a ‘Bibi’ de llevar a cabo una política demasiado flexible frente a los palestinos. Como resultado, Lieberman dejó el Likud y fundó el partido de extrema derecha Israel Beitenou (nuestra casa es Israel). Su índice de popularidad con la gran comunidad rusoparlante permaneció intacto. Es más, a través de esta nueva formación, continuó estableciéndose como figura clave en la política israelí, ocupando cargos de responsabilidad en seis gobiernos diferentes, incluidos los del propio Netanyahu.

Lieberman, que se destaca como un “animal político”, ha firmado siempre efímeras alianzas, tratando de acercarse al poder según sople el viento. Sus enfrentamientos públicos contra Netanyahu fueron cada vez más numerosos, pese a que este último debía acercarse a él para forjar mayorías. En 2016, acusó a Netanyahu de ser un “mentiroso, un tramposo y un sinvergüenza” y en 2018 rompió de nuevo con él, dimitiendo de su cargo como ministro de Defensa para protestar contra el alto el fuego en Gaza, acuerdo que denunció como una “capitulación ante el terrorismo”.

Lieberman asume voluntariamente su imagen de político beligerante, multiplicando sus provocativas declaraciones e ilustrando por sí mismo el cambio hacia la derecha realizado por todo el espectro político israelí: “Aquellos que están con nosotros lo merecen todo, pero aquellos que están contra nosotros merecen ser decapitados con un hacha“, decía en 2015, apuntando a los árabes israelíes que no fuesen leales al estado de Israel.

“Su retórica es muy dura. Pero sus acciones, finalmente, no fueron más duras que las de los demás. Cuando era ministro de defensa, por ejemplo, la política israelí no era más agresiva que antes“, explica Gideon Rahat, profesor de ciencias políticas en la Universidad Hebrea de Jerusalén.

Mantenerse cerca del poder

Los resultados obtenidos en las elecciones del pasado abril no estuvieron a la altura de las expectativas del líder de Israël Beitenou, partido que obtuvo tan solo cinco escaños en la Knéset, el parlamento de Israel. A pesar de un resultado tan pobre, estos cinco escaños eran esenciales para Benjamin Netanyahu, ya que le habrían permitido obtener la mayoría. Después de varias semanas de negociaciones, Lieberman destruyó tercamente las esperanzas de su “mejor enemigo”.

Desde entonces, Lieberman se ha llevado todas las portadas, aunque ha intentado permanecer en un segundo plano no dando prácticam. No dispuesto a volver a la sombra de Bibi, Lieberman exige un gobierno de “unidad nacional” con Israel Beitenoi, en el que los ulttrarreligiosos no tendrían cabida. El partido opositor de izquierdas Azul y Blanco de Benny Gantz no descarta la opción, siempre y cuando el Likud no esté representado por Netanyahu.

Mientras que el actual primer ministro ha centrado su campaña en los riesgos de una posible guerra, agitando la amenaza de un conflicto inminente bien fuera en la Franja de Gaza, Hezbollah o Irán, Lieberman, por el contrario, nunca ha dejado de repetir que el mayor peligro es interno. Él mismo recuerda que, por este camino, Israel acabará por convertirse en un “estado de Halakha” (ley religiosa judía), liderado por el judaísmo religioso. Y es un discurso que parece estar dando su fruto.

Hoy, los dos líderes se encuentran inmersos en una despiadada batalla, llegándose incluso a llamar mutuamente “izquierdistas”, declaraciones que hasta suenan a broma dado que ambos permanecen anclados en su línea dura. Si bien el Likud tiene un fuerte apoyo por parte de los partidos religiosos y de extrema derecha. Netanyahu, para competir por el voto rusoparlante contra Lieberman, no duda en exhibir enormes carteles propagandísticos con Vladimir Putin en las calles de Tel Aviv. Votar a Israel Beitenou es hacer perder a la derecha, dicen estos carteles.

Sea como fuere, el papel clave de Lieberman en el escenario actual parece estar dando sus frutos: recientes encuestas sugieren que podría duplicar de cinco a 10 sus escaños. En este escenario, Lieberman tendría en sus manos el futuro de Netanyahu. Los analistas se preguntan si el divorcio entre ambos se consumará de forma definitiva: “Es política, todo puede cambiar, y rápidamente. Hoy son los peores enemigos. No debemos olvidar que estos dos hombres se conocen muy bien y que su relación ha sido una montaña rusa durante años. No hay nada indique que Lieberman no pudiese cooperar con Netanyahu, si este tuviese algo interesante que ofrecerle”, confiesa Gidéon Rahat.

Gracias a su estratégico posicionamiento electoral y a su imagen de feroz negociador, el apodado “Zar” es un hombre tan codiciado como detestado por ambos contendientes. Si su objetivo es llevar al Likud y al partido Azul y Blanco a un gobierno de unidad nacional, Lieberman lo ha jugado todo a una carta. Frente a un Benjamin Netanyahu al que los comicios le pillan en cierto declive y debilitado a nivel internacional y nacional, Lieberman se está convirtiendo en el “hacedor de reyes”. Un papel que pretende usar para acercarse al poder, aunque no sea suficiente para conquistarlo.

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