¿Quo vadis, kibutz?

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El kibutz es y ha sido un fenómeno histórico cambiante como todas las organizaciones basadas en factores ideológicos. Fue una comunidad social que se creó con diversas metas: por un lado, poblar el país, defender las fronteras y participar activamente en la vida política.; por el otro -su aspecto sionista-socialista – crear una sociedad justa y modelar un ser humano capaz de cumplir misiones nacionales.

Señalamos en el artículo anterior que el kibutz, como parte integrante de la dinámica del país, ha tenido que adaptarse a nuevas circunstancias. La cambiante situación política sumada a las grandes deudas contraídas por los kibutzim debido a sus proyectos de expansión los forzaron a comenzar un proceso de privatización. Prácticamente en todos se inició por el abandono de las casas comunales de niños y la privatización del comedor, la tienda de comestibles y la lavandería, en los cuales ahora se paga por el consumo. El paso siguiente ha sido la introducción del salario diferencial, es decir, que cada persona recibe pago según el valor de mercado de su trabajo En los kibutzim que están en buena situación económica, como Maagan Mijael, Beeri, Mishmar Haemek, Maabarot, Jatzerim, se sigue aplicando el modelo clásico. La educación, los servicios médicos y la ayuda social siguen siendo proporcionados por el kibutz. En la definición oficial un kibutz lo sigue siendo mientras la diferencia entre los sueldos de sus miembros no rebase el 30%. Es probable que en un futuro no muy distante la mayoría de ellos se convertirán en “poblaciones comunales”(ishuv kehilatí), y los que no puedan continuar, dejarán de existir del todo.

Comentamos ya que la población del kibutz está disminuyendo puesto que las nuevas generaciones lo han abandonado; los que se quedaron lo han hecho por motivos ideológicos (que todavía existen),otros por haber encontrado fuentes de trabajo adecuadas en el kibutz, otros por miedo a enfrentar el mundo exterior, cuya situación tampoco es fácil, y otros por mera inercia. Sin embargo, el kibutz está haciendo lo posible por no romper los lazos con los jóvenes: se les concede plazos mayores para decidir si quieren ser miembros, se les permite rentar cuartos, trabajar y recibir sueldo en el kibutz, se les proporciona ayuda económica para seguir estudiando y se les permite realizar largos viajes. La principal fuente de nuevos miembros reside en personas que se casan con miembros del kibutz, jóvenes provenientes de movimientos pioneros y algunos nuevos inmigrantes atraídos por el pacífico estilo de vida rural, que consideran un lugar ideal para educar a los hijos.


A todos estos problemas internos que enfrenta el kibutz, se agregó el de la posesión de la tierra. Desde la creación del estado hace 63 años, Israel es el único país no comunista en el que el 92% de las tierras son propiedad del “Minhal” (la Administración de Tierras ), una institución paraestatal, La gran mayoría de los israelíes en poblaciones rurales (kibutzim, y moshavim) y en las ciudades, pagan un simbólico alquilere por los terrenos que ocupan., situación que recientemente se está estudiando en la Knesset.

En 1995, el Minhal, basado en las recomendaciones del Comité Milgrom, permitió a los agricultores cambiar el destino de tierras agrícolas para usos diferentes como

construcción, industria y turismo, sin concurso o participación de inversores externos. Otra resolución permitió a los kibutzim recibir el 27% del valor de los terrenos en caso de que los mismos fuesen utilizados para proyectos de desarrollo y asimismo les permitió construir viviendas pagando una cuota menor que otros sectores por el uso de la tierra. Esta cifra se redujo al 15% en los kibutzim situados en zonas céntricas.. De esta manera el Minhal recibió millones de dólares en sus arcas.

En esa época, un grupo de intelectuales israelíes de origen oriental (Marruecos, Túnez, Siria, Líbano) formó una organización llamada el “Arcoiris Oriental Democrático” (Hakeshet Hademocratit Hamizrajit), para ” luchar por un amplio cambio en los círculos de poder y la participación sustancial y equitativa de los sectores orientales”. Estos intelectuales integrados a la sociedad israelí y profesionalmente exitosos, han mantenido su identidad oriental sin complejos de inferioridad; por ello, no dudaron en emprender el combate contra lo que ellos consideran una injusticia. cometida con las ciudades en desarrollo, ciertos barrios urbanos y la periferia empobrecida.

En su primera campaña por la “Ley de Vivienda Pública”, lograron que el gobierno, que intentaba privatizar las empresas estatales de vivienda pública, vendiese esas casas a los inquilinos que las habían habitado por largo tiempo a un precio inferior al de mercado, reconociéndoles la inversión ya hecha mediante los alquileres. De acuerdo a sus análisis, los padres fundadores del Estado, de origen ashkenazí, promovían la igualdad pero sin aplicarla a los emigrantes orientales; en el caso de las tierras, éstas fueron inequitativamente distribuidas entre diferentes sectores de la sociedad. Desde el establecimiento del Estado la repartición de tierras siempre benefició a los kibutzim y moshavim grandes, poblados en su mayoría por judíos ashkenazim, en detrimento de las ciudades en desarrollo y los moshavim periféricos, habitados primordialmente por judíos de origen oriental..

Una de sus observaciones se refiere al caso idiomático: al mencionar a los barrios pobres se habla de “rehabilitación”, pero cuando se trata de kibutzim se habla de “arreglo”, lo cual constituye una manipulación del lenguaje.

