Quo vadis Egipto?

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Desde hace 70.000 años que las bandadas de homo sapiens abandonaron África a través de Egipto para conquistar el Planeta Tierra, el valle del Nilo ha estado numerosas veces en el sitio adecuado, en el momento adecuado de la Civilización. Hace 12.000 años Egipto fue tocado por la fortuna cuando sus vecinos asiáticos del Creciente Fértil inventaron la agricultura, permitiendo ser domesticados por el trigo, la cebada, y otras plantas lugareñas que siguen formando el 80% de la dieta actual de la mayoría de los habitantes de la Tierra.

El valle del Nilo resulto ser, en aquel entonces, el mejor sitio para acumular excedentes de la recién descubierta revolución agrícola del neolítico, que nos hizo sedentarios. Ningún pueblo de la antigüedad produjo tantos excedentes como los agricultores egipcios, que, sin embargo, incapaces de reinvertirlos, los despilfarraron en forma de impresionantes monumentos de piedra. En términos económicos, el coste de oportunidad de no acertar a reinvertir los excedentes agrícolas en crecimiento ha sido enorme, perdiendo Egipto para siempre, la ventaja lograda frente a otras civilizaciones históricas. Pero tal vez, ha sido mayor el coste de oportunidad, en términos ideológicos. Podría ser, que la incapacidad mayoritaria entre los egipcios para entender la idea de progreso, y aferrarse a la historia como un juego de suma cero, se deba, en parte, a este gigantesco despilfarro originario.

La historia siguió dando regalos a Egipto, cuando la fundación de Alejandría por Alejandro Magno, en el año 332 AC, creo una metrópoli grecolatina y una capital del mundo antiguo durante 900 años, hasta la conquista musulmana. En 1869 el país del Nilo sumo otra gran oportunidad histórica cuando Fernando de Lesseps y Francia se empecinaron en abrir el Canal de Suez y conectar Europa y Asia por el camino mas corto y mas barato. Egipto, desde entonces, ha vivido de tres regalos de la historia; las aguas que envía anualmente Etiopia a través del Nilo Azul, las tasas impuestas al tráfico marítimo internacional por utilizar  el Canal de Suez, y (carambolas de la historia) el turismo, que propiciaron lo monumentos despilfarradores de los faraones zoolatras y la cultura helenística doblemente idolatra.


La transición demográfica (altas tasas de natalidad y bajas tasas de mortalidad infantil) junto con la urbanización acelerada han sido gestionadas por Egipto como país independiente desde 1922. Los 95 millones de empobrecidos egipcios de 2018, son el resultado de una explosión demográfica gestionada pesimamente por las organizaciones religiosas, tanto musulmanas como coptas, y grandes masas de población muy religiosas, que en general miran hacia el pasado. Por su parte, la elite política egipcia, ha tratado, habitualmente, más de mantenerse aferrada al poder, que de buscar una solución a medio plazo a los grandes desafíos del país.

Desde la independencia en 1922, los gobiernos de todo el mundo han reconocido el papel central de Egipto como cruce de rutas comerciales y líder del mundo árabe. En particular el presidente Hosni Mubarak, desde que en 1981 accediera al liderazgo del país, ha sido un prototipo de chico bueno para las democracias occidentales. Felipe González, el presidente del primer gobierno de izquierdas español, tuvo la brillante ocurrencia política de condecorar al dictador Mubarak en 1985 con la Gran Cruz de Isabel la católica. El esperpento político lo repitieron en 2009 José Luis Rodríguez Zapatero y Recep Tayyip Erdogan con la denominada Alianza de Civilizaciones.

También pensó en Egipto en 1988, el Comité que selecciona el premio nobel de literatura, cuando creyó llegado  el momento de escoger un escritor árabe por primera vez en la historia. Y eligió a un egipcio, particularmente cercano al poder como Naguib Mahfuz. Un premio nobel para el mundo árabe no podría haberse concedido, por ejemplo, a Mohamed Chucri, un marroquí tan original como periférico de la arabidad y del poder político. Tampoco el genial autor del Cuarteto de Alejandría, Lawrence Durrell ,hubiera resultado un buen candidato a premio nobel árabe, dado su cosmopolitismo y su afición a relatos con políticos coptos y heroínas judías .

Pocos países del planeta tierra han recibido tantas ventajas estratégicas, a lo largo de la historia de la civilización, como Egipto, y pocos las han dilapidado con la contundencia que lo ha hecho el país del Nilo. En 2018 el balance del estado independiente egipcio es francamente deprimente. Los 95 millones de egipcios alcanzan un Producto Interior Bruto de 335,000 millones de dólares. Una miseria comparado con los 880.000 millones de dólares que vale Apple, conseguidos por menos de 200.000 empleados. La comparación no es casual. Apple y las grandes empresas de tecnología están implementando industrias en las que la inteligencia artificial va consiguiendo mejores resultados que los trabajadores humanos. ¿Qué futuro les espera a cien millones de egipcios, obsoletos desde el punto de vista laboral, cuando las maquinas  superen en eficiencia a los humanos? ¿Barrer las calles de Europa?

El Nilo Azul que surte del 86% del agua que entra en la presa de Asuán, va a tener otra gigantesca presa aguas arriba en Etiopia, muy probablemente a partir de 2018, la Presa del Renacimiento Etíope, tres veces más grande que la egipcia. Solamente la puesta en funcionamiento de este embalse podría suponer la pérdida de hasta el 50% de la tierra cultivable en Egipto.  Y esto puede ser solo el comienzo, ya que los países del centro de África (Etiopia, Uganda, Kenia, Sudan, Sudan del Sur, Ruanda y Burundi) con fuertes crecimientos económicos, y proyectos ambiciosos de construir presas y centrales hidroeléctricas en el Nilo Blanco y el Nilo Azul, van camino, para sacar de la pobreza a sus poblaciones, de consumir tal cantidad de agua en el futuro que, podrían arruinar la agricultura aguas abajo.

El problema cenital de los egipcios no es, ni  el desastre medioambiental que están causando a la cuenca del Nilo, ni la corrupción generalizada del Ejercito convertido en poder económico dentro del estado, ni el estado policial y represor en el que lo ha sumido Abdelfata Al-Sisi, ni tan siquiera la amenaza real de quedarse sin la mayor parte de las aguas del Nilo. Lo verdaderamente amenazante para Egipto es lo que rebelan las encuestas como la del Pew Research Center de 2010, que arrojaban entre la población musulmana de Egipto un apoyo del 80% a las penas corporales (lapidación, amputación y muerte) para los delitos de adulterio, robo y apostasía. A pesar de lo prolijo de sus descripciones, Naguib Mahfuz nos evitó esta perspectiva de los habitantes del Callejón de los Milagros.

Acerca de Fernando Álvarez-Baron

Nacido en Salamanca, España el 11/09/1959. Sociólogo por la Universidad Complutense de Madrid. Estudioso de la microsociología y del impacto la neurociencia en la teoría de interaccionismo social. Actualmente realizando una tesis sobre minorías creativas en el mundo. Ex funcionario del Estado Español en Auditoria Publica. Ex director comercial de Bankia Fondos de Inversión. Articulista en prensa escrita española.

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