¿Qué mantiene unida a una sociedad?

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El Planeta Tierra, que es una inmensa bola que viaja por el espacio a velocidad considerable, está habitada por aproximadamente unos 7.500 millones de seres humanos. En el centro de nuestro planeta existe un núcleo de hierro y níquel de tamaño parecido al de la Luna, que se encuentra a una temperatura de hasta 6.000 grados centígrados. Ni ahora, ni en el pasado, nuestros ancestros (se calcula que hemos pasado por este mundo unos 115.000 millones de personas) prestaron mucha atención a lo que ocurría en el centro de la Tierra. A veces el núcleo de la Tierra se nos manifiesta, como cuando la erupción minoica, ocurrida en la isla de Santorini, originó el colapso de la Edad de Bronce, al desencadenar  una catástrofe ecológica en el Mediterráneo , que movilizó una avalancha migratoria de tribus hambrientas , conocidas como Pueblos del Mar, que en su desesperación, arrasaron la civilización Micénica,  el Imperio Hitita, y  las ciudades Cananeas de la costa,  coadyuvando a  que en las colinas centrales de Israel emergiera un pueblo, destinado a multiplicarse como las estrellas del cielo y las arenas de la playa.  Pero, de todas estas catástrofes, dado que los humanos somos más dados al chismorreo que al pensamiento abstracto, los mitos y leyendas del pasado apenas han salvado, las andanzas de Dalila de Gaza y Helena de Troya, dos golfas de aquel entonces, como Corinna Von Larsen, pero de la Edad de Bronce.

Nuestro enorme cerebro posee una maquinaria neuronal que nos incita a formar grupos, y en general, aquellos que han sido capaces de formar grupos más grandes, se han impuesto al resto de pueblos. El Imperio Romano y la China de la dinastía Han, supieron aprovechar unas circunstancias climáticas favorables, (el denominado Optimo Climático Romano, caracterizado por un clima húmedo, templado y estable desde el año 300 AC hasta el 300 DC) para formar las primeras instituciones humanas globalizadas. Hubo una circunstancia, a la que el Imperio Romano apenas presto atención, que conforme ampliaban las fronteras, y el espacio comercial imperial, contribuían también, al libre tránsito de virus y bacterias que llevan habitando el Planeta Tierra desde hace 3.500 millones de años. Los patógenos aprovecharon la libertad de tránsito para, en tres oleadas, La Peste Antonina, La Peste de Cipriano y La Peste de Justiniano, acabar con las fuerzas del Imperio, derrotándolo desde dentro y provocando la mayor regresión en toda la historia de la humanidad. El daño que estos animales sin cerebro han hecho a la civilización, puede medirse por los XII siglos que tardo en aparecer la Revolución Industrial, después de la caída de Roma, que con Galeno y Demócrito había alcanzado un empirismo incipiente.

Hacia el año 1760 empezó, por fin, la Revolución Industrial en Inglaterra, y hacia 1895 en Francia, el Dreyfusard Emile Durkheim contribuyo a sentar las bases de la Sociología, afirmando que los humanos solemos confundir las apariencias con la realidad. Para superar los prejuicios del populacho, Durkheim propuso el concepto de, “hecho social”, que son modos de actuar, pensar y sentir externos al individuo, y que poseen un poder de coerción, en virtud del cual se imponen a él. La sociedad es algo que está fuera y dentro del individuo al mismo tiempo, gracias a que este adopta e interioriza sus valores y su moral. El “hecho social”,  tiene una fuerte capacidad de coerción y de sujeción respecto del individuo, y, en consecuencia, la sociedad tiene el poder de determinar nuestros pensamientos y acciones. En 1859 Charles Darwin publica “El Origen de las Especies” cuya idea básica es que las especies de animales cambian con el tiempo, y que, en todos los seres vivos, se puede rastrear la existencia de un antepasado común. En 1953 James Watson y Francis Crick realizaron un descubrimiento que confirmaba la mayoría de las teorías evolucionistas de Darwin. Encontraron la muestra química gracias a la cual cada ser vivo posee el programa para su propio desarrollo en sus células: el código del ADN. Para los biólogos, pues, los seres humanos somos meras máquinas de supervivencia (cuerpos) de nuestros genes, en las antípodas de la sociología.


En el año 2020, El Planeta Tierra, sigue siendo una inmensa bola que viaja por el espacio a velocidad considerable, enroscada a un núcleo de hierro y níquel que alcanza una temperatura de hasta 6.000 grados centígrados, circunstancia que no ha impedido que, los 7.500 millones de humanos que vivimos en la superficie, acumulemos el mayor nivel de riqueza y bienestar de la historia.  Como en otras ocasiones en el pasado, ha aparecido un patógeno peligroso, que en forma de pandemia, y bajo en nombre de Covid 19 amenaza nuestra forma de vida. Para BIOLOGOS SIN FRONTERAS, los herederos de Darwin, Watson y Crick, el problema es sencillo, unos genes competidores han fabricado una máquina de supervivencia (un cuerpo) en forma y apariencia de coronavirus, y nos están disputando los recursos de la corteza terrestre. Era esperable que esto sucediera, pues somos la fuente de comida más abundante (para otros) que existe, junto con las gallinas y el resto del ganado doméstico. De hecho, BIOLOGOS SIN FRONTERAS, sí que había previsto este ataque, hace mucho tiempo y tenia la respuesta preparada, cuyo nombre es Sistema Inmunológico. Como en el caso de Roma o de la Edad Media, cuando el ataque de la Yersinia Pestis, la línea de defensa del Sistema Inmunológico es tan fuerte, que la Humanidad, a pesar de su terrible mortalidad, está lejos de ser derrotada por los patógenos.