Por simples decisiones del Minhal y sin debate o protesta pública, los kibutzim y moshavim se convirtieron prácticamente en los dueños de sus tierras, recibiendo beneficios de su desarrollo y venta; la prueba está en que algunos vendieron terrenos para pagar parte de sus deudas. Algunos kibutzim, situados en zonas centrales o turísticas como Ramat Rajel, Shefayim y Gaash hicieron prósperos negocios junto con especuladores en bienes raíces, creando complejos residenciales y comerciales y recibiendo millones de dólares en dividendos. Keshet sostuvo que si los kibutzim ya no usan las así llamadas “tierras agrícolas” para este fin y las alquilan a grandes compañías que construyen centros comerciales y estaciones de gasolina, ¿por qué no repartir estos beneficios entre todos los israelíes?

La organización se lanzó a la batalla contra la Administración de Tierras en la Suprema Corte. Las cuestiones planteadas eran: Las tierras que el Estado, y previamente el Keren Kayemet, habían arrendado a los kibutzim para uso agrícola, ¿pertenecen al kibutz o al Estado? ¿Tienen los kibutzim derecho a cambiar el destino de tierras agrícolas y emplearlas en proyectos de construcción y turísticos, que les proporcionan ganancias millonarias, o estas tierras tienen que regresar al Estado para ser redistribuidas entre kibutzim, moshavim y poblaciones de bajo ingreso? Una

vez que estas tierras regresan al Estado y son reasignadas, ¿deben los kibutzim recibir compensación por ello? Si este es el caso, ¿cuánto tienen que recibir?

El tema de las tierras del kibutz fue debatido ya a principios de los años 90. La enorme emigración soviética creó escasez de viviendas. El Minhal, dirigido en esa época por Ariel Sharón, convenció a los kibutzim que liberasen tierras agrícolas a cambio de una compensación del 50% del valor de las tierras después de su reasignación. Esta decisión provocó enorme protesta pública, por lo cual la compensación fue reducida al 27%. Y posteriormente al 13% en las zonas más céntricas.

Esta lucha entre Keshet y los kibutzim ha sido un enfrentamieto abierto y no muy limpio, en la corte, en los medios de comunicación.. Finalmente la Suprema Corte aceptó los argumentos de Keshet en contra del Minhal, usando el término de “justicia distribuitiva”. Por primera vez en la historia de Israel, la corte reconoció no sólo los derechos del individuo sino también los derechos de entes comunitarios hacia igualdad y justicia.

Es claro que los kibutzim no han aceptado este veredicto. Desaparecido el componente ideológico en la mayoría de ellos, estas redistribuciones y compensaciones permitirían a sus miembros socialistas poseer, por primera vez, la propiedad privada. Su sueño era poseer las casas que habitan y recibir la parte proporcional correspondiente en las fábricas que habían trabajado. Sus argumentos son tajantes: esas tierras poseen hoy un valor agregado debido al esfuerzo privado y colectivo invertido por los miembros y trabajadores del kibutz; en algunos casos su valor ha aumentado considerablemente por estar situadas dentro o muy cerca a las ciudades. Es claro que les corresponde recibir sus casas y parte de los terrenos cercanos a ellas en propiedad como ocurre con el resto de la población.

La Suprema Corte ordenó que se estableciesen reglas provisorias que permitieran

decidir cuáles de las transacciones iniciadas deben ser canceladas y cuáles podrán continuar a pesar de la decisión del juzgado. Agregó asimismo que estas reglas provisorias tendrían que tomar en cuenta las grandes deudas de los kibutzim, y que las altas tasas aplicadas por el Minhal a la revaloración de tierras consideró que estos beneficios eran una fuente importante de recursos deseperadamente necesarios para los mismos kibutzim.

Los términos usados por la Corte indican claramente un matiz cívico, puesto que declaran que la tierra pertenece a todos los israelíes, ricos o pobres, de la ciudad o del campo, sefaraditas y ashkenazitas, judíos y árabes. Al no aceptar los kibutzim la decisión, se tendrá que tratar cada caso por separado.

El veredicto de la corte, uno de los más importantes hasta la fecha, se presenta en el marco de la ruptura de los mitos nacionales, el colapso ideológico, social y fiscal delos kibutzim, y el reconocimiento de que Israel es una sociedad multicultural.

Pero en la Suprema Corte siguen litigando: tanto el movimiento kibutziano, como Keshet Hamizrajit, Jaluka Tzodeket y algunos kibutzim en forma particular. En los actos centrals por el Centenario del Movimiento Kibutziano tuvo lugar en Degania

una reunión especial del Gobierno y ahí se resolvió crear una commisión gubernamental especial que recibirá todo el material y una detallada presentación de la situación actual de los kibutzim. Cuando esta comisión finalice su misión, el Minhal (la central de tierras de Israel) podrá tomar una decision más clara y rápida.Sólo les queda a los kibutzim tener paciencia para saber cuál sera su futuro, y ¿Quo Vadis Kibutz?

Acerca de Tzila R. de Chelminsky

Nacida en México y cursando sus estudios hasta la preparatoria en planteles de la red judaica, obtiene en la UNAM el título de Licenciada en Economía.Su actividad social en México y en Israel ha sido intensa, llegando a ser Presidenta de varias organizaciones. En Israel ha sido fundadora y directora del Fondo Rosario Castellanos para llevar a esas tierras la cultura mexicana. Ha sido agregada cultural de la Embajada de México en Israel de 1993 a 1998 y asesora en asuntos culturales hasta el día de hoy. Colaboró en varios periódicos y revistas en México y desde hace 13 años escribe mensualmente desde Israel en "Foro".

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