En días recientes, uno de los mejor ilustrados dirigentes comunitarios, gran amigo y extraordinario contribuyente de la vida judía, sacó a la luz una verdad basada en estadística comprobable: el número de judíos en México está en descenso.
El abigarrado público presente en la reunión, conformado por aquellos que compartimos infancia y adolescencia, reflejó con exactitud la división de opiniones, algunas rayanas en la indiferencia.
Las estadísticas de Macabi Mundial no mienten.
Curiosamente, en mi México podemos preguntar a cualquiera de los 107 millones de habitantes – más los que se acumulen esta semana – cuántos judíos hay en el País. Las respuestas van desde: “híjoles, un chorro” hasta “algo así como un millón”.
Nosotros sabemos cuál es la respuesta. Llevamos más de sesenta años en que nuestro número no supera los cincuenta mil. ¡Ah, pero qué ruido hacemos!, se me contesta.
Ese “ruido”, ¿qué representa? ¿Es el tintineo de las monedas o el famoso sonido 13 del Maestro Julián Carrillo? ¿Es el dinero o la diferencia?
Porque si hablamos de dinero, las estadísticas comunitarias nos muestran que día con día crece el número de familias judías que requieren de nuestras “ayudas”. Las podemos denominar como queramos, pero son contribuciones a su bienestar inmediato. Orgullosamente sostenemos que nuestra “tzdaká” funciona, que cumplimos con el Mandato.
Es claro que nunca falta el dueño de la opinión descarriada quien, con tal de hacerse notar o por simple ignorancia, sostiene un punto de vista despectivo o simplemente contrario. Afortunadamente, es parte de una minoría.
Si hablamos de diferencias, francamente no quiero ingresar al tema de la Antropología, pero sí el de la Cultura.
Analicemos los medios de comunicación y veremos que cada vez es mayor el número de contribuyentes en el ramo de la información. ForoJudío y otras distinguidas publicaciones electrónicas e impresas, incluyendo las de nivel nacional, cuentan constantemente con más y mejores columnistas, reporteros, intelectuales, etc.
Es inevitable voltear al pasado reciente para entender y apreciar ese fenómeno.
Orgullos como Glantz, Mondlak y otros gigantes eran limitados en número. Hoy vemos con alegría cómo la Cultura se extiende entre nuestros correligionarios en México, en forma y contenido, de la misma manera en que, a pesar de lo azarosa que se tornado nuestra vida, aumenta el número de lectores, con todo y la influencia contraria de la inefable “caja idiota”.
Las pequeñas preguntas del encabezado “¿Qué somos?” y “¿Qué hacemos?”
no son sencillas de responder, mas es posible pensar en que somos pocos y hacemos lo posible por contribuir en lo necesario: bienestar y Cultura.
¿Qué tenemos a nuestro favor? Cientos, miles de años de atención, aprendizaje, cuidados, Herencia en una palabra.
¿Qué tenemos en nuestra contra? La inveterada tradición del antijudaísmo y su producto más acabado: la desinformación.
En el primer caso, no conozco ningún caso de antecesores nuestros que se hubiesen propuesto desautorizar, minimizar o negar nuestra Historia.
En el segundo…¡Carámbas! ¿Sería necesario hablar o escribir lo que ha sucedido al Pueblo a lo largo de miles de años de nuestra existencia?
Cada día, semana, mes y año sabemos de agresiones en nuestra contra. No vamos lejos, ni por Geografía ni por tiempo.
Aquí cerca, en los Estados Unidos (¿?), con el pretexto de las elecciones, los judíos somos atacados por nuestra supuesta influencia política y económica que, según nuestros “amigos”, decidirá al vencedor. Una tontería mayor es difícil de encontrar. Imaginen a un escaso dos por ciento de la población norteamericana con esa capacidad. Desinformación total.
Por tiempo, vayamos unos días atrás. La luz cultural del mundo, el orgullo de las ideas libertarias, la fuente de inspiración de las garantías individuales, Francia, es escenario de uno más de los cobardes y mortales atentados criminales de este año contra judíos indefensos, niñitos tres de ellos.
Digo “este año” porque recientemente lamentamos el primer aniversario de la masacre de una familia judía en Yehuda y Shomron.
Nuevamente surge la pregunta: ¿Qué hacemos?
Hay quien dice que requerimos de solidaridad. ¡Qué fácil es utilizar términos así, genéricos! ¿La solidaridad nos protegerá de la agresión en esta selva como a la manada que se junta antes de ser atacada por la bestia para procurar perder el menor número de sus miembros?
En la vida, como en el ejército y en sociedad, la única manera de resolver los ataques es cerrar filas, capacitando a los defensores, desde una posición de fuerza. Lágrimas sí, porque duele el alma, pero que no nos nublen la vista.
Sí, somos minoría, pero que no sea óbice para conformarnos, para agachar la cerviz.
Mantener nuestra Herencia, nuestros principios, enhiestos, asegurando nuestra continuidad en nuestros hijos, es el mejor recurso.
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