Para SOCIOLOGOS SIN PRONTERAS, los herederos de Emile Durkheim, o Erving Goffman entre otros, el problema es más complejo. Dado que las burocracias públicas y privadas de los Estados de la Tierra no parecen dispuestas, en general, a soportar las tasas de mortalidad del Covid 19, están imponiendo medidas de “distanciamiento físico”, sin darse cuenta que LA SOCIEDAD es, ante todo, y por encima de todo, UNA ACTIVIDAD CORPORAL, ya que cuando unos cuerpos humanos se reúnen en un mismo lugar, ocurre una sincronización física. Proferir el mismo grito, pronunciar la misma palabra, o efectuar el mismo gesto respecto de algún objeto, es lo que nos hace sentirnos en sociedad. Las mentes individuales no pueden entrar en contacto y comunicarse entre sí, excepto saliendo de sí mismas, y solo pueden hacerlo mediante movimientos corporales. La mayor parte de la vida social se realiza a través de rituales rutinarios, que son reglas emergentes, que normalizan, exageran y simplifican las conductas individuales, cuando estamos en proximidad física.  Los grandes rituales del consumo masivo, de los deportes de masas, de los conciertos de música, o de otros rituales básicos, como el trabajo, las bodas o los funerales, están basados en la proximidad física, que tanta energía emocional proporciona a los participantes, y que, las medidas de “distancia física”, están amenazando gravemente. El peligro del distanciamiento físico, es que, los rituales que no se renuevan se debilitan y perecen, y que el pensamiento y el lenguaje, también dependen de la renovación recurrente de los rituales, que son encuentros pautados entre personas, que tienen propiedades emergentes (más sofisticadas que sus componentes individuales).

¿Qué mantiene unida a la sociedad? Los rituales, que el distanciamiento físico y las mascarillas impuestos por los gobiernos están amenazando gravemente. LA SOCIEDAD, son esos grupos de gentes reunidos en lugares concretos (supermercados, estadio, discotecas, saunas, bodas, entierros, cafeterías, oficinas, fabricas, hospitales, etc.), que sienten solidaridad reciproca por efecto de su participación ritual, y del simbolismo cargado emotivamente en los rituales. Pero también hay que reconocer, que contribuye a mantener unida a la sociedad, la pereza, la conformidad, la falta de imaginación y el vértigo existencial, por eso tal vez sería más barato para todos, encontrar la forma de entablar un dialogo de especie a especie con el Covid 19, dado que el animal no pretende exterminarnos, sino vivir a costa nuestra, como su primo la gripe. Es más, en ocasiones anteriores se llegó a algún entendimiento entre patógenos y humanos (o pre humanos), dado que los rastros de ese pacto se encuentran en tramos concretos de nuestro ADN. En el pasado, llegamos a compromisos con muchas bacterias que actualmente se alojan en el intestino humano, y que colaboran lealmente con nuestro Sistema Inmunológico, en combatir a otros patógenos. Es más, ¿no estaría los chinos en el Instituto de Virología de Wuhan intentando entablar un dialogo inter-especies con un grupo concreto de Covid-19 u otros patógenos?

Los humanos de hoy nos parecemos más a nuestros antecesores de cromañón y de neandertal, que a los humanos del futuro, que interconectarán sus cerebros, y no tendrán que recurrir a las explicaciones corporales, como la risa, los gestos, las posturas, la mímica o los gritos, a los que recurrimos hoy en día, en las situaciones de co-presencia. Una anticipación muy rudimentaria de la futura conexión inter- cerebral, la tenemos en las formas de comunicación implementadas a través de Facebook WhatsApp, o el resto de redes sociales. Actualmente nuestro cerebro monta un espectáculo para cada uno de nosotros, transformando colores, texturas, sonidos y aromas, en señales electroquímicas. En el futuro, probablemente podremos compartir las señales electroquímicas cerebrales con nuestros amigos, sin necesidad de recurrir a la ayuda de la   actuación corporal pautada y coercitiva, en que consisten los actuales rituales humanos. Todo indica que las sociedades del futuro serán mucho más sencillas de coordinar que que las actuales, y siguiendo con la tendencia a la reducción de la capacidad cerebral que nos acompaña desde que comenzamos a ser agricultores hace 12.000 millones de años, inteligencias como las de Donal Trump, Jair Bolsonaro, o Pedro Sanchez (y por supuesto también las de Joe Biden, Lula da Silva y Pablo Casado),  no tendrán problemas cognitivos insalvables, para atender a las labores de gobierno. Y dado que todos los seres vivos, descendemos de un antepasado común, los políticos que nos gobiernen, acabaran poniendo entre sus prioridades políticas, el dialogo inter-especies, con otros seres vivos con los que compartimos el espacio en la corteza de esta inmensa bola, que viaja por el espacio a velocidad considerable, enroscada a un núcleo de hierro y níquel, que alcanza una temperatura de hasta 6.000 grados centígrados.

Acerca de Fernando Álvarez-Baron

Nacido en Salamanca, España el 11/09/1959. Sociólogo por la Universidad Complutense de Madrid. Estudioso de la microsociología y del impacto la neurociencia en la teoría de interaccionismo social. Actualmente realizando una tesis sobre minorías creativas en el mundo. Ex funcionario del Estado Español en Auditoria Publica. Ex director comercial de Bankia Fondos de Inversión. Articulista en prensa escrita española.

3 comentarios en «¿Qué mantiene unida a una sociedad?»
  1. Excelente narrativa de la evolución humana , felicidades al colaborador y a Diario Judio por la armonización de objetivos trascendentes. Armando Jaimes

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