El anuncio está hecho desde la semana pasada y faltan sólo las firmas y detalles finales: Hamas, la agrupación islamista radical gobernante en Gaza y que rompió violentamente en 2007 el gobierno de unidad palestino al escindirse de su alianza con Al-Fatah, de Mahmoud Abbas, se reconcilia con éste. Durante casi cuatro años, el gobierno egipcio de Mubarak intentó mediar para conseguir tal propósito, pero todo fue en vano y, ahora, repentinamente y para sorpresa del mundo, la reconciliación se produce sin que haya habido señales previas que la presagiaran. Israel mismo no preveía este desarrollo y enfrenta por ende un nuevo y desafiante escenario en su compleja relación con los palestinos.
¿Qué fue lo que detonó este cambio en el liderazgo de Hamas que al parecer está modificando sus lineamentos políticos previos? Las hipótesis apuntan fundamentalmente a las nuevas condiciones regionales gestadas al amparo de las revueltas árabes. Éstas están echando por tierra la realidad prevaleciente en el pasado inmediato, de tal suerte que a Hamas, agrupación que siempre ha privilegiado el activismo terrorista por encima de la política, no le ha quedado más remedio que intentar adaptarse para sobrevivir. Por consiguiente, ha empezado a dar señales de que aun cuando se rehúsa a abandonar la resistencia armada y a reconocer la existencia de Israel, sólo emprenderá ataques contra éste si existe consenso palestino al respecto tal como lo declaró la semana pasada Ismail Haniye, primer ministro de Gaza.
Del mismo modo, Khaled Mashal, máximo líder de Hamas en el exilio, hizo declaraciones en igual sentido en una entrevista realizada en El Cairo. Textualmente dijo: “Lo que quiero para toda la nación árabe es mostrar una moderación positiva y apertura al mundo, pero sin abandonar al mismo tiempo las fuerzas de la resistencia. A lo que me refiero simplemente es a que hemos llegado a un nuevo mapa político en la región y que todos debemos estar unidos en la misma trinchera, manteniéndonos juntos para llegar a decisiones unificadas que reflejen el éxito de los árabes en la política doméstica y exterior”.
Es evidente que una declaración como ésta contradice todos los postulados sostenidos por Meshal y sus asociados en el pasado. La sola mención de “una moderación positiva” constituye una absoluta novedad dentro del discurso típico de Hamas.
Y es que lo que ha ocurrido en el entorno regional no da para menos. Los grandes poderes que tradicionalmente han apoyado y sustentado a Hamas se tambalean hoy por hoy debido a las respectivas crisis internas que padecen.
El régimen sirio enfrenta gigantescas manifestaciones populares de descontento que están siendo reprimidas salvajemente; Gadhafi se halla inmerso en una guerra civil de consecuencias aún imprevisibles, e Irán, el gran poder que con mediación siria es el alimentador del activismo terrorista de Hamas, sufre de la severidad creciente de las sanciones en su contra, lo mismo que de una fisura grave entre su máximo líder religioso, el ayatola Jamenei, y el presidente Ahmadinejad.
Finalmente, está también la cuestión de lo que ocurrirá en septiembre en la Asamblea General de la ONU cuando muy probablemente se presente a votación y se apruebe el establecimiento del Estado palestino de acuerdo con las fronteras previas a la guerra de junio de 1967. Hamas sabe muy bien que quedarse fuera de este desarrollo podría serle letal y por ende se ha apresurado a declarar que aunque nunca reconocerá la existencia de Israel, está dispuesto a aceptar un Estado palestino delimitado por las fronteras de 1967. Es claro que nadie puede asegurar el rumbo que de aquí en adelante seguirá Hamas ni qué tan sincera es su nueva postura, pero por lo pronto es evidente que los efectos del terremoto que sacude al mundo árabe y a Irán están obligando a muchos de los actores políticos de esta zona a reposicionarse y dar un golpe de timón significativo que sin duda modifica sustancialmente el escenario al que estábamos acostumbrados.
Fuente: Excélsior
